Comienza el otoño, tiempo de melancolía. Y desde este sentimiento tan humano me propongo un reto que querría que fuese gozoso, pero de cuyo éxito no estoy nada seguro: sumergirme en el libro de Tolkien para comprobar si me produce las mismas sensaciones que hace 25 años. Adentrarme en la Comarca, ir hacia Bree pasando el Puente del Brandivino, la posada del Poney Pisador, las Montañas Nubladas, Rivendel, etc. Y, por fin, la melancolía final: ¿se me encogerá el corazón de igual manera que entonces al embarcar con Frodo en los Puertos Grises?
Para uno mismo, los Puertos Grises se van acercando inexorablemente. Así es que hay mucho en juego: la confirmación de una ilusión, o la de una desilución confirmada.
El Señor de los Anillos ha sido leído por mucha gente desde que al fin apareció impreso, y me gustaría decir algo aquí a propósito de las muchas opiniones o atisbos que he recibido o leído en relacion con los motivos y el significado del relato. El primer motivo fue el deseo de un cuentista: probar la mano en una historia realmente larga que mantendría la atención del lector, lo divertiría, lo deleitaría, y a veces quizá lo excitaría o lo conmovería profundamente. (...) Algunos de los que leyeron el libro (...) lo han encontrado aburrido, absurdo, o despreciable; y yo no tengo por qué quejarme, pues pienso casi lo mismo acerca de sus obras, o de los tipos de libros que evidentemente prefieren. (...) Quizá no sea posible en un relato tan largo contentar de continuo a todo el mundo; pues descubría en las cartas que me enviaban que los pasajes o capítulos que para algunos eran un defecto, eran para otros motivo de alabanza. El más crítico de los lectores, yo mismo, encuentra ahora muchos defectos, menores y mayores, pero (...) no los tendré en cuenta, excepto uno que ya ha sido señalado por otra gente: la obra es demasiado corta. [El Señor de los Anillos, J.R.R.Tolkien, Ed. Minotauro, 2006, Prefacio, pp. 10, 11]Recuerdo, cuando joven, mi terror a la mitología de Tolkien. Pensaba que sería farragosa y de difícil aprehensión. Ahora veo que no tenía nada de importancia, y que la propia historia del Anillo, su "encuentro casual" con Bilbo, la increíble aventura con Frodo, el Monte del Destino, Sauron, y todo lo demás, conformaban un todo junto con El Hobbit, completo y suficiente en sí mismo. Releo con más atención el prefacio y confirmo esta idea, y también echo al cubo de los papeles inservibles aquella otra que alguien me había comentado en algún momento: el autor había ido escribiendo la historia mientras se desarrollaba la II Guerra Mundial, y la guerra del Anillo era un trasunto de aquella:
En cuanto a algún significado interior o "mensaje", no hay ninguno en las intenciones del autor. A medida que la historia crecía, iba desarrollando raíces (en el pasado) y echaba ramas inesperadas; pero el tema principal ya estaba decidido en un comienzo por la inevitable elección del Anillo como estabón entre la nueva historia y El Hobbit. El capítulo crucial, "La sombra del pasado", es una de las partes más viejas de la narración. Fue escrito mucho antes de que las prefiguraciones de 1939 se hubieran convertido en una amenaza de desastre inevitable; y desde ese punto la narración se desarrollaría esencialmente a lo largo de las mismas líneas, si el desastre llegaba a evitarse. Las fuentes son episodios que yo llevaba en la mente desde hacía tiempo, o que en algunos casos ya habían sido escritos, y poco o nada de esto fue modificado por la guerra que había estallado en 1939 o por sus secuelas.
La guerra real no se parecía a la guerra legendaria, ni en su proceso ni en su conclusion. Si hubiese inspirado o encaminado el desarrollo de la leyenda, entonces, por cierto, el Anillo habría sido utiizado contra Sauron; no habría sido aniquilado sino esclavizado, y Barad-dûr hubiera sido ocupada y no destruida. Saruman, como no puede apoderarse del Anillo, envuelto en las confusiones y traiciones de la época, hubiera encontrado en Mordor los eslabones perdidos de sus propias investigaciones sobre la historia del Anillo, y no habría tardado en fabricar un Gran Anillo propio con el que podría desafiar al Señor de la Tierra Media. En ese conflicto ambos bandos hubieran odiado y despreciado a los hobbits; no hubieran sobrevivido mucho tiempo ni siquiera como esclavos. [Ibíd. pp. 11, 12]
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