jueves, 23 de julio de 2015

¿Hay razones para empujar hacia atras, bastantes millones de años, el origen de comportamientos que hoy denominamos "típicamente humanos"?

En la sección de Ciencia del diario El País, podemos leer un artículo escrito por Manuel Ansede y publicado el 23 de mayo de 2015 que lleva por título el del siguiente enlace que permite llegar al mismo:

Se trata de un estudio sobre los macacos de Togian, un mono de Indonesia con el que probablemente los humanos compartamos un ancestro común que vivió hace unos 25 millones de años. La investigación se ha publicado en la revista Evolution and Human Behavior. Según el antropólogo de la Universidad de Florencia, Roscoe Stanyon,
"Es la primera vez que que el consuelo se documenta científicamente en monos."
Lo que han documentado en apenas veinticinco segundos de imágenes ha sido la agresión de un macho a una hembra adulta, a la que zarandea y muerde con mucha agresividad. Cuando cesan las embestidas, otra adulta se encara con el atacante y, posteriormente, besa y abraza a la víctima.
“Antes se pensaba que la empatía, el consuelo y el altruismo eran características que solo se encontraban en los seres humanos. Incluso se propuso que estos rasgos eran los que nos diferenciaban del resto de los animales y nos hacían únicos. Se creía que estos aspectos nobles del comportamiento humano se debían a una educación moral o religiosa. Nuestro trabajo muestra que estos comportamientos tienen un origen evolutivo más profundo”,
continua Stanyon.

Estas muestras de consuelo, definido científicamente como un comportamiento, más frecuente entre amigos, que disminuye la ansiedad de una víctima que ha recibido una agresión parecen darse en el estudio. Ambos criterios se observan en estos macacos, puesto que consuelan más a las amistades, un comportamiento que unicamente se había observado con anterioridad en los humanos y en los grandes simios, como chimpancés y bonobos.

De entre las conclusiones que se extraen de esta publicación podemos señalar:

- Parece ser que sería una prueba en favor del denominado Modelo de la Muñeca Rusa del primatólogo holandés Frans de Waal (uno de los responsables del Centro Nacional Yerkes de Investigación en Primates, que acoge a 3.400 monos y simios en Atlanta, Estados Unidos), que propone que la empatía en los seres vivos se podría explicar con tres matrioskas: la más pequeña de las tres (más primitiva, por tanto), sería el contagio emocional, un mecanismo elemental que hace que imitemos, sin tener conciencia de ello, el comportamiento de los demás, como hacemos cuando alguien bosteza cerca nuestro, o como ocurre entre chimpancés en un zoológico; la matrioska intermedia explicaría ese consuelo que nos damos entre humanos cuando alguien se lleva una decepción, o lo ocurrido entre los macacos de Togian. Por último, la matrioska más exterior sería la empatía más genuinamente humana, es decir, la capacidad de ponerse por completo en la posición del otro, de idenficarse con su estado de ánimo en un momento determinado.

- Extender este concepto de empatía típicamente humana (altruismo, hacer algo por alguien sin esperar nada a cambio) a otras especies de animales que hasta la fecha no se pensaba que fueran capaces de mostrarla. Hasta los últimos tiempos, el altruismo de otros animales se explicaba como un caso particular de ogoísmo. Reforzaría este estudio, por tanto, algunas evidencias que se han venido observando en otras especies de unos diez años a hoy. Recordemos el estudio llevado a cabo en 2011 por la  psicóloga Inbal Ben-Ami Bartal, de la Universidad de Chicago (EE UU),  que mostró que las ratas preferían liberar a sus congéneres presas antes que comer chocolate solas.
Recordemos que, según De Waal, para encontrar el origen de la empatía hemos de remontarnos a la aparición de los mamíferos, puesto que, en cualquiera de ellos, una madre debía ser muy sensible a las manifestaciones de hambre o miedo de sus crías. Este sería un germen a partir del que la empatía habría evolucionado con una “continuidad”.
A favor de estas tesis parece mostrarse Teresa Romero, investigadora del comportamiento animal en la Universidad de Tokyo, cuando dice:
“Los humanos somos notables en nuestras habilidades cognitivas, cooperativas y emocionales. Lo que enfatizan los biólogos evolucionistas es que estas tendencias cognitivas, empáticas y cooperativas son continuas entre las especies.”
 Mientras que otros, como Fernando Colmenares, director del Grupo de estudio del comportamiento animal y humano en la Universidad Complutense de Madrid, son mucho más cautos:
“Si somos evolucionistas, puede parecer lógico que encontremos una versión rudimentaria de cualquiera de nuestras características en los chimpancés, pero este argumento es falaz. La evolución no es una línea, sino un árbol con saltos cualitativos. Lo que sostenemos los escépticos es que se puede llegar a Roma, a un mismo comportamiento, por caminos distintos. La empatía define nuestra humanidad. Y no tenemos ni pajolera idea de qué pasa por la cabeza de un mono.”
Y es que, para Colmenares, la situación descrita por el estudio que estamos comentando podría explicarse, simplemente, suponiendo que un macaco puede consolar a otro que ha sido agredido, no por empatía, sino para calmar sus propios nervios dando un abrazo. Desde mi punto de vista, esto dejaría este caso, de nuevo, como un ejemplo de altruísmo egoista, es decir, un caso particular de egoísmo.


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