Litografía de Federico Castellón, detalle. |
En la revista de estudios culturales
urbanos Bifurcaciones podemos leer la
justificación de dedicar un espacio a este relato de Poe: “El hombre de la
multitud, publicado originalmente en
1840, constituye un valioso testimonio acerca del espíritu que animaba la vida
en las metrópolis del siglo XIX. A lo largo de sus páginas, Poe describe con
vívida intensidad los pulsos y contradicciones que marcaron el nacimiento de la
moderna ciudad industrial –de la cual es heredera nuestra propia ciudad
contemporánea−,(…) Vale la pena recordar que, si intentáramos hacer una
arqueología de la figura del flaneur,
encontraríamos en esta 'pintura en movimiento' que nos hereda Poe su piedra de
toque, ya que fue precisamente este cuento el que motivó parte del trabajo
poético de Baudelaire, que luego utilizaría Walter Benjamin para darle forma a
ese vagabundo urbano de deriva consciente, figura urbana/moderna por
excelencia.[1]”,
palabras que explican sobradamente la inclusión de este texto literario en los
contenidos de la asignatura.
Podemos añadir aún otras: “Hombre y multitud. Singularidad y masa.
Individualidad de un rostro y muro de indescifrables siluetas[2]”,
a las que podríamos, quizá, añadir ya por nuestra cuenta: “…flâneur y urbe”.
Quiero ver en este relato un nuevo uso
metafórico del tránsito en la ciudad, el movimiento continuo de un hombre en la
multitud de la urbe, que sólo encuentra sosiego cuando está dentro en de ella
(de la multitud), y que, por el contrario, cuando los grupos se van haciendo
más pequeños sufre una inquietud creciente, inversamente proporcional al tamaño
de aquéllos. Ese caminar continuo, a veces (mientras hay multitud alrededor),
con un rumbo fijo, otras, más errático, de aquí para allá, deambulando, como
sin saber adónde se va (cuando la multitud va desapareciendo), nos recuerda esa
modificación de itinerarios por parte del individuo dentro de la “ciudad
habitada” frente a ese paseo por la “ciudad planificada”, con desplazamientos
fijos y pre-fijados, metáfora caminar-hablar descrita por de De Certeau. Quizá
nos quiera decir Poe que urbe y multitud son conceptos que van de la mano, y
que el individuo como tal (la individualidad, por tanto) no puede encontrar
acomodo. La urbe es multitud, y la multitud es tránsito. Si esto fuera así, uno
de los cinco ámbitos de la ciudad moderna occidental que señaló Hannerz, el
tránsito, se presenta como principalísimo, lo que está en consonancia con lo
que éste autor opinaba, puesto que daba especial importancia precisamente al
tránsito junto con el aprovisionamiento. Recordemos, para mayor abundamiento,
la frase de Max Weber en la película documental The City: la comunidad urbana es “una localidad y denso asentamiento de viviendas que forman una colonia
tan extensiva que el conocimiento personal recíproco de los habitantes no
existe.”
Condensemos en unas líneas el resumen
del relato: “Bien se ha dicho de cierto
libro alemán que (…) no se deja leer. (…) en un atardecer de otoño, hallábame
sentado junto a la gran ventana que sirve de mirador al café D…, (…) mirando
hacia la calle a través de los cristales velados por el humo. (…) una de las
principales avenidas de la ciudad, y durante todo el día había transitado por
ella una densa multitud. (…) una doble y continua corriente de transeúntes
pasando presurosos ante la puerta. (…) Bajando por la escala de lo que da en
llamarse superioridad social. (…) Pegada la frente a los cristales, ocupábame
en observar la multitud, cuando de pronto se me hizo visible un rostro. (…)
Nacía en mí un ardiente deseo de no perder de vista a aquel hombre, de saber
más sobre él. (…) salí a la calle y me abría paso entre la multitud en la
dirección que le había visto tomar. (…) Entramos al fin en una calle transversal
que, aunque muy concurrida, no lo estaba tanto como la que acabábamos de
abandonar. Inmediatamente advertí un cambio en su actitud. Caminaba más
despacio, de manera menos decidida que antes, y parecía vacilar. Cruzó
repetidas veces a un lado y otro de la calle, sin propósito aparente.(…) Un
nuevo cambio de dirección nos llevó a una plaza brillantemente iluminada y
rebosante de vida. (…) recobró al punto su actitud negativa.(…) Se abría camino
con firmeza y perseverancia. Me sorprendió, sin embargo, advertir que, luego de
completar la vuelta a la plaza, volvía sobre sus pasos. Y más me asombró verlo
repetir varias veces el mismo camino. (…) Con un gesto de impaciencia el
errabundo entró en una calle lateral comparativamente desierta. (…) corrió con
increíble velocidad por varias callejuelas sinuosas y abandonadas, hasta volver
a salir a la gran avenida de donde habíamos partido, la calle del hotel D…(…)
−Este viejo –dije por fin–(…) Se niega a estar solo. Es el hombre de la
multitud. Sería vano seguirlo, pues nada más aprenderé sobre él y sus acciones
(…) y quizá sea una de las grandes mercedes de Dios el que er lässt sich nicht
lesen.[3]”
No podemos sino estar de acuerdo con
Manuel Delgado cuando afirma que se trata de una “muestra de proto-etnografía
urbana”.
Fantástico blog que no conocía! por si quieres leer algo aqui te dejo el mío, que está empezando...
ResponderEliminarhistoriaenpaginas.blogspot.com
Un saludo!
Buenas noches Juan Alfredo, me alegro de que te guste el blog, y ¿cómo no iba a ser tu primer contacto con él, sino a través de esta entrada, 'El hombre de la multitud', del gran Edgar Allan? Por supuesto que visitaré tu blog.
ResponderEliminar¡Un fuerte abrazo!