sábado, 25 de abril de 2015

El hombre de la multitud (Edgar Allan Poe, 1840).



Litografía de Federico Castellón, detalle.
En la revista de estudios culturales urbanos Bifurcaciones podemos leer la justificación de dedicar un espacio a este relato de Poe: “El hombre de la multitud, publicado originalmente en 1840, constituye un valioso testimonio acerca del espíritu que animaba la vida en las metrópolis del siglo XIX. A lo largo de sus páginas, Poe describe con vívida intensidad los pulsos y contradicciones que marcaron el nacimiento de la moderna ciudad industrial –de la cual es heredera nuestra propia ciudad contemporánea−,(…) Vale la pena recordar que, si intentáramos hacer una arqueología de la figura del flaneur, encontraríamos en esta 'pintura en movimiento' que nos hereda Poe su piedra de toque, ya que fue precisamente este cuento el que motivó parte del trabajo poético de Baudelaire, que luego utilizaría Walter Benjamin para darle forma a ese vagabundo urbano de deriva consciente, figura urbana/moderna por excelencia.[1], palabras que explican sobradamente la inclusión de este texto literario en los contenidos de la asignatura.

Podemos añadir aún otras: “Hombre y multitud. Singularidad y masa. Individualidad de un rostro y muro de indescifrables siluetas[2]”, a las que podríamos, quizá, añadir ya por nuestra cuenta: “…flâneur y urbe”.

Quiero ver en este relato un nuevo uso metafórico del tránsito en la ciudad, el movimiento continuo de un hombre en la multitud de la urbe, que sólo encuentra sosiego cuando está dentro en de ella (de la multitud), y que, por el contrario, cuando los grupos se van haciendo más pequeños sufre una inquietud creciente, inversamente proporcional al tamaño de aquéllos. Ese caminar continuo, a veces (mientras hay multitud alrededor), con un rumbo fijo, otras, más errático, de aquí para allá, deambulando, como sin saber adónde se va (cuando la multitud va desapareciendo), nos recuerda esa modificación de itinerarios por parte del individuo dentro de la “ciudad habitada” frente a ese paseo por la “ciudad planificada”, con desplazamientos fijos y pre-fijados, metáfora caminar-hablar descrita por de De Certeau. Quizá nos quiera decir Poe que urbe y multitud son conceptos que van de la mano, y que el individuo como tal (la individualidad, por tanto) no puede encontrar acomodo. La urbe es multitud, y la multitud es tránsito. Si esto fuera así, uno de los cinco ámbitos de la ciudad moderna occidental que señaló Hannerz, el tránsito, se presenta como principalísimo, lo que está en consonancia con lo que éste autor opinaba, puesto que daba especial importancia precisamente al tránsito junto con el aprovisionamiento. Recordemos, para mayor abundamiento, la frase de Max Weber en la película documental The City: la comunidad urbana es “una localidad y denso asentamiento de viviendas que forman una colonia tan extensiva que el conocimiento personal recíproco de los habitantes no existe.

Condensemos en unas líneas el resumen del relato: “Bien se ha dicho de cierto libro alemán que (…) no se deja leer. (…) en un atardecer de otoño, hallábame sentado junto a la gran ventana que sirve de mirador al café D…, (…) mirando hacia la calle a través de los cristales velados por el humo. (…) una de las principales avenidas de la ciudad, y durante todo el día había transitado por ella una densa multitud. (…) una doble y continua corriente de transeúntes pasando presurosos ante la puerta. (…) Bajando por la escala de lo que da en llamarse superioridad social. (…) Pegada la frente a los cristales, ocupábame en observar la multitud, cuando de pronto se me hizo visible un rostro. (…) Nacía en mí un ardiente deseo de no perder de vista a aquel hombre, de saber más sobre él. (…) salí a la calle y me abría paso entre la multitud en la dirección que le había visto tomar. (…) Entramos al fin en una calle transversal que, aunque muy concurrida, no lo estaba tanto como la que acabábamos de abandonar. Inmediatamente advertí un cambio en su actitud. Caminaba más despacio, de manera menos decidida que antes, y parecía vacilar. Cruzó repetidas veces a un lado y otro de la calle, sin propósito aparente.(…) Un nuevo cambio de dirección nos llevó a una plaza brillantemente iluminada y rebosante de vida. (…) recobró al punto su actitud negativa.(…) Se abría camino con firmeza y perseverancia. Me sorprendió, sin embargo, advertir que, luego de completar la vuelta a la plaza, volvía sobre sus pasos. Y más me asombró verlo repetir varias veces el mismo camino. (…) Con un gesto de impaciencia el errabundo entró en una calle lateral comparativamente desierta. (…) corrió con increíble velocidad por varias callejuelas sinuosas y abandonadas, hasta volver a salir a la gran avenida de donde habíamos partido, la calle del hotel D…(…) −Este viejo –dije por fin–(…) Se niega a estar solo. Es el hombre de la multitud. Sería vano seguirlo, pues nada más aprenderé sobre él y sus acciones (…) y quizá sea una de las grandes mercedes de Dios el que er lässt sich nicht lesen.[3]

No podemos sino estar de acuerdo con Manuel Delgado cuando afirma que se trata de una “muestra de proto-etnografía urbana”.



[1] www.bifurcaciones.cl/006/reserva.htm
[2] Comentario de Juan Carlos Méndez Guédez al texto de Poe en la edición de Páginas de Espuma, de los Cuentos Completos. Edición comentada, del propio Edgar Allan Poe.
 [3] No se deja leer.

2 comentarios:

  1. Fantástico blog que no conocía! por si quieres leer algo aqui te dejo el mío, que está empezando...
    historiaenpaginas.blogspot.com
    Un saludo!

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  2. Buenas noches Juan Alfredo, me alegro de que te guste el blog, y ¿cómo no iba a ser tu primer contacto con él, sino a través de esta entrada, 'El hombre de la multitud', del gran Edgar Allan? Por supuesto que visitaré tu blog.
    ¡Un fuerte abrazo!

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