sábado, 25 de abril de 2015

The City (Ralph Steiner y Willard Van Dyke, 1939)



Tal y como señala la profesora Montserrat Cañedo en el foro de la asignatura, la película se configura en torno al eje campo-ciudad, un par conceptual bastante cargado de valores del tipo: el campo, humano; la ciudad, deshumanizada, carga de valores que a veces justifica añadidos al concepto ciudad como aquel de ‘ciudad jardín’ como una “especie de solución al juicio moral que va implícito en esta distinción[1].

La manera de entender la metáfora del organismo respecto de la ciudad puede venir de otras múltiples pequeñas metáforas como lo son ‘las arterias del cuerpo versus las arterias de la ciudad (calles y circunvalaciones)’, ‘un corazón palpitando versus el ritmo frenético de la ciudad’, o ‘células reproduciéndose versus la ciudad creciendo’, entre otras[2].

Es interesante señalar que los comentarios del documental son de Lewis Mumford, el sociólogo, historiador y urbanista estadounidense, del que podemos recordar que fue inspirador del concepto de ‘ciudad jardín’ y que ya antes del rodaje de The City era un reputado crítico en arquitectura y urbanismo, y había publicado obras en este terreno como La historia de las utopías (1922) y Sticks and Stones (1924).

Comienza el documental con escenas idílicas del campo, bien aderezadas con una música suave y evocadora: casas amplias con jardín, una granja con un molino de agua, escenas de niños nadando en el río, un carro tirado por un caballo… Quién no querría vivir aquí, y vivir así, parecen estar diciéndonos estas escenas. Del crisol del herrero, en el campo, en el pueblo, pasamos, en un fundido estupendo, a la producción masiva, industrial, en la fábrica de la ciudad. Una nueva metáfora, y es curioso que se emplee el crisol para pasar de un contexto al otro (¿es una referencia al crisol de razas, meelting pot, en que se convertirían algunas ciudades americanas con la inmigración creciente, primero del campo a la ciudad y, luego, viniendo de la vieja Europa, según la terminología de algunos teóricos de los flujos migratorios?); ‘máquinas para hacer máquinas…mejor y mejor…más y más rápido’, son algunas de las proclamas, cada vez más aceleradas, que el narrador va desgranando tras las escenas industriales. Efectivamente, se va presentando la ciudad contra el campo, y se va haciendo en términos morales. Esta es una cuestión a la que los antropólogos deben hacer frente con la mayor objetividad posible. Presentar conceptos por oposición y añadiendo juicios morales influirá sobre nuestro trabajo y lo cargará de subjetividad. Este es un gran tema para el trabajo de campo y la necesaria reflexividad que debe acompañarle. En estas primeras escenas, el campo es presentado como un organismo sano (tranquilidad, productos directamente del campesino a la tienda del pueblo, cielo limpio y río transparente en el que los niños juegan, …), y la ciudad como un organismo enfermo (aceleración, máquinas fabricando máquinas, cielo polucionado por la industria, el humo de las chimeneas fabricando la prosperidad, la eficiencia por encima de todo, bajo la premisa ‘más rápido y mejor’, niños jugando, ahora, sobre las vías del tren, suciedad por todas partes y la enfermedad acechando…). Multitudes por la calle, multitudes saliendo por la boca del metro, que nos hacen recordar aquellas escenas de ‘Tiempos Modernos’ (Modern Times, 1936) de Charles Chaplin que hacía transformar a esas personas en rebaños de ovejas.

Tras este contraste tan acusado, el documental nos presenta la Green city (ciudad verde). Como dice Montserrat Cañedo, ahora la oposición campo-ciudad se va desdibujando y se nos presenta esta ciudad verde como el modelo que permite ‘la colaboración de las máquinas, el hombre y la naturaleza’. Termina diciéndonos, en lo que podríamos calificar como una frase ingenua (¿o quizá también cargada de juicio moral?),  the choice is yours’ (la elección es suya), como si el decidir vivir en estas áreas residenciales donde el documental da a entender que hay más calidad de vida fuera una mera cuestión de voluntad. Podemos recordar aquí algunas de las teorías que inspiraron la preocupación por la problemática social de la ciudad, teorías que pretendieron revelar con valor universal los principios de diferenciación residencial[3]: la “teoría subsocial”, inspirada en los trabajos de los ecólogos clásicos y neoclásicos de Chicago (Burgess, Park , McKenzie, Wirth y Zorbaugh), que defendió una estructura residencial en zonas concéntricas, cuyo rango social aumenta de dentro a afuera, situación en la que los individuos decidirían sus lugares de residencia por intereses personales y familiares que se resuelven según su capacidad económica y los precios de mercado del suelo; la “teoría de los valores sociales”, propuesta por Firey (1947), que hacía depender la diferenciación residencial de los sentimientos que determinan el comportamiento humano. Así, los contrastes residencias quedarían justificados por diferencias de creencias religiosas y políticas, por desiguales concepciones sobre la organización familiar y por el efecto demostración que juegan las élites dirigentes y las ideologías de los profesionales sobre el conjunto de la sociedad; y la “teoría del análisis de áreas sociales”, que plantearon Shevsky, Williams y Bell (1949 y 1955), que relacionaba los contrastes residenciales con los ejes de diferenciación dominantes en la sociedad: el estatus social, la etapa dentro del ciclo familiar y el lugar de origen, ejes de diferenciación social a los que Mc Elrath añadió un cuarto, el estatus de migración (1968).

Repasar este documental me parece especialmente atractivo porque nos permite actualizar a Lewis Mumford, del que si recordamos algunos pasajes de su gran obra La ciudad en la historia[4], podemos rescatar algunas llamadas de atención que aquél hizo y que son, creo, plenamente vigentes hoy. Aquí cobra de nuevo protagonismo el cronotopo del ‘organismo’, puesto que Mumford, en esa obra, se permite hablar de la ciudad en términos ‘biológicos’, que hoy, quizá, traduciríamos por ‘sostenibles’. Así, para Mumford, la ciudad es como un gran organismo vivo que necesita descansar para recuperarse. La gran ciudad moderna vive un metabolismo frenético y despilfarrador en cuanto a evacuación de residuos, abastecimiento de energía y agua, y servicios de transporte, sin el que difícilmente existiría. La ciudad hipertrofiada e inhumana que describía, allá por los primeros años 60 del siglo pasado, es, más que nunca, la urbe en la que habitamos hoy, y, ya entonces para este autor, esta situación señalaba el cambio de un sistema orgánico a un sistema mecánico, de un crecimiento con sentido a una expansión sin finalidad. 

Podemos ver la película en el siguiente enlace:






[1] En palabras de la propia profesora.
[2] Metáforas que se pueden ver en ‘Organismo urbano’ (de Bruno Nicko), vídeo experimental que compara el movimiento de un espacio urbano con un organismo vivo, grabado con una DVX100B escondida dentro de una maleta. Fuente: http://vimeo.com/46707291.
[3] La elaboración de esta párrafo desde aquí al final del mismo se ha hecho a partir del texto Geografía humana, Sociedad, Economía y Territorio, de los profesores de la Uned Manuel Antonio Zárate Martín y María Teresa Rubio Benito, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2005.
[4] The City in History, 1961.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página.