jueves, 26 de marzo de 2015

El Cerro de San Miguel en Granada: Un acercamiento desde la Antropología Visual



Reseña:

Granada es una ciudad hermosa. Los que llevamos media vida viviendo en ella, a veces lo olvidamos. Entonces viene un amigo, o un familiar, al que conduces, a modo de cicerón, por las calles, y te hace recordar. Una de sus bellezas singulares son las vistas panorámicas desde diversos miradores del barrio alto del Albaicín. Desde  ellos se ve la ciudad en todo su esplendor: la Alhambra, la catedral, sus dos ríos, apenas hilillos en el estío, la vega al fondo y su amplia área metropolitana. Mirador de San Nicolás, de la Lona, de San Miguel, son algunas de estas atalayas. Y hay otra, natural, más salvaje, apenas urbanizada y más alta: es el Cerro de San Miguel. Y en este lugar hay unas cuevas; para algunos simples agujeros, ratoneras abiertas de manera natural en el terreno; para otros, viviendas. Y, en torno a ellas, muchos problemas: de acceso a las mismas, de salubridad, de titularidad, de idas y venidas administrativas y burocráticas, y… de desalojos. Ya se produjo uno en 2007, y, más recientemente, en marzo de 2014, se ha vuelto a repetir esta situación.

Pretendemos documentar fotográficamente este lugar y esta situación. Y lo queremos hacer, en la medida de lo posible, con la colaboración de los afectados: personas que por diversos motivos (decisión personal, modo alternativo de vida, obligados por problemas económicos y de acceso a una vivienda, principalmente) viven en esta zona, o lo intentan al menos.

Previamente, y como marco teórico de este trabajo, haremos un recorrido histórico por la Antropología visual como disciplina, y un acercamiento conceptual a la ciudad desde una mirada fotográfica.

Palabras clave: mirada fotográfica, fotografía participativa, etnografía cooperativa, participación ciudadana.
Índice:

1.      Un breve recorrido histórico por la Antropología visual y algún comentario sobre el futuro de la disciplina, de la mano de Jay Ruby y Sarah Pink.
2.      Un acercamiento a la ciudad desde la mirada fotográfica.
3.      Fotografiando la singularidad (1): El trabajo de Àlex Llovet como referencia.
4.      Fotografiando la singularidad (2): El Cerro de San Miguel en Granada.
5.      Consideraciones finales a modo de conclusión y alguna reflexión de futuro.
6.      Fuentes.

***

1.      Un breve recorrido histórico por la Antropología visual y algún comentario sobre el futuro de la disciplina, de la mano de Jay Ruby y Sarah Pink. 

Pretendemos responder a las siguientes preguntas: ¿En qué consiste la Antropología visual  y cuál es su campo de estudio? ¿Qué futuro más inmediato se vislumbra para esta reciente disciplina antropológica?

Respecto de la primera pregunta, y siguiendo a Jay Ruby[1], podemos iniciar diciendo que la Antropología visual  proviene de la creencia en que la cultura se manifiesta a través de símbolos visibles encajados en gestos, ceremonias, rituales y artefactos situados en entornos naturales o construidos (…) Si uno puede observar la cultura, los investigadores debieran ser capaces de emplear tecnología audiovisual para grabarla como datos sujetos a análisis y presentación” (Ruby, 1996: 155)[2]. Por otro lado, y desde un punto de vista positivista, las fotografías pueden superar las limitaciones de la conciencia humana y dar testimonio de la realidad con un alto nivel de veracidad de la información captada.

Jay Ruby destaca cómo las grabaciones y fotografías “están siempre preocupadas por dos cosas: la cultura de los filmados y la cultura de quienes filman” (Ruby, 1996: 156), y aunque los antropólogos visuales trabajan en un amplio abanico de áreas (comunicación no verbal, entorno construido, representaciones rituales y ceremoniales, danza, arte, y cultura material, entre otras) hay un consenso en admitir que en este campo, la materia que nos ocupa carece de una tradición comúnmente aceptada, de tal manera que la Antropología visual no ha sido totalmente incorporada en las principales corrientes de la disciplina. Tal es así, que los antropólogos visuales se vinculan, más con otros profesionales tales como sociólogos visuales, estudiosos culturales, teóricos del film, historiadores de la fotografía, que con otros antropólogos culturales.

Los pioneros en los estudios antropológicos de las imágenes, desde el cine, la televisión y otros medios de comunicación de masas, fueron, allá por los años cuarenta del siglo pasado, Gregory Bateson, Margaret Mead y Rhoda Metraux.

Respecto de la fotografía etnográfica, igualmente carece de una articulación teórica y metodológica adecuada, siendo la principal función de las fotografías, cuando se toman en el terreno, la de ayudar a la memoria, y, al igual que las notas de campo,  permitir reconstruir eventos de manera más fiel en la mente del etnógrafo; aunque, desde un punto de vista formal, hay que admitir que las fotografías que toman los antropólogos no se pueden distinguir de las que se toman de manera automática, o de las que son tomadas por turistas. Por último, es de destacar cómo algunos sociólogos etnográficos han ayudado a desarrollar lo que podemos denominar fotoetnografías (Douglas Harper y otros de la International Sociology Association).

Y el film etnográfico, ¿qué es?, y, aún más,  ¿casan ambas palabras juntas, film y etnográfico?  Tampoco hay consenso al responder a estas preguntas. Respecto de la primera, sobre su naturaleza, algunos responden que se trata de un documental sobre gente exótica, elaborado con una mirada etnográfica. Respecto de la segunda, para algunos autores sí que casan, puesto que piensan que todo film es etnográfico; para otros no, y restringen el uso del adjetivo etnográfico para aquellos documentales realizados por o en asociación de antropólogos. Así, las realizaciones de no-ficción adolecen de una estructura conceptual suficiente que estructure la tarea de los antropólogos, siendo, como consecuencia, las primeras realizaciones etnográficas (un solo episodio registrado en un carril) difícilmente distintivas de la realización teatral.

Si a lo anterior le unimos los conflictos existentes sobre las convenciones estéticas de la filmografía así como las exigencias académicas positivistas de los datos investigados, concluimos con una realidad poco alentadora para la disciplina, pero que, a su vez, supone un reto para los investigadores de hoy: los films están subutilizados como técnica analítica. Hay que superar la creencia de algunos etnógrafos de que únicamente son científicas (y, por tanto, válidas) las grabaciones de un solo tiro a nivel de ojo, con mínimo movimiento de cámara y cubriendo el evento en el tiempo real del episodio

Otros hitos en la reciente historia de nuestra disciplina lo constituyen los proyectos ‘Enciclopedia Cinematográfica’ (puesto en marcha en 1950 por el Institut fur den Wissenschaftlichen Film, en Göttingen, Alemania), así como el Human Studies Film Archieves, en la Smithsonian Institution en Washinton, D.C., ambos centros ocupados en estudiar el comportamiento que ha sido filmado y en el archivo del mismo.

A pesar de todo, hay que constatar que son muy pocos los antropólogos que en su trabajo etnográfico utilizan grabaciones de cuadros en movimiento que son producidos por otras personas.

Hagamos recuento (siguiendo a Ruby) de algunos films que podríamos calificar, si no de etnográficos propiamente hablando, sí con interés etnográfico; en estricto orden cronológico: In The Land of The Head Hunter (In the Land of the War Canoes)[3] (1914) de Edward Curtis, épica romántica de los Kwakiutl filmada por el British Columbia, y que supuso el precedente de Nanook of the North[4] (1922) de Robert J. Flaherty, relato de la dura vida de una familia Inuit en un entorno muy adverso; Moana[5] (1926), segunda película de Flaherty. Chang: A Drama of the Wilderness[6] (1927), de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack; y The Silent Enemy: An Epic Of The American Indian[7] (1930), de H. P. Carve.

Con la llegada del cine sonoro, se produce el traslado de los profesionales al estudio de grabación y el abandono de la aventura de rodar culturas exóticas y lejanas, situación que se mantiene hasta la década de los setenta del siglo pasado.

Cabe preguntarse: ¿y los antropólogos? ¿Dónde quedan en esta década de los años veinte y treinta del siglo XX? Pues hay que decir que únicamente rodaron o produjeron unos pocos films etnográficos, situación a la que la rápida desaparición de los nativos, de un lado, y del folclor de occidente, de otro, no ayudaron especialmente. Por todo ello, hubo que esperar hasta después de la Segunda Guerra Mundial para encontrar películas realizadas por antropólogos. Algunos ejemplos que podemos citar son: The Hunters[8] (1957) y N’ai, The Story of a !Kung Woman[9] (1980), ambos de John Marshall; Dead Birds[10] (1963), de Robert Garner, antiguo socio de Marshall. La particularidad de esta película es que fue un proyecto en el que etnógrafos, un novelista y un realizador describen la misma cultura, lo que permite al espectador hacer comparaciones. No obstante, las películas de Gadner son fuente de controversia para algunos antropólogos que califican su estilo de evocativo, y su trabajo, en conjunto, como demasiado implícito; The Feast[11] (1968), Ax Fight[12] (1971) y A Man Called Bee: A Study of The Yanomamo (1972), son films sobre los Yanomamo de Venezuela, creados por el por entonces director del Center for Visual Anthropology de la Universidad de California del Sur, Timothy Asch, en colaboración con el antropólogo Napoleón Chagnon[13]. Son sólo tres ejemplos de una serie de documentales más extensa, que incluía, además de más rodajes de los yanomamo, otros en Indonesia, como The Water of Words (1983), junto a James Fox, y en Bali, Releasing the Spirits (1990), en colaboración con Linda Conner.

En cuanto a Europa, el antropólogo y realizador francés Jean Rouch, precursor de la Nouvelle Vague, fue un pionero en la creación de películas etnográficas. Así, su película Chronique d’un été (1961), realizada junto con el sociólogo Edgar Morin es considerado el primer film de Cinema vérité (que rechaza el discurso narrativo clásico del cine hollywoodiense, por irreal, y tiende a presentar personajes y situaciones de la vida real donde las cosas que pasan no siempre tienen un mensaje o propósito claro, sino que, en cambio, son vagas y misteriosas).

Respecto de medios gráficos que se han dedicado o se dedican a los estudios de antropología visual, tenemos: Studies in Visual Communication (1974-1985), Visual Anthropology (1987), y Visual Anthropology Review (1986), publicaciones, que lo fueron, o lo son, trimestrales.

Para ir terminando con esta introducción a la asignatura, recordemos las siguientes palabras de Jay Ruby a modo de reivindicación de la disciplina antropológica visual: “La Antropología es una disciplina empujada por palabras. Ha tendido a ignorar el mundo visual (…) tal vez por la desconfianza [acerca] de la habilidad que tienen las imágenes para expresar ideas abstractas. Cuando se trabaja en una etnografía, el investigador debe transformar la compleja experiencia del trabajo de campo en palabras, en un libro de notas, y, luego, transformar esas palabras en otras, cambiándolas a través de métodos analíticos y teorías. Este acercamiento logocéntrico al entendimiento niega mucho de la experiencia multisensorial que significa tratar de conocer a otra cultura. La promesa de la antropología visual puede ser capaz de proveer una manera alternativa de percibir la cultura construida a través de las lentes.” (Ruby, 1996: 166)[14].

Para tratar de dar respuesta a la segunda pregunta que planteábamos al inicio de este epígrafe, ¿Qué futuro más inmediato se vislumbra para esta reciente disciplina antropológica?, nos acercaremos a las ideas y propuestas, si bien de manera resumida, de Sarah Pink[15]. Ella habla de salidas y oportunidades para esta rama de la Antropología en este momento en que nos estamos adentrando en el siglo XXI, y pone de manifiesto, negro sobre blanco, lo que piensa que es un hecho constatable: “ (…) la cada vez más amplia utilización de [los] métodos etnográficos visuales de la investigación y la representación en las subdisciplinas ‘visual’ a través de las ciencias sociales y las humanidades” (Pink, 2006: 3). Por otro lado habla de explotar las posibilidades que ofrecen el vídeo digital y la hipermedia para desarrollar nuevas prácticas etnográficas, y aprovecharlas tanto en el trabajo teórico de escritura antropológica como en el trabajo de campo, en la práctica. Además, el trabajo etnográfico desde lo visual puede comunicarse con mucha eficacia hacia cualquier audiencia.

Más allá de que el desarrollo en los últimos años de la Antropología, desde un punto teórico y también práctico, haya sido bastante desigual, es decir, se haya desarrollado de manera distinta en diferentes lugares, propone Sara Pink que se contemple a los antropólogos visuales, en el futuro más inmediato, como profesionales creativos de una subdisciplina académica, es decir, como un tipo de comunidad de la práctica (según la define Wenger et al.: como “grupos de personas que comparten una preocupación, un conjunto de problemas, o una pasión sobre un tema, y que profundizan en su conocimiento y experiencia en esta área mediante la interacción de manera continua”) (Ibíd.: 4)[16], de la creatividad, la innovación y el debate que todo esto implica.

Sin hacer una crítica a la Antropología visual, esta autora sí que propone un acercamiento crítico que ha de ser entendido como un llamamiento a los antropólogos de este campo de conocimiento para que se adentren en áreas que anteriormente no han sido suficientemente discutidas o investigadas. Y esto entendiendo que el principio de lo que es un nuevo siglo (y un nuevo milenio, añadiríamos) puede proporcionar un contexto inspirador para, haciendo uso de desarrollos teóricos y metodológicos contemporáneos procedentes de dentro y fuera de lo académico, poder asegurar el futuro de esta disciplina. Incluso, propone Sarah Pink, algunos temas del contexto contemporáneo especialmente pertinentes para consolidar el futuro de lo visual en Antropología: como ejemplos podemos citar el contexto interdisciplinario, la antropología de la experiencia y los sentidos aplicada a la antropología visual, y los nuevos medios visuales y digitales.

De una manera más precisa, la obra de Sarah Pink desarrolla la idea de lo que ella denomina “Puesta en marcha del Visual” (Ibíd.: 20), cuatro retos (que se pueden contemplar también como oportunidades) para la antropología visual contemporánea, que, además, están conectados entre ellos: una etapa interdisciplinaria donde los métodos visuales son cada vez más populares; desarrollos en la teoría antropológica; la demanda de una antropología visual aplicada; y, por último, las nuevas posibilidades que los medios digitales ofrecen en la investigación y la representación. Estos cuatro desafíos,  además,  más que constituir la única base sobre la que discutir el futuro de la Antropología visual, deben ser contemplados como un punto de inicio para comenzar a estudiar sus posibilidades.

Como colofón, la autora otorga un papel de primer orden a la Antropología visual en el seno de “una antropología comparativa renovada, como una canalización de la responsabilidad pública de los antropólogos, y como un jugador singular en una ciencia social interdisciplinaria.” (Ibíd.: 20).

2. Un acercamiento a la ciudad desde la mirada fotográfica.

Como nos recuerda Jay Ruby (Ruby, 1996: 163,164) y también José Ignacio Lorente Bilbao, siguiendo la idea de ‘cámara participativa’ en el cine documental y etnográfico introducida por Jean Rouch (El hombre y la cámara, 1995), “ (…) estamos empezando a asumir que los seres humanos construyen e imponen su sentido al mundo, son creadores de orden, y de ahí que la antropología como ciencia interpretativa trate de considerar los datos no como una propiedad de los entes, sino más bien como un artefacto producto de las cuestiones que se están investigando. Así, la antropología no resultaría un conjunto de proposiciones sobre la humanidad, sino también el producto de una cultura en particular, con su historia y un conjunto de ideas sobre sí misma. (…) La mirada sobre la ciudad que ejerce el cinematógrafo expone así mismo un sistema de pensamiento al incorporar un punto de vista determinado por el mismo efecto que trata de producir. La imagen de la ciudad refleja nuestra propia mirada.” (Lorente Bilbao, 2003: 56).

Creemos que lo dicho para el cinematógrafo es cierto también para la cámara fotográfica; al fin y el cabo aquél no es más que veinticuatro fotografías por segundo. Hablaríamos, entonces, de “la fotografía participativa como medio de investigación y análisis social” (González Granados, 2011: 147). Tras los debates desde su invención (hacia la mitad del siglo XIX[17]) acerca de si la fotografía es una ventana desde la que se ven las cosas tal como son, desde hace un tiempo se analiza el punto de vista del que toma la foto que “intencionalmente separa una parte de la realidad al inmortalizar un momento determinado. (…) [Así] se pasó de pensar en la fotografía como ventana a la fotografía como espejo, que nos revela mucho más del sujeto que aprieta el disparador de lo que a primera vista parece” (Ibíd.: 147). Siguiendo a esta autora, tras esta introducción contextual, trataremos de hacer un reportaje fotográfico, acompañado de la literatura mínima e imprescindible para dar continuidad a las fotos, tratando que la estrategia visual haga que la foto por sí sola transmita un mensaje determinado, pero no sólo eso, sino buscando usar “la capacidad de las imágenes para contar historias, para ser transmisoras de discurso, para remover algo en nosotros que impulse un interés por saber más” (Ibíd.: 147); tratando, en última instancia de usar una particular característica de la fotografía: su capacidad para hacer reflexionar de manera diferente al lenguaje escrito, como ‘metáforas visuales (…) que comunican, no a través del paradigma realista, [sino] a través de la expresividad lírica[18] (Ibíd.: 148).

La fotografía participativa “consiste básicamente en transferir la cámara fotográfica a un grupo de personas que quieran participar en esta experiencia, y realizar un trabajo extenso en el campo que permita registrar, observar y sistematizar este proceso que subyace al acto fotográfico” (Ibíd.).

Quizás, para conseguir lo anterior y, sobre todo, que la fotografía hable por sí sola, pueda ser interesante tener como referencia el trabajo del músico y fotógrafo Àlex Llovet sobre Mas Sauró, el denominado ‘barrio secreto’ de Barcelona, que pasamos a detallar en el punto siguiente.

3. Fotografiando la singularidad (1): El trabajo de Àlex Llovet como referencia.

Al tratar de tener como referencia el trabajo de este artista he pretendido seguir los pasos de aquello que propusieron los Etnógrafos de Chicago, a primeros del siglo pasado, y que denominaron ‘etnografía cooperativa’, entendiendo por ésta la manera en la que los diversos estudios de caso de distintos autores de esta escuela, allá por los años del primer tercio del siglo pasado, componían un mosaico, en el que cada uno de ellos contribuía con una pieza al conjunto y servía de contexto para los demás. Estamos hablando de obras como The Hobo (Nels Anderson, 1923), The Gang (La pandilla, Frederic M. Thrasher, 1927), The Ghetto (Louis Wirth, 1928), o Taxi-Dance Hall (Paul G. Cressey, 1932), entre otras (Hannerz, 1986). Desde un punto de vista más modesto, puesto que aún me considero un etnógrafo en ciernes, pretendo ir construyendo poco a poco un mosaico de las singularidades de distintos barrios y problemáticas de la ciudad de Granada. Una primera pieza fue el pequeño estudio de caso propuesto para la asignatura Paisajes Culturales. Apropiaciones de la ciudad., desarrollada en el primer semestre del Máster y que denominé: La propuesta de un barrio inteligente se presenta a un concurso internacional. En el presente trabajo propongo otro estudio de caso alrededor de la problemática planteada por unas cuevas ocupadas, desalojadas por la autoridad municipal, y vueltas a ocupar en diversas ocasiones en los últimos años en un lugar singular, también de la ciudad de Granada: el Cerro de San Miguel.

El segundo aspecto en el que pretendo hablar de etnografía cooperativa ya no sería según el modelo propuesto por los etnógrafos de la Escuela de Chicago, que hicieron trabajo de campo en esa ciudad. Desde mi punto de vista, sería algo parecido pero ahora referido a trabajo de campo aprovechando las experiencias dentro de una misma disciplina (en este caso la Antropología visual), desarrollada en los mismos lugares o en distintos, pero mediante la misma o las mismas herramientas. El motivo de traer a colación, a modo de referencia, el trabajo de Àlex Llovet lo justifico al tener éste, como base, el soporte visual de la fotografía.

El proyecto que este fotógrafo ha denominado ‘Querido vecino,’ comienza con las siguientes palabras: “Bienvenidos a Mas Sauró, un barrio muy peculiar. Pertenece a Barcelona pero está fuera de ella, escondido tras la montaña del Tibidabo, en pleno bosque de Collserola” (Llovet, 2013). Durante todo el año 2013 Llovet realizó un censo fotográfico de un barrio que podríamos llamar casi secreto, a unos doce minutos en tren de la gran ciudad, pero aislado y escondido de ella, en el que viven unas 160 familias de distintas partes del mundo. La arquitectura es bastante peculiar y heterogénea: “desde chabolas y casas muy sencillas hasta chalés contemporáneos, pasando por casas de madera, una tienda tipi, dos masías  o una casa modernista catalogada” (Ibíd.). Continúa Llovet: “Durante el 2013 me dediqué a visitar casa por casa a todos mis vecinos. Le hice un retrato a cada familia con una vieja cámara Hasselblad de película, y la luz natural de cada lugar, hasta obtener un total de 140 imágenes. También le hice una entrevista a cada uno de ellos, para luego resumir cada charla en un pequeño texto en forma de tuit, que acompaña a cada una de las fotografías.” (Ibíd.).

Esta idea de ir intercalando algunos pequeños textos, explicativos o las propias palabras de quienes intervienen en las fotografías (si los hay) pero en formato muy breve, ayudaría a lo que decía González Granados de la capacidad de las imágenes para contar historias y transmitir discursos que hagan que quien las vea desee saber más. Estaríamos satisfechos si nuestra narración fotográfica sobre el barrio del Cerro de San Miguel despertara el deseo de conocer más sobre su situación y problemática actuales.

Sobre Mas Sauró se cierne el peligro de la especulación inmobiliaria, y ha sido el temor a la desaparición del barrio lo que ha llevado al fotógrafo a realizar este trabajo, amén claro está, de su propia inquietud artística. Y algo parecido está pasando con el Cerro de San Miguel, límite natural entre los emblemáticos barrios del Albaycin y del Sacromonte, ambos declarados Patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Reproduzco a continuación algunas fotos de este artista[19].

Antonio, Jorge, María Fátima, Milton Rafael, Antonio, Kevin y Sara - 14/07/2013" ¡Mi hobby es buscar una viuda!", dice Antonio (izquierda), uno de los vecinos de Mas Sauró (© Álex Llovet)

Radek Y Verónica - 15/07/2013 "Desearía que los humanos intenten buscar una vida consciente y responsable de sus actos", dice Radek (© Álex Llovet)

Teodoro y Ángeles - 29/03/2013- El tuit de Teodoro es; "Nunca fui al colegio. Con 7 años guardaba marranos en el pueblo. Un día se me escapó uno y el hijo del dueño me quería pegar. No volví más" (© Álex Llovet)
                     

 Álex - 23/02/2013- "Las piernas no son del cuerpo, decía mi abuela hablando del frío" (© Álex Llovet)


4. Fotografiando la singularidad (2): El Cerro de San Miguel en Granada.

El conocido como Cerro de San Miguel es una zona bastante peculiar en la ciudad de Granada. Situada entre los barrios del Albaicín y del Sacromonte, en San Miguel Alto, y con unas vistas sobre la ciudad privilegiadas. Y es que desde allí se domina toda la ciudad, al frente, la Alhambra y, tras ella, Sierra Nevada al sur este, y la vega y la zona metropolitana, una de las más amplias del país, al sur oeste.

Esta atalaya, verdadero paraíso para la vista, para la vida contemplativa y alejada del mundanal ruido urbano, sin estar apenas lejos del propio corazón de la ciudad, puede ser disfrutada por el paseante y por el turista ocasionales, pero en el día a día está reservado a unos cientos de habitantes que residen en sus más de sesenta cuevas diseminadas por el propio cerro.
Pero no todo resulta idílico en este barrio: el acceso hasta las cuevas, a pie, es tortuoso, en muchas de ellas la salubridad no está garantizada, y, además, hay riesgo de derrumbe debido al mal estado de algunas de las viviendas.

Además, la relación de estas cuevas con el Registro de la Propiedad no es la deseable tampoco, al menos desde la ortodoxia legal. Muchas de ellas nunca han estado registradas. Tradicionalmente, los inquilinos han esgrimido la propiedad de las mismas sin papeles de ningún tipo (salvo algún caso excepcional). La titularidad de la mayor parte de las mismas ha ido pasando de unas manos a otras: del Patronato de Santa Adela[20] a la empresa municipal Emuvyssa (Empresa Municipal de Vivienda y Suelo, S.A.), y, posteriormente, al Ayuntamiento de la ciudad. Hay vecinos que llevan años residiendo en ellas y otros (estudiantes, extranjeros o mendigos), gente apenas sin recursos y que no pueden afrontar el pago de un alquiler, y mucho menos de una hipoteca que los convierta, pasados los años, en propietarios, han encontrado, permítasenos la licencia, su madriguera en lo alto de este cerro.

En este contexto, los cierres y desalojos de estas viviendas por parte de la autoridad municipal han sido frecuentes y reiterados en los últimos tiempos. Una breve cronología nos haría recordar algunos eventos, como el desalojo y posterior tapiado con la intervención de la policía de diez cuevas en enero del año 2007. O la propuesta del Consistorio de cierre de 36 de las 56 cuevas censadas en agosto de 2010. O la orden de desalojo decretada, también por parte del Ayuntamiento, en diciembre de 2013, que fue parada por la oposición de unas 200 personas. Y, lo más reciente, el desalojo y tapiado de siete cuevas durante el mes de marzo de 2014, cuevas que volvieron a ocuparse cuatro días después.

En este breve trabajo no pretendo entrar en cuestiones legales de derechos de propiedad sobre estas viviendas, ni en ninguna otra cuestión al respecto. Mi pretensión es documentar fotográficamente, primero, el sitio del que estamos hablando; segundo, cómo y de qué manera pueden atestiguar las imágenes fotográficas el modo de vivir de estos vecinos; y, tercero, el proceso último de desalojo y posterior ocupación recién comentado en el párrafo anterior. En cuanto a la metodología, y atendiendo a lo que hemos denominado ‘fotografía participativa’, he desarrollado la investigación fotográfica de manera mixta. Por un lado me he hecho acompañar por un vecino ya antiguo del lugar, al que le he pedido que me indique los lugares que consideraba más emblemáticos para fotografiar; en otros casos le he pedido que la fotografía la haga él mismo, y, además,  ha aportado alguna de su cosecha de momentos que yo mismo no pude documentar, como lo es el de la instantánea que recoge la imagen de la retroexcavadora iniciando el tapiado de las entradas de algunas de las cuevas. Por cierto, que ha querido permanecer en el anonimato y, por supuesto, he accedido a su deseo.

Un aspecto parcial del Cerro de San Miguel, donde se ubican las cuevas que podríamos calificar de la discordia, con viviendas del Albaicín Alto, en primer plano, y, ascendiendo, la muralla nazarí, que desde el siglo XVI delimita el cerco administrativo de la ciudad. Las cuevas están diseminadas a la izquierda y a la derecha de la muralla:

Por cierto, que la muralla nazarí, también es objeto de discordia entre vecinos de esta zona y el Ayuntamiento granadino. Un terremoto arrasó unos cuarenta metros de muralla en el siglo XIX y hasta 2005 ese hueco ha sido usado por vecinos de uno y otro lado para pasar, incluso con vehículos a motor, cosa que no está permitido hacer, por estar la muralla catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC) y, por lo tanto, protegida por la Ley de Preservación del Patrimonio. El caso es que un arquitecto de la ciudad, Antonio Jiménez Torrecillas, la rehabilitó, resultando una obra vanguardista que fue finalista del IV Premio Europeo del Espacio Público Urbano y ganadora del Premio Arquitectura Piedra 2006, pero que malamente permite el paso de personas a pie y en condiciones no demasiado favorables según vecinos del lugar. Y es que las quejas de los vecinos de toda la vida que ocupan las casas intramuros y de los propietarios de una nueva urbanización extramuros, construida a final de los años noventa del siglo pasado, obligaron a cambiar el proyecto original y abrir un paso que no figuraba en aquél.[21].

Algunas de las cuevas de las más de sesenta que hay diseminadas por el Cerro de San Miguel, vistas desde arriba y con el conjunto monumental de la Alhambra y los jardines del Generalife al fondo.

Un vecino ‘en la terraza’ de su vivienda:

 Podemos ver, de nuevo, la Alhambra al fondo y a la izquierda del observador. Justo debajo, el barrio del Albaicín y, más hacia la línea del horizonte, una parte del centro urbano.

El interior de una cueva:

 Según me relata mi guía y colaborador en la observación participante, desgraciadamente no todas las cuevas presentan este aspecto tan saneado. Más bien, ésta es una excepción.

Vecinos compartiendo vida:


La vida social colaborativa suele estar presente entre gran parte de los vecinos.

El desalojo, por parte de la autoridad local, en marcha (se tratan de anegar las entradas de las cuevas con maquinaria pesada, 20 de marzo de 2014):

 Según se puede leer en el Plan General de Ordenación Urbana del Ayuntamiento de la ciudad, el Cerro de San Miguel está marcado como un sistema general de espacios libres, lo que se puede entender, aunque jurídicamente hay controversias difícilmente reconciliables, como que el Consistorio puede expropiar los terrenos para gestionarlos. Según información de Valme Cortés, podíamos leer el 31 de marzo del presente año en el Diario El País lo siguiente: “La Consejería de Cultura autorizó la intervención, pero sin utilizar maquinaria pesada. Dio permiso para echar tierra, pero pedía que se asegurase la ventilación, para evitar desplomes, y que hubiera control arqueológico, ya que la zona está protegida y no es urbanizable.”

Los propios vecinos tratan de reabrir las cuevas recién tapadas por las máquinas (apenas unos días después de los hechos descritos por la foto anterior):


 Lo que la maquinaria pesada ha anegado, se intenta volver a sacar a la luz a golpe de pala y azada.

¿Violencia y/o intimidación antes de los desalojos?:

 Policía local con equipamiento de antidisturbios, medios de comunicación y algunos vecinos junto a una parte de la muralla nazarí.

Miembros de la Policía cargan contra un joven durante el desalojo. Fuente: A. A 21/03/2014 EFE

Hay otras escenas de grupo de lo que podríamos calificar, quizá, como resistencia cotidiana en la terminología de lo que el politólogo James Scott llamó ‘las armas de los débiles’ (en su obra Weapons of the weak, de 1985). O, incluso, claramente como ‘resistencia antisistema’, según el concepto acuñado por Richard Robbins en 2002.

5. Consideraciones finales a modo de conclusión y alguna reflexión de futuro.

La segunda parte del presente trabajo ha pretendido ser un pequeño acercamiento a lo que Sarah Pink denominó (y hemos señalado en el punto segundo) ‘Puesta en marcha del Visual’. Mi principal deseo ha sido que las imágenes hablen por sí solas, que puedan explicar con el menor texto posible una situación etnográfica concreta.

Recordando las palabras de Jay Ruby de la página seis sobre el hecho de que la Antropología ha tendido a ignorar el mundo visual, he tratado de hacer un acercamiento a un estudio de caso algo más allá de la tradicional labor, usando una palabra de este autor, logocéntrica.

Por otro lado, pensando en el futuro inmediato, y siguiendo con ese concepto de ‘etnografía cooperativa’ que he comentado en las páginas ocho y nueve, pretendo seguir haciendo otros estudios de caso en la ciudad de Granada, para ir añadiendo piezas a ese mosaico que sería la urbe. El siguiente será sobre el  barrio del Zaidín, situado en la zona sudeste de la ciudad de Granada y que surge en los años 50 del siglo XX con la creación de viviendas sociales a través del Patronato Santa Adela (citado ya en este ensayo), y que se extiende en años sucesivos por la zona de la vega sur granadina acogiendo a una nueva población de clase media. Trataré de ayudarme de los estudios del geógrafo Joaquín Bosque Maurel, profesor, primero, de la Universidad de Granada y, después, de la Complutense de Madrid, que hizo bastante investigación etnográfica en materia de Geografía urbana y humana en Granada, y que hoy, por desgracia, está algo olvidado.

Para acabar, indicar que querría, en la citada o en otras ulteriores investigaciones, profundizar en algo que dice Lorente Bilbao y que reproduzco en la página ocho de este trabajo: aquello de contemplar la fotografía como un espejo en el que se refleja a quien toma la instantánea mostrando mucho más sobre él de lo que en principio pudiera parecer. Hacer etnografía visual y, además, aprender sobre uno mismo, me parecería una combinación próxima a la felicidad, en una conjugación de trabajo, disfrute y autoconocimiento digna, al menos, de ser intentada.

6. Fuentes.

González Granados, P. (2011): “La fotografía participativa como medio de investigación y análisis social. Nota etnográfica sobre la experiencia con un grupo de adolescentes en el ámbito educativo”, Quaderns-e. Fotografía i alteritats, pp. 147-158. 

Hannerz, U. (1986): “Etnógrafos de Chicago”, en Exploración de la ciudad: hacia una antropología urbana, México: Fondo de Cultura Económica, pp. 29-72. 

Lorente Bilbao, J. I. (2003): “Miradas sobre la ciudad. La sinfonía como representación de la urbe”, Zainak, 23, pp. 55-69. 

Llovet, A. (2013): “Mi querido vecino,” http://www.verkami.com/projects/7500-querido-vecino-el-libro; y www.alexllovet.com. 

Pink, S. (2006): “Engaging the visual. An Introduction”, The future of visual Anthropology. Engaging the senses. Routledge: London and N. Y. (Cap. 1 pp. 4-20). 

Ruby, J. (1996): Antropología Visual, Enciclopedia de Antropología Cultural, David Levinson y Melvin Ember (eds.), New York: Henry Holt y Cía. Vol. 4, pp. 1345-1351, http://www.antropologiavisual.cl/artruby.thm, pp. 155-166.






[1] Nacido en 1935, es un investigador estadounidense que fue profesor en el Departamento de Antropología de la Temple University, hasta su jubilación en 2003. Es Doctor en Antropología por la California University y toda una referencia en el campo de estudio de la Antropología Visual.
[2] Trabajamos sobre el texto traducido por Francisca Pérez y ubicado, tal y como se indica en la bibliografía, disponible en www.antropologiavisual.cl/artruby.htm, pp. 155-166.
[3] Película muda de 1914 en la cual Edward S. Curtis (uno de los pioneros en el mundo de la fotografía) documenta la desaparición lenta y gradual de los indios americanos, en esta ocasión centrándose en los indios de la Columbia del Norte, de los que hace un retrato de sus costumbres en el tardío siglo XIX (www.filmaffinity.com).
[4] Aclamadísimo documental, pionero y modelo, que narra las duras condiciones de vida de una familia esquimal del Ártico (Pablo Kurt: www.filmaffinity.com).
[5] Documental que refleja la vida cotidiana de una de las islas de Samoa, y donde se nos presenta cómo sus habitantes pescan, cazan o celebran sus ceremonias ancestrales de iniciación (www.filmaffinity.com).
[6] Kru es un luchador nato que vive en lo más profundo de la selva de Siam donde se enfrenta con todo tipo de bestias. Un día, captura a un bebe chang (palabra siamesa para el elefante) al que pretende criar y domesticar, pero la madre del elefante vendrá en su búsqueda, destruyendo el hogar de Kru y poniendo en serio peligro a su familia (www.filmaffinity.com). 
[7] Un documental sobre los indios del norte del Canadá, en el que se relata la historia del guerrero Ojibway, con un completo reparto de nativos (www.imdb.com).
[8] Film etnográfico que documenta los esfuerzos de cuatro hombres !Kung  en su intento de cazar una jirafa en el desierto del Kalahari de Namibia, rodado por Marshall durante una expedición entre 1952 y 1953 promovida por la Smithsonian-Harvard Pabody. Al mismo tiempo, la película muestra otros aspectos de la vida !Kung en ese momento, incluyendo las relaciones familiares, de socialización y de narración de cuentos, y el duro trabajo de recolección de plantas y la caza menor (www.wikipedia.org).
[9] Proporciona una visión general de la vida de la mujer !Kung, tanto en el pasado como en el presente, y un retrato íntimo de N’ai, una mujer !Kung que en 1978 rondaba los treinta y tantos años. N’ai narra su propia historia, y al hacerlo, la historia de la vida !Kun durante un período de treinta años (www.wikipedia.org).

[10] Se trata de un documental acerca de los Dani de las tierras altas de Nueva Guinea.
[11] Con fuerte influencia de la obra de Marcel Mauss, El Don (The Gift), la película se centra en una visita entre las aldeas yanomamo y en ella se presenta un análisis de las políticas de intercambio e interacción  que se practican (www.wikipedia.com).
[12] Se realizó sobre un conflicto en una aldea yanomamo llamada Mishimishimabowei-teri, y es presentada ante los alumnos como un ejemplo típico de confrontación entre los supuestamente belicosos miembros de este pueblo venezolano.
(www.wikipedia.com).
[13] Se Realizaron para enseñar antropología a los estudiantes de pregrado.
[14] En referencia al  estudio etnográfico de las cuevas del Cerro de San Miguel, entre los barrios granadinos del Albaicín y del Sacromonte, en lo que se conoce como San Miguel Alto, y que se desarrollará  en el apartado cuarto, he de decir que se hará desde el punto de vista de la fotografía. Por supuesto que puede ser verdaderamente interesante plantearlo como un documental etnográfico. Es más, diría que debe ser un trabajo muy estimulante. Dejo para más adelante esta tarea, cuando mi experiencia como etnógrafo de campo, así como mi conocimiento sobre esta materia sea mayor. Un primer paso que deseo emprender lo antes posible es un repaso de todos estos films detallados en las notas al pie anteriores.
[15] Sarah Pink es M.A. (Maestría de las Artes) por la Manchester University, y profesora de Ciencias Sociales en la Loughborough University (Reino Unido). Su más reciente obra en el campo de estudio de la Antropología visual es Doing Visual Ethnography, publicada en noviembre de 2013. Sin duda que debe ser una buena referencia a tener en cuenta para lo que se comenta en la nota al pie anterior.
[16] Cita tomada de Wenger, E., R. McDermott and W. Snyder (2002), Cultivating Communities of Practice: A Guide to Managing Knowledge, Boston: Harvard Business School Press.
 [17] Concretamente, el antecedente de la fotografía, el daguerrotipo, se divulga mundialmente en 1839.
[18] La cita es de Edwards (1999) y la traducción de la propia González Granados. Está tomada de Edwards, E. (1999) “Beyond the boundary: a consideration of the expressive in  photography and anthropology”, en Banks, Marcus & Morphy, Howard (ed.) Visual  Anthropology Rethinking. Yale University Press London, pp 53-79.
[19] He mantenido contacto por correo electrónico con Àlex Llovet, y tengo su autorización expresa para reproducir las cuatro fotos de su autoría que aquí se incluyen.
[20] Santa Adela ha sido, y sigue siendo en gran medida, un barrio bastante depauperado de la ciudad de Granada.
[21] La intervención sobre determinados bienes culturales de una ciudad tan monumental como es Granada levanta, también, bastante polvareda social, y puede ser objeto de un nuevo estudio de caso para ir componiendo ese mosaico del que hablábamos en la página ocho.

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