martes, 27 de enero de 2015

'Primatología del Parentesco': puesta al día del estado de la investigación en esta materia hasta la publicación de 'Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society', de Bernard Chapais, 2008, Harvard University Press, Cambridge (1ª parte).

1) Revisión de los aspectos esenciales que tienen que ver con Schneider y Fox en Introducción histórica a la Antropología del parentesco, de Juan Aranzadi Martínez (A Critique of the Study of Kinship, 1984, de David Schneider; Kinship and Marriage. An Anthropological perspective, 1967, de Robin Fox).
2) Análisis de What is Kinship All About?, 1972, de David Schneider en la versión en castellano “¿De qué va el parentesco?”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone.
3) Análisis de Primate Kin and Human Kinship, 1975, de Robin Fox, en la versión en castellano “Parientes primates y parentesco humano”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone. Se puede trabajar y resumir a partir de The Evolution of Kinship and Gender, Capítulo 2 de Kinship and Gender. An Introduction, 2000, de Linda Stone en la versión en castellano “La evolución del parentesco y el género”, en Introducción y guía al estudio de la Antropología del Parentesco, 2002, de Juan Aranzadi.

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1)  Revisión de los aspectos esenciales que tienen que ver con Schneider y Fox en Introducción histórica a la Antropología del parentesco, de Juan Aranzadi Martínez (A Critique of the Study of Kinship, 1984, de David Schneider; Kinship and Marriage. An Anthropological perspective, 1967, de Robin Fox[1]).

Pienso que lo primero que hemos de hacer es definir lo más claramente posible qué es eso de “lo biológico” y “lo cultural”, es decir, ¿es el parentesco un fenómeno meramente biológico (el parentesco no es sino el apareamiento heterosexual y la procreación biológica), o lo es cultural (el parentesco es un fenómeno sociocultural parcial o totalmente autónomo respecto a su supuesto fundamento biológico)?; para ello recurriremos a la Introducción histórica a la Antropología del parentesco, 2005, de Juan Aranzadi Martínez,  cuya lectura atenta en la página 308, me ha permitido hacer esta pregunta para aclararme a mí mismo el objeto del presente trabajo. Y es que ésta ha sido una de las grandes polémicas en los últimos decenios: la definición del objeto de estudio de la Antropología del parentesco, y, en particular, la polémica en torno al peso de “lo biológico” y “lo cultural” en los vínculos de parentesco en las distintas sociedades. Como veremos, al respecto, las posiciones de David Schneider y de Robin Fox aparecerán como bastante enfrentadas. Y para complicar más las cosas, hemos visto cómo en los últimos años se ha desarrollado mucho la Primatología, que nos ha ido acercando a los humanos un mayor conocimiento del comportamiento de nuestros más cercanos parientes, los primates, matizando algunos de los supuestos rasgos distintivos que teníamos respecto de ellos.

Robin Fox, por su parte, habla de que “lo que llamamos ‘sistemas de parentesco’ son esencialmente los sistemas de organización del apareamiento de la especie Homo Sapiens Sapiens”[2]. Como vemos, esto ya es una toma de posición bastante clara. Por el contrario, otros autores como Louis Dumont y Claude Lévi-Strauss, opinan que “el parentesco es un asunto social o convencional, cualesquiera sean sus lazos con la reproducción humana[3]”, el primero, y yendo más allá, que “…los sistemas de parentesco son sistemas de símbolos… el sistema de parentesco es un lenguaje[4]”, el segundo.

Por su parte, la contraparte en nuestro análisis según lo hemos planteado, David Schneider tampoco se anda por las ramas a la hora de dejar clara su posición; en 1971 y ante la Anthropological Society of Washington afirmó: “el parentesco, como el totemismo, el complejo matrilineal y el matriarcado, es un no-tema puesto que no existe en ninguna cultura conocida por el hombre”. Esto lo intentó desarrollar en su obra de 1984 A Critique of the Study of Kinship, cuya publicación supuso todo un acontecimiento. También Needham proclama que el parentesco no existe, si bien hay grandes diferencias entre él y Schneider. Llama la atención el profesor Aranzadi acerca del giro casi copernicano que en este asunto da el propio Schneider en pocos años. Y es que su etnografía sobre los Yap, American Kinship (1968), se puede considerar dentro de la corriente “clásica”. Aranzadi apunta a una posibilidad: “…la revolución schenideriana sólo puede entenderse a la luz del previo reparto académico de ‘reinos’ acordado por Parsons y Kroeber (la sociedad para los sociólogos, la cultura para los antropólogos) que generó la Antropología Simbólica, y a la luz de las complejas relaciones ‘fraternales’ de Schneider con Goodenough en su común pero radicalmente distinto enfrentamiento a ‘papá’ Murdock”[5].

Sobre la concepción del parentesco de Schneider, opina Juan Aranzadi que hay una mayoría de antropólogos que, en desacuerdo con aquél, opinan que el parentesco es un fenómeno socio cultural total o parcialmente autónomo de un supuesto fundamento biológico.


2)  Análisis de What is Kinship All About?, 1972, de David Schneider en la versión en castellano “¿De qué va el parentesco?”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone.                                                                    


Seguidamente ofrezco un resumen mío (copiado texto subrayado) del capítulo V de este texto de Schneider, páginas 453 a 456 de Antropología del parentesco y de la familia, de Robert Parkin y Linda Stone. En este capítulo, el mismo Schneider resume los cuatro capítulos anteriores[6].

“Voy a intentar resumir brevemente este artículo en los que considero que son sus puntos principales, y a añadir un comentario más a modo de conclusión[7].

La teoría sugiere que puede ser útil diferenciar sistemática y rigurosamente entre cultura y sistema social, definiendo la cultura de manera bastante limitada como un sistema de símbolos y significados. Cuando esta idea de la cultura se aplica a los que se han solido considerar como ‘sistemas de parentesco’, surge un nuevo material porque se ha formulado una nueva pregunta sobre él. En vez de la pregunta clásica, que se halla en el nivel del sistema social, acerca de Cómo se Organiza Esta Sociedad Para Realizar Ciertas Tareas (establecer alianzas, mantener el control del territorio, asegurar la herencia y la sucesión, conservar y transmitir la propiedad, etc.), se formula una pregunta cultural: a saber, cuáles son las unidades, cómo se definen en la propia cultura nativa, cómo postula sus interrelaciones, su modo de diferenciación, mediante qué mecanismos simbólicos definen las unidades y la relación entre éstas, y qué significados tienen. Intenté poner un ejemplo a partir de textos publicados utilizando mi propio trabajo sobre el ‘parentesco’ americano, y creo que fui capaz de demostrar que se obtenían resultados bastante nuevos y diferentes. Una de las lecciones que se derivaban de ese estudio del ‘parentesco’ americano era que exactamente los mismos símbolos definían el ‘parentesco’, la nacionalidad y la religión en el nivel cultural, y que, si esto era cierto, entonces todos ellos (añadiendo, posiblemente, el sistema educativo en la cultura americana) se podían incluir en una única unidad o ámbito cultural. De ahí que no hay motivos (aunque podría haberlos) para diferenciar el sistema de ‘parentesco’ del sistema ‘religioso’, del sistema de la ‘nacionalidad’ o del sistema ‘educativo’ en el nivel cultural.

Además, allí donde los elementos biogenéticos, los elementos de la concepción y el parto se consideraban simplemente como elementos definitorios o se trataban como situaciones con las que ha de enfrentarse de un modo u otro toda sociedad, la estrategia alternativa de estudio que recomendé suscitaba la sugerencia de que esos elementos definitorios de la ‘sangre’, de una misma carne y sangre, de identidad biogenética, se podían entender como símbolos que representaban relaciones sociales de solidaridad duradera y difusa. Esto es, los elementos biológicos que teorías anteriores consideraban como rasgos meramente definitorios, “dados” en el estado de cosas, se podían entender mejor como símbolos de tipos de relaciones sociales, y probablemente éstas no se derivaban de, ni suplían a, el material biológico que presumían ordenar funcionalmente. En efecto, en muchos puntos los hechos científicos contradecían claramente los hechos culturales sobre la biología; pero el hecho de que los datos científicos apenas contribuyesen apreciablemente, por no decir nada, a cambiar los hechos culturales parecía una buena prueba para concluir que los elementos biogenéticos del parentesco americano eran fundamentalmente simbólicos de algo distinto y apenas relevantes para la biología en tanto que estado de cosas natural o real.

El siguiente paso del argumento consistía sencillamente en generalizar a partir de ese hecho. El ‘parentesco’ (kinship), desde la época de Morgan, se había definido en términos de consanguinidad y afinidad, es decir, mediante un conjunto de criterios a priori, y se había estudiado con respecto a la organización de sus elementos para cumplir con ciertas funciones. Si el ‘parentesco’ se estudia en el nivel cultural, sin embargo, resulta evidente que ‘parentesco’ es un artefacto del aparato analítico del antropólogo y que carece de un equivalente concreto en las culturas de cualquiera de las sociedades que estudiamos. De ahí la conclusión de que el ‘parentesco’, al igual que el totemismo, el complejo matrilineal y el matriarcado, es un no-tema, ya que no existe en ninguna cultura conocida por el hombre[8].

Después intenté demostrar brevemente que incluso aquéllos que parecían haber roto con la tradición de Morgan –Rivers, Leach, Needham y Lévi-Strauss− seguían atrapados en esa tradición, bien por su compromiso con los criterios genealógicos en la definición del parentesco, bien por su compromiso con el planteamiento de preguntas puramente en el nivel del sistema social o de la organización social, bien por ambas cosas.

Y por último, inserto aquí y allá en el artículo está el llamamiento a que, para variar, se intente otra aproximación al parentesco. Desde la década de 1870, hemos hecho exclusivamente, acerca del parentesco, esas preguntas funcionalmente definidas sobre la organización social. Sólo pido encarecidamente que formulemos además un tipo distinto de pregunta, una pregunta cultural. En conclusión, es precisamente esta incapacidad de distinguir los aspectos de sistema social de los aspectos culturales y el énfasis analítico fundamental sobre el sistema social en detrimento del cultural lo que nos ha llevado a conclusiones tan insostenibles como las que he intentado tratar aquí: que, puesto que en cierto sentido la genealogía y la procreación y la concepción están ‘realmente ahí fuera como hechos de la vida indiscutibles e inevitables’, es y ha de ser el material a partir del cual se construyen los sistemas de parentesco.”


Idas y vueltas de Schneider en su concepción del parentesco[9].

“Schneider empezó por considerar que, a diferencia de lo que ocurría en otras culturas, en la cultura euroamericana el ‘parentesco’ aparecía de una forma independiente y separada, lo cual facilitaba su análisis, y esa presunción subyace a American Kinship. Más adelante matizó que, al menos en la ‘cultura americana’, el ‘parentesco’ no podía separarse de la ‘nacionalidad’ y de la ‘religión’, y no existía culturalmente, por tanto, de forma independiente. En este artículo postula que el ‘parentesco’… ‘no existe en ninguna cultura conocida por el hombre, ni siquiera en la cultura americana’, y que su única modalidad de existencia (como la del totemismo) es ‘como conjunto de supuestos teóricos a priori en la mente del antropólogo’. Finalmente, en (1984:201), vuelve a considerar que el  parentesco es ‘una costumbre especial característica de la cultura europea, una rareza interesante’. Este retorno final a la posición inicial de que hay, por lo menos, una cultura en la que sí existe el ‘parentesco’, la cultura euroamericana, se debe sin duda a que, de no reconocerlo así, se tambalearía la acusación de etnocentrismo que Schneider arroja sobre las teorías antropológicas del parentesco, acusación que constituye el pilar central de su otra más radical. ‘¿Por qué se ha definido el parentesco en términos de las relaciones que se derivan de los procesos de reproducción sexual humana? La respuesta que aquí ofrezco no debería constituir una sorpresa. Se trata simplemente de que mucho de lo que pasa por ciencia en las ciencias sociales, incluyendo la antropología, deriva de forma directa y reconocible de las nociones de sentido común, de las premisas cotidianas de la cultura en la cual y por la cual vive el científico… el estudio del parentesco deriva directamente y de forma prácticamente inalterada de la etno-epistemología de la cultura europea’ (A Critique of the Study of Kinship, 174-175). Si ésta es la última palabra de Schneider y aceptamos que, en sus estudios sobre el supuesto ‘parentesco’ en otras culturas, lo único que han hecho los antropólogos euroamericanos es proyectar sobre los ‘otros’  sus categorías etnocéntricas, su concepción folk euroamericana del ‘parentesco’, entonces, ¿cómo explicar, por ejemplo, que la concepción del parentesco del muy ‘americano’ Morgan sea tan distinta del ‘parentesco americano’ que Schneider desvela? ¿Por qué resulta tan inadecuado para comprender y explicar el ‘parentesco americano’ un aparato analítico −el de la teoría antropológica del parentesco− que deriva directamente y de forma inalterada de la ‘cultura americana’? por otra parte, puede aceptarse −con matices− el diagnóstico que hace Schneider del ‘biologismo’ como un rasgo general de la cultura ‘occidental’ si limitamos su validez al período… contemporáneo, que se inaugura en la segunda mitad del siglo XIX con la obra de Darwin, y especialmente, a la segunda mitad del siglo XX con el rápido y espectacular desarrollo de la Genética, pero una reflexión ‘culturalista’ sobre el sustrato simbólico −o, mejor dicho, alegórico o metafórico− de la Biología y de la Genética, revela que, paradójicamente, la concepción científica (biológica y genética) de ‘la vida’ es una concepción economicista y semiótica, es decir, ‘culturalista’: el modelo explicativo de la selección natural (la ‘lucha por la vida’ o competencia por los recursos) lo toma Darwin de los economistas liberales, la categoría de ‘herencia’ es antes económica (herencia de los bienes) que biológica y genética (herencia de los caracteres en primer lugar, de los genes, más tarde). Paradójicamente, si bien es discutible que, para todos los antropólogos, el parentesco tenga un fundamento biológico, lo que es indiscutible es que, para los biólogos y genetistas, el modelo de lo que constituye el fundamento de ‘la vida’ es ‘la cultura’ (la economía de mercado, un código, un lenguaje, un texto).”

Reflexiones sobre esta nota de Juan Aranzadi:

Lo que he llamado Idas y vueltas de Schneider en su concepción del parentesco lo pone muy bien de manifiesto el profesor Aranzadi en esta nota. Pienso que con todos estos cambios de parecer, en mi modesta opinión, aquella obra del propio David Schneider, A Critique of the Study of Kinship, de 1984, cuya publicación pareció condenar a los temas del parentesco al más oscuro ostracismo, pierde bastante fuerza vista con perspectiva. Esas luchas intestinas, señaladas también por el profesor, entre sociólogos y antropólogos para repartirse las materias propias de cada cual parecen tener también bastante verosimilitud, cuestión en la que incide, también, Linda Stone en su artículo Kinship Back on Track: Primatology Unravels the Origin and Evolution of Human Kinship. A Review of Bernard Chapais, Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society, que comentamos en el último apartado de este trabajo[10]. Por otro lado, y como también apunta Juan Aranzadi, quizá los antropólogos sociales (y, sobre todo, los culturales) deberían atender a los biólogos que, por su parte, colocan la cultura como fundamento primero de la vida. Pienso que hay que ponerse al día y, afortunadamente, algunos ya lo están haciendo, consecuencia de lo cual el parentesco parece volver a estar en la agenda de los antropólogos. No olvidemos, además, que el par cultura-evolución es una preocupación moderna: lo que se ha venido en llamar teorías de la doble herencia (Dual Inheritance Theory) nos viene a decir que hay evolución biológica y evolución cultural. Y es que la Sociobiología sostiene que el comportamiento social se rige, grosso modo, por el “inclusive fitness”, por una lógica que intenta favorecer los propios genes de uno y de sus parientes. Esta teoría también se denomina de la co-evolución gen-cultura. La Antropología, por tanto, ya no puede dejar de mirar a la biología. Otros, como Richard Boyd, filósofo de la ciencia, y Peter J. Richerson, antropólogo ecológico, desde la perspectiva de esta teoría de la doble herencia, han afirmado que la cultura no es un factor de la evolución humana, sino que es arte y parte de la misma.


3)  Análisis de Primate Kin and Human Kinship, 1975, de Robin Fox, en la versión en castellano “Parientes primates y parentesco humano”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone. Se puede trabajar y resumir a partir de The Evolution of Kinship and Gender, Capítulo 2 de Kinship and Gender. An Introduction, 2000, de Linda Stone en la versión en castellano “La evolución del parentesco y el género”,  en Introducción y guía al estudio de la Antropología del Parentesco, 2002, de Juan Aranzadi.

Linda Stone, en “La evolución del parentesco y del género”, escribe[11]:

“En pocas palabras, Fox vio que entre los primates se daban los elementos rudimentarios de auténticos sistemas de parentesco humano. Algunos primates presentan ‘alianza’, otros ‘descendencia’; pero los dos patrones nunca se dan juntos en el mismo sistema de primates. Si tomásemos el patrón de alianza de los babuinos hamadryas y lo combinásemos de algún modo con el patrón de descendencia de los grupos multimacho, tendríamos la base completa del parentesco humano. Esto, según Fox, es exactamente lo que hicieron nuestros ancestros homínidos en algún momento. Lars Rodseth y sus colegas (1991) ven las cosas de otro modo. Después de comparar la organización social de una amplia gama de primates, humanos incluidos, en términos de la distribución en grupos de machos y hembras, parientes y no parientes, han concluido que los humanos son únicos entre los primates en el sentido de que ambos sexos mantienen relaciones de por vida con parientes consanguíneos, al margen de qué sexo abandone su grupo natal o de si ambos sexos lo hacen. Entre otros primates, por contraste,  sólo un sexo (el que se queda y no se dispersa) mantiene estos vínculos de por vida con los parientes. Según Rodseth et al., fue este desarrollo único entre los humanos lo que permitió que aquellos se vinculasen y se aliasen con otros grupos de no parientes. Al mantener los vínculos con un hijo o hija disperso, los humanos podían forjar vínculos con el grupo al que éste o ésta se desplazaban. De este modo, un rasgo exclusivamente humano, y que es significativo para nuestra organización social, es la habilidad para mantener relaciones sociales con otros aun cuando estén ausentes durante largas temporadas. Usando datos sobre los babuinos hamadryas (por ejemplo, Abegglen 1984), Rodseth et al. también exponen argumentos a favor de la ‘alianza’ y la ‘descendencia’ de Fox combinadas ya en un solo sistema. Estos babuinos, en sus unidades de un solo macho, no sólo presentan ‘alianza’, justo como lo describiera Fox, sino que los machos de estas unidades se organizan de forma flexible en tropas o ‘clanes’ y, por encima de éstos, en bandas. Hay pruebas de que los babuinos hamadryas macho se organizan en clanes y bandas sobre la base del parentesco compartido entre machos. Vemos así un arreglo según el cual la organización social global (clanes, bandas) sigue un patrón de ‘descendencia’, aun cuando dentro de la estructura se distinguen claramente unidades de reproducción que siguen un patrón de ‘alianza’. Fox (1991) aceptó más adelante que, si éste es el caso, los babuinos hamadryas son una excepción a su anterior generalización sobre los primates no humanos.”


Reflexiones sobre la nota de Juan Aranzadi:

Bernard Chapais, en el prefacio a su gran obra, Primeval Kinship, reconoce la deuda que tiene con Robin Fox (también con Lévi-Strauss) y no es extraño, porque el trabajo de Fox, antiguo ya (1975), es verdaderamente pionero. Sus conclusiones sobre los sistemas de parentesco de los primates no humanos es ejemplar: en algunos primates hay “alianza” y, en otros, “descendencia”, pero nunca están presentes ambas a la vez, rasgo que es distintivo y único de la especie humana; esto constituye un punto de partida para la Primatología verdaderamente impagable. Posteriormente, Fox, como se ha dicho, admitirá como una excepción a esta generalización para la especie humana, la de los babuinos hamadryas, que parecen presentar “descendencia” y “alianza” de manera conjunta.

Con la obra de Fox, largo tiempo olvidado, y la de Lévi-Strauss, podemos decir que Chapais trabaja, en las ciencias sociales, al más puro estilo de las ciencias naturales: a hombros de gigantes, tomando, del primero, el método comparativo, y del segundo, su consideración de la exogamia recíproca como la estructura elemental de la conformación de la sociedad humana.






[1] En Aranzadi, un análisis, páginas 592 y siguientes.

[2] Kinship & Marriage. An Anthropological Perspective, 1967, Robin Fox.

[3] Introducción a dos teorías de la Antropología social, 1975, Louis Dumont.

[4] Antropología Estructural, 1968, Claude Lévi-Strauss.

[5] Introducción histórica a la Antropología del parentesco, Juan Aranzadi Martínez, 2005, p. 44.

[6] Por lo tanto, aquí mi trabajo es de lectura, subrayado y resumen de lo principal.

[7] Escribe, en primera persona, el propio David M. Schneider.

[8] Aquí hay una nota del Traductor (Juan Aranzadi Martínez) que podemos considerar como una crítica a las contradicciones de Schneider, pp. 454 y 455. Un resumen de la misma la reproducimos en la página siguiente.

[9] Nota de Juan Aranzadi al artículo de Schneider en Antropología del Parentesco y de la Familia, de Robert Parkin y Linda Stone, pp. 454 y 455. El título Idas y vueltas…, lo pongo yo; espero que se me perdone el atrevimiento.

[10] Página 27.


[11] De una nota del Traductor (Juan Aranzadi Martínez) al capítulo 23 Parientes primates y parentesco humano (Robin Fox), de Antropología del parentesco y de la familia (Linda Stone y Robert Parkin), p. 711. Considero que esta nota final sobre el texto de Linda Stone vale de resumen de las ideas del texto de R. Fox.

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