1) Revisión de los aspectos esenciales que tienen que ver con Schneider y Fox en Introducción histórica a la Antropología del parentesco, de Juan Aranzadi Martínez (A Critique of the Study of Kinship, 1984, de David Schneider; Kinship and Marriage. An Anthropological perspective, 1967, de Robin Fox).
2) Análisis de What is Kinship All About?, 1972, de David Schneider en la versión en castellano “¿De qué va el parentesco?”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone.
3) Análisis de Primate Kin and Human Kinship, 1975, de Robin Fox, en la versión en castellano “Parientes primates y parentesco humano”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone. Se puede trabajar y resumir a partir de The Evolution of Kinship and Gender, Capítulo 2 de Kinship and Gender. An Introduction, 2000, de Linda Stone en la versión en castellano “La evolución del parentesco y el género”, en Introducción y guía al estudio de la Antropología del Parentesco, 2002, de Juan Aranzadi.
2) Análisis de What is Kinship All About?, 1972, de David Schneider en la versión en castellano “¿De qué va el parentesco?”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone.
3) Análisis de Primate Kin and Human Kinship, 1975, de Robin Fox, en la versión en castellano “Parientes primates y parentesco humano”, en Antropología del parentesco y de la familia, Robert Parkin y Linda Stone. Se puede trabajar y resumir a partir de The Evolution of Kinship and Gender, Capítulo 2 de Kinship and Gender. An Introduction, 2000, de Linda Stone en la versión en castellano “La evolución del parentesco y el género”, en Introducción y guía al estudio de la Antropología del Parentesco, 2002, de Juan Aranzadi.
1) Revisión de los aspectos esenciales que tienen que ver
con Schneider y Fox en Introducción histórica a la Antropología
del parentesco, de Juan Aranzadi Martínez (A Critique of the Study of Kinship, 1984, de David Schneider; Kinship and Marriage. An Anthropological
perspective, 1967, de Robin Fox[1]).
Pienso que lo primero que hemos de hacer es definir lo más
claramente posible qué es eso de “lo biológico” y “lo cultural”, es decir, ¿es
el parentesco un fenómeno meramente biológico (el parentesco no es sino el
apareamiento heterosexual y la procreación biológica), o lo es cultural (el
parentesco es un fenómeno sociocultural parcial o totalmente autónomo respecto
a su supuesto fundamento biológico)?; para ello recurriremos a la Introducción histórica a la Antropología del parentesco, 2005, de
Juan Aranzadi Martínez, cuya lectura
atenta en la página 308, me ha permitido hacer esta pregunta para aclararme a
mí mismo el objeto del presente trabajo. Y es que ésta ha sido una de las
grandes polémicas en los últimos decenios: la definición del objeto de estudio
de la Antropología del parentesco, y, en particular, la polémica en torno al
peso de “lo biológico” y “lo cultural” en los vínculos de parentesco en las
distintas sociedades. Como veremos, al respecto, las posiciones de David
Schneider y de Robin Fox aparecerán como bastante enfrentadas. Y para complicar
más las cosas, hemos visto cómo en los últimos años se ha desarrollado mucho la
Primatología, que nos ha ido acercando a los humanos un mayor conocimiento del
comportamiento de nuestros más cercanos parientes, los primates, matizando
algunos de los supuestos rasgos distintivos que teníamos respecto de ellos.
Robin Fox, por su parte, habla de que “lo que llamamos ‘sistemas de parentesco’ son esencialmente los sistemas
de organización del apareamiento de la especie Homo Sapiens Sapiens”[2]. Como vemos, esto ya es
una toma de posición bastante clara. Por el contrario, otros autores como Louis
Dumont y Claude Lévi-Strauss, opinan que “el
parentesco es un asunto social o convencional, cualesquiera sean sus lazos con
la reproducción humana[3]”, el primero, y yendo más
allá, que “…los sistemas de parentesco
son sistemas de símbolos… el sistema de parentesco es un lenguaje[4]”, el segundo.
Por su parte, la contraparte en nuestro análisis según lo
hemos planteado, David Schneider tampoco se anda por las ramas a la hora de
dejar clara su posición; en 1971 y ante la Anthropological
Society of Washington afirmó: “el
parentesco, como el totemismo, el complejo matrilineal y el matriarcado, es un
no-tema puesto que no existe en ninguna cultura conocida por el hombre”.
Esto lo intentó desarrollar en su obra de 1984 A Critique of the Study of Kinship, cuya publicación supuso todo un
acontecimiento. También Needham proclama que el parentesco no existe, si bien
hay grandes diferencias entre él y Schneider. Llama la atención el profesor
Aranzadi acerca del giro casi copernicano que en este asunto da el propio
Schneider en pocos años. Y es que su etnografía sobre los Yap, American Kinship
(1968), se puede considerar dentro de la corriente “clásica”. Aranzadi apunta a
una posibilidad: “…la revolución schenideriana sólo puede entenderse a la luz
del previo reparto académico de ‘reinos’ acordado por Parsons y Kroeber (la
sociedad para los sociólogos, la cultura para los antropólogos) que generó la
Antropología Simbólica, y a la luz de las complejas relaciones ‘fraternales’ de
Schneider con Goodenough en su común pero radicalmente distinto enfrentamiento
a ‘papá’ Murdock”[5].
Sobre la concepción del parentesco de Schneider, opina Juan
Aranzadi que hay una mayoría de antropólogos que, en desacuerdo con aquél,
opinan que el parentesco es un fenómeno socio cultural total o parcialmente
autónomo de un supuesto fundamento biológico.
2) Análisis de What is Kinship All About?,
1972, de David Schneider en la versión en castellano “¿De qué va el parentesco?”, en Antropología del parentesco y de
la familia, Robert Parkin y Linda Stone.
Seguidamente ofrezco un resumen mío (copiado texto subrayado)
del capítulo V de este texto de Schneider, páginas 453 a 456 de Antropología del parentesco y de la familia,
de Robert Parkin y Linda Stone. En este capítulo, el mismo Schneider resume los
cuatro capítulos anteriores[6].
“Voy a intentar resumir brevemente este artículo en los que
considero que son sus puntos principales, y a añadir un comentario más a modo
de conclusión[7].
La teoría sugiere que puede ser útil diferenciar sistemática
y rigurosamente entre cultura y sistema social, definiendo la cultura de manera
bastante limitada como un sistema de símbolos y significados. Cuando esta idea
de la cultura se aplica a los que se han solido considerar como ‘sistemas de
parentesco’, surge un nuevo material porque se ha formulado una nueva pregunta
sobre él. En vez de la pregunta clásica, que se halla en el nivel del sistema
social, acerca de Cómo se Organiza Esta Sociedad Para Realizar Ciertas Tareas
(establecer alianzas, mantener el control del territorio, asegurar la herencia
y la sucesión, conservar y transmitir la propiedad, etc.), se formula una
pregunta cultural: a saber, cuáles son las unidades, cómo se definen en la
propia cultura nativa, cómo postula sus interrelaciones, su modo de diferenciación,
mediante qué mecanismos simbólicos definen las unidades y la relación entre éstas,
y qué significados tienen. Intenté poner un ejemplo a partir de textos
publicados utilizando mi propio trabajo sobre el ‘parentesco’ americano, y creo
que fui capaz de demostrar que se obtenían resultados bastante nuevos y
diferentes. Una de las lecciones que se derivaban de ese estudio del
‘parentesco’ americano era que exactamente los mismos símbolos definían el ‘parentesco’,
la nacionalidad y la religión en el nivel cultural, y que, si esto era cierto,
entonces todos ellos (añadiendo, posiblemente, el sistema educativo en la
cultura americana) se podían incluir en una única unidad o ámbito cultural. De
ahí que no hay motivos (aunque podría haberlos) para diferenciar el sistema de ‘parentesco’
del sistema ‘religioso’, del sistema de la ‘nacionalidad’ o del sistema
‘educativo’ en el nivel cultural.
Además, allí donde los elementos biogenéticos, los elementos
de la concepción y el parto se consideraban simplemente como elementos
definitorios o se trataban como situaciones con las que ha de enfrentarse de un
modo u otro toda sociedad, la estrategia alternativa de estudio que recomendé
suscitaba la sugerencia de que esos elementos definitorios de la ‘sangre’, de
una misma carne y sangre, de identidad biogenética, se podían entender como
símbolos que representaban relaciones sociales de solidaridad duradera y
difusa. Esto es, los elementos biológicos que teorías anteriores consideraban
como rasgos meramente definitorios, “dados” en el estado de cosas, se podían
entender mejor como símbolos de tipos de relaciones sociales, y probablemente
éstas no se derivaban de, ni suplían a, el material biológico que presumían
ordenar funcionalmente. En efecto, en muchos puntos los hechos científicos
contradecían claramente los hechos culturales sobre la biología; pero el hecho
de que los datos científicos apenas contribuyesen apreciablemente, por no decir
nada, a cambiar los hechos culturales parecía una buena prueba para concluir
que los elementos biogenéticos del parentesco americano eran fundamentalmente
simbólicos de algo distinto y apenas relevantes para la biología en tanto que
estado de cosas natural o real.
El siguiente paso del argumento consistía sencillamente en
generalizar a partir de ese hecho. El ‘parentesco’ (kinship), desde la época de Morgan, se había definido en términos
de consanguinidad y afinidad, es decir, mediante un conjunto de criterios a priori, y se había estudiado con
respecto a la organización de sus elementos para cumplir con ciertas funciones.
Si el ‘parentesco’ se estudia en el nivel cultural, sin embargo, resulta
evidente que ‘parentesco’ es un artefacto del aparato analítico del antropólogo
y que carece de un equivalente concreto en las culturas de cualquiera de las
sociedades que estudiamos. De ahí la conclusión de que el ‘parentesco’, al
igual que el totemismo, el complejo matrilineal y el matriarcado, es un
no-tema, ya que no existe en ninguna cultura conocida por el hombre[8].
Después intenté demostrar brevemente que incluso aquéllos que
parecían haber roto con la tradición de Morgan –Rivers, Leach, Needham y
Lévi-Strauss− seguían atrapados en esa tradición, bien por su compromiso con
los criterios genealógicos en la definición del parentesco, bien por su
compromiso con el planteamiento de preguntas puramente en el nivel del sistema
social o de la organización social, bien por ambas cosas.
Y por último, inserto aquí y allá en el artículo está el
llamamiento a que, para variar, se intente otra aproximación al parentesco.
Desde la década de 1870, hemos hecho exclusivamente, acerca del parentesco,
esas preguntas funcionalmente definidas sobre la organización social. Sólo pido
encarecidamente que formulemos además un tipo distinto de pregunta, una
pregunta cultural. En conclusión, es precisamente esta incapacidad de
distinguir los aspectos de sistema social de los aspectos culturales y el
énfasis analítico fundamental sobre el sistema social en detrimento del
cultural lo que nos ha llevado a conclusiones tan insostenibles como las que he
intentado tratar aquí: que, puesto que en cierto sentido la genealogía y la
procreación y la concepción están ‘realmente ahí fuera como hechos de la vida
indiscutibles e inevitables’, es y ha de ser el material a partir del cual se
construyen los sistemas de parentesco.”
Idas y vueltas de Schneider en su concepción del parentesco[9].
“Schneider empezó por considerar que, a diferencia de lo que
ocurría en otras culturas, en la cultura euroamericana el ‘parentesco’ aparecía
de una forma independiente y separada, lo cual facilitaba su análisis, y esa
presunción subyace a American Kinship.
Más adelante matizó que, al menos en la ‘cultura
americana’, el ‘parentesco’ no
podía separarse de la ‘nacionalidad’
y de la ‘religión’, y no existía
culturalmente, por tanto, de forma independiente. En este artículo postula que el ‘parentesco’… ‘no existe en ninguna
cultura conocida por el hombre, ni siquiera en la cultura americana’, y que su única modalidad de existencia (como la
del totemismo) es ‘como conjunto de
supuestos teóricos a priori en la mente del antropólogo’. Finalmente, en
(1984:201), vuelve a considerar que el
parentesco es ‘una costumbre
especial característica de la cultura europea, una rareza interesante’.
Este retorno final a la posición inicial de que hay, por lo menos, una cultura
en la que sí existe el ‘parentesco’, la cultura euroamericana, se debe sin duda
a que, de no reconocerlo así, se tambalearía la acusación de etnocentrismo que
Schneider arroja sobre las teorías antropológicas del parentesco, acusación que
constituye el pilar central de su otra más radical. ‘¿Por qué se ha definido el parentesco en términos de las relaciones
que se derivan de los procesos de reproducción sexual humana? La respuesta que
aquí ofrezco no debería constituir una sorpresa. Se trata simplemente de que
mucho de lo que pasa por ciencia en las ciencias sociales, incluyendo la
antropología, deriva de forma directa y reconocible de las nociones de sentido
común, de las premisas cotidianas de la cultura en la cual y por la cual vive
el científico… el estudio del parentesco deriva directamente y de forma
prácticamente inalterada de la etno-epistemología de la cultura europea’ (A Critique of the Study of Kinship,
174-175). Si ésta es la última palabra de Schneider y aceptamos que, en sus
estudios sobre el supuesto ‘parentesco’ en otras culturas, lo único que han
hecho los antropólogos euroamericanos es proyectar sobre los ‘otros’ sus categorías etnocéntricas, su concepción
folk euroamericana del ‘parentesco’, entonces, ¿cómo explicar, por ejemplo, que
la concepción del parentesco del muy ‘americano’ Morgan sea tan distinta del ‘parentesco
americano’ que Schneider desvela? ¿Por qué resulta tan inadecuado para
comprender y explicar el ‘parentesco americano’ un aparato analítico −el de la
teoría antropológica del parentesco− que deriva directamente y de forma inalterada
de la ‘cultura americana’? por otra parte, puede aceptarse −con matices− el
diagnóstico que hace Schneider del ‘biologismo’ como un rasgo general de la
cultura ‘occidental’ si limitamos su validez al período… contemporáneo, que se
inaugura en la segunda mitad del siglo XIX con la obra de Darwin, y
especialmente, a la segunda mitad del siglo XX con el rápido y espectacular
desarrollo de la Genética, pero una reflexión ‘culturalista’ sobre el sustrato
simbólico −o, mejor dicho, alegórico o metafórico− de la Biología y de la
Genética, revela que, paradójicamente, la concepción científica (biológica y
genética) de ‘la vida’ es una concepción economicista y semiótica, es decir,
‘culturalista’: el modelo explicativo de la selección natural (la ‘lucha por la
vida’ o competencia por los recursos) lo toma Darwin de los economistas
liberales, la categoría de ‘herencia’ es antes económica (herencia de los
bienes) que biológica y genética (herencia de los caracteres en primer lugar,
de los genes, más tarde). Paradójicamente, si bien es discutible que, para
todos los antropólogos, el parentesco tenga un fundamento biológico, lo que es
indiscutible es que, para los biólogos y genetistas, el modelo de lo que
constituye el fundamento de ‘la vida’ es ‘la cultura’ (la economía de mercado,
un código, un lenguaje, un texto).”
Reflexiones sobre esta nota de Juan Aranzadi:
Lo que he llamado Idas
y vueltas de Schneider en su concepción del parentesco lo pone muy bien de
manifiesto el profesor Aranzadi en esta nota. Pienso que con todos estos
cambios de parecer, en mi modesta opinión, aquella obra del propio David
Schneider, A Critique of the Study of
Kinship, de 1984, cuya publicación pareció condenar a los temas del
parentesco al más oscuro ostracismo, pierde bastante fuerza vista con
perspectiva. Esas luchas intestinas, señaladas también por el profesor, entre
sociólogos y antropólogos para repartirse las materias propias de cada cual
parecen tener también bastante verosimilitud, cuestión en la que incide,
también, Linda Stone en su artículo Kinship Back
on Track: Primatology Unravels the Origin and Evolution of Human Kinship. A
Review of Bernard Chapais, Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society, que comentamos en el último apartado
de este trabajo[10].
Por otro lado, y como también apunta Juan Aranzadi, quizá los antropólogos
sociales (y, sobre todo, los culturales) deberían atender a los biólogos que,
por su parte, colocan la cultura como fundamento primero de la vida. Pienso que
hay que ponerse al día y, afortunadamente, algunos ya lo están haciendo,
consecuencia de lo cual el parentesco parece volver a estar en la agenda de los
antropólogos. No olvidemos, además, que el par cultura-evolución es una
preocupación moderna: lo que se ha venido en llamar teorías de la doble
herencia (Dual Inheritance Theory)
nos viene a decir que hay evolución biológica y evolución cultural. Y es que la
Sociobiología sostiene que el comportamiento social se rige, grosso modo, por el “inclusive fitness”, por una lógica que
intenta favorecer los propios genes de uno y de sus parientes. Esta teoría
también se denomina de la co-evolución gen-cultura. La Antropología, por tanto,
ya no puede dejar de mirar a la biología. Otros, como Richard Boyd, filósofo de
la ciencia, y Peter J. Richerson, antropólogo ecológico, desde la perspectiva
de esta teoría de la doble herencia, han afirmado que la cultura no es un
factor de la evolución humana, sino que es arte y parte de la misma.
3) Análisis de Primate Kin and Human Kinship,
1975, de Robin Fox, en la versión en castellano “Parientes primates y parentesco humano”, en Antropología del parentesco y de
la familia, Robert Parkin y Linda Stone. Se puede trabajar y resumir a
partir de The Evolution of Kinship and
Gender, Capítulo 2 de Kinship and Gender.
An Introduction, 2000, de Linda Stone en la versión en castellano “La evolución del parentesco y el género”, en Introducción y guía al estudio de la
Antropología del Parentesco, 2002, de Juan Aranzadi.
“En pocas palabras, Fox vio que entre los primates se daban
los elementos rudimentarios de auténticos sistemas de parentesco humano.
Algunos primates presentan ‘alianza’, otros ‘descendencia’; pero los dos
patrones nunca se dan juntos en el mismo sistema de primates. Si tomásemos el
patrón de alianza de los babuinos hamadryas y lo combinásemos de algún modo con
el patrón de descendencia de los grupos multimacho, tendríamos la base completa
del parentesco humano. Esto, según Fox, es exactamente lo que hicieron nuestros
ancestros homínidos en algún momento. Lars Rodseth y sus colegas (1991) ven las
cosas de otro modo. Después de comparar la organización social de una amplia
gama de primates, humanos incluidos, en términos de la distribución en grupos
de machos y hembras, parientes y no parientes, han concluido que los humanos
son únicos entre los primates en el sentido de que ambos sexos mantienen
relaciones de por vida con parientes consanguíneos, al margen de qué sexo
abandone su grupo natal o de si ambos sexos lo hacen. Entre otros primates, por
contraste, sólo un sexo (el que se queda
y no se dispersa) mantiene estos vínculos de por vida con los parientes. Según
Rodseth et al., fue este desarrollo
único entre los humanos lo que permitió que aquellos se vinculasen y se aliasen
con otros grupos de no parientes. Al mantener los vínculos con un hijo o hija
disperso, los humanos podían forjar vínculos con el grupo al que éste o ésta se
desplazaban. De este modo, un rasgo exclusivamente humano, y que es
significativo para nuestra organización social, es la habilidad para mantener
relaciones sociales con otros aun cuando estén ausentes durante largas
temporadas. Usando datos sobre los babuinos hamadryas (por ejemplo, Abegglen
1984), Rodseth et al. también exponen
argumentos a favor de la ‘alianza’ y la ‘descendencia’ de Fox combinadas ya en
un solo sistema. Estos babuinos, en sus unidades de un solo macho, no sólo
presentan ‘alianza’, justo como lo describiera Fox, sino que los machos de
estas unidades se organizan de forma flexible en tropas o ‘clanes’ y, por
encima de éstos, en bandas. Hay pruebas de que los babuinos hamadryas macho se
organizan en clanes y bandas sobre la base del parentesco compartido entre
machos. Vemos así un arreglo según el cual la organización social global
(clanes, bandas) sigue un patrón de ‘descendencia’, aun cuando dentro de la
estructura se distinguen claramente unidades de reproducción que siguen un
patrón de ‘alianza’. Fox (1991) aceptó más adelante que, si éste es el caso,
los babuinos hamadryas son una excepción a su anterior generalización sobre los
primates no humanos.”
Reflexiones sobre la nota de Juan Aranzadi:
Bernard Chapais, en el prefacio a su gran obra, Primeval Kinship, reconoce la deuda que
tiene con Robin Fox (también con Lévi-Strauss) y no es extraño, porque el
trabajo de Fox, antiguo ya (1975), es verdaderamente pionero. Sus conclusiones
sobre los sistemas de parentesco de los primates no humanos es ejemplar: en
algunos primates hay “alianza” y, en otros, “descendencia”, pero nunca están presentes
ambas a la vez, rasgo que es distintivo y único de la especie humana; esto
constituye un punto de partida para la Primatología verdaderamente impagable.
Posteriormente, Fox, como se ha dicho, admitirá como una excepción a esta
generalización para la especie humana, la de los babuinos hamadryas, que
parecen presentar “descendencia” y “alianza” de manera conjunta.
Con la obra de Fox, largo tiempo olvidado, y la de Lévi-Strauss,
podemos decir que Chapais trabaja, en las ciencias sociales, al más puro estilo
de las ciencias naturales: a hombros de gigantes, tomando, del primero, el
método comparativo, y del segundo, su consideración de la exogamia recíproca
como la estructura elemental de la conformación de la sociedad humana.
[1] En Aranzadi, un análisis, páginas 592 y siguientes.
[2] Kinship & Marriage.
An Anthropological Perspective, 1967, Robin Fox.
[3] Introducción a dos teorías de la Antropología
social, 1975,
Louis Dumont.
[4] Antropología Estructural,
1968, Claude Lévi-Strauss.
[5] Introducción histórica a la
Antropología del parentesco, Juan Aranzadi Martínez, 2005, p. 44.
[6] Por lo
tanto, aquí mi trabajo es de lectura, subrayado y resumen de lo principal.
[7] Escribe,
en primera persona, el propio David M. Schneider.
[8] Aquí hay una nota del Traductor (Juan Aranzadi Martínez) que
podemos considerar como una crítica a las contradicciones de Schneider, pp. 454
y 455. Un resumen
de la misma la reproducimos en la página siguiente.
[9] Nota de Juan Aranzadi al
artículo de Schneider en Antropología del
Parentesco y de la Familia, de Robert Parkin y Linda Stone, pp. 454 y 455.
El título Idas y vueltas…, lo pongo
yo; espero que se me perdone el atrevimiento.
[10] Página
27.
[11] De una nota del Traductor (Juan Aranzadi Martínez) al capítulo 23 Parientes primates y parentesco humano (Robin Fox), de Antropología del
parentesco y de la familia (Linda Stone y Robert Parkin), p. 711. Considero que esta nota final sobre el texto de Linda Stone vale de
resumen de las ideas del texto de R. Fox.
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