5) Análisis de un
artículo de Linda Stone, Kinship Back on Track: Primatology
Unravels the Originand Evolution of Human Kinship[1].
A review of Bernard
Chapais, Primeval Kinship: How Pair
Bonding Gave Birth to Human Society. Harvard University
Press, Cambridge, MA, 2008, 368 pp.
Procedo en este apartado igual que en el anterior: primero,
reproduzco la traducción que he realizado desde el artículo original de Linda
Stone, y, posteriormente, hago unas reflexiones sobre los aspectos esenciales
del mismo.
***
El parentesco de Nuevo en Marcha: La Primatología Desentraña
el Origen y Evolución del Parentesco Humano. Una revisión de la obra de
Bernard Chapais, Parentesco Primitivo: Cómo el Emparejamiento Afectivo Dio
Lugar (o dio a luz) a la Sociedad Humana.
El primatólogo Bernard
Chapais ha escrito un libro nuevo y audaz que promete, nada más y nada menos,
que la inauguración de la original, de la primera forma de sociedad humana y un
recuento de cómo se ha desarrollado a través del tiempo evolutivo. El libro
realmente cumple esta promesa, presentando un persuasivo, bien argumentado y
lógico escenario evolutivo basado en datos empíricos, y un método comparativo
sensato. La clave del trabajo de Chapais es el uso de la lente de la
Primatología, la visualización del parentesco humano y la organización social como
una variante del orden mayor de los primates. Este enfoque es, definitivamente,
filogenético. Chapais afirma que la principal contribución de la Primatología a
la antropología social y cultural es la luz que puede arrojar sobre el origen
del comportamiento humano. Con el análisis hábil de los ricos datos de primates
que ha acumulado durante las últimas décadas, es capaz de descifrar la
“estructura profunda” de la organización social humana, mostrando cómo es única
y (lo que será todavía más interesante para lectores fuera de la Primatología)
cómo no es única cuando es comparada con la organización social y el parentesco
de los otros grupos de primates. Este libro libera a la antropología de su
problemático pasado con el tema de la evolución social, algo anteriormente
denigrado como una futilidad, o, en el mejor de los casos, como pura
especulación. El libro también tiene implicaciones para el estudio
sociocultural del parentesco y los debates sobre el papel de la biología en el
mismo.
El modelo de Chapais
tiene su propio pasado evolutivo. Desciende, con modificación, de una línea de
antropólogos, especialmente Claude Lévi-Strauss y Robin Fox. El libro se
inspira en la visión de Lévi-Strauss de que el origen y la esencia de la
sociedad humana estuvieron en la exogamia recíproca, el intercambio sistemático
de parejas (cónyuges) entre o dentro de los grupos humanos. Esta idea se siguió
de la afirmación de Edward Tylor en el siglo XIX, cuando los primeros seres
humanos se enfrentaron a la decisión de casarse fuera o ser asesinados fuera
(marry out or be killed out). Para Lévi-Strauss esto constituía el tabú del incesto,
que encomendaba la búsqueda de parejas fuera del propio grupo de parientes,
estableciendo, así, alianzas potenciales entre grupos basados en lazos de
afinidad. Estas alianzas pueden ser perpetuadas en el tiempo a través de
exogamia recíproca, garantizada por sí misma a través de reglas de matrimonio
entre primos cruzados. Para Lévi-Strauss, el tabú del incesto, el matrimonio y
la exogamia recíproca formaban una sola pieza y juntos constituían la
emergencia de la sociedad humana, distinguiendo a los humanos de todos los
otros animales, y marcando el paso de la naturaleza a la cultura. Chapais
conserva de Lévi-Strauss la idea de que la exogamia recíproca es exclusivamente
humana y el núcleo esencial de la sociedad humana. La idea de que el tabú del
incesto humano, por sí mismo, era necesario para estimular la exogamia fue,
hace ya bastante tiempo, descartada cuando, entre otras razones, se entendió
que todos los primates no humanos practican la evitación del incesto y que uno
o los dos sexos dispersan, tras la madurez, a la pareja dentro de otros grupos.
Dada su ahistoricidad,
su posición estructuralista, se echa de menos en las ideas de Lévi-Strauss
sobre la exogamia recíproca que hubiera alguna referencia al tiempo, o
cualquier recurso a un marco evolutivo. El comienzo de este esbozo fue llevado a cabo por el predecesor más inmediato de
Chapais, Robin Fox. El libro de Chapais revivirá y mejorará el trabajo de Fox,
quien ha sido largamente ignorado durante las últimas tres décadas. Fox
(1975,1980) fue un pionero en el estudio de la evolución del parentesco humano
y en el uso de datos de primates en este esfuerzo. Su método comparativo
anuncia el de Chapais: descompuso el parentesco humano en sus componentes
esenciales y explicó en qué medida estos existen, aunque sólo sea de forma
rudimentaria, entre los primates no humanos. Esto llevó a Fox a su ingeniosa
sugerencia de que el parentesco humano ha evolucionado como una combinación
de dos componentes, “alianza” (vínculos
de reproducción relativamente estables) y linaje (línea de descendencia; dando
lugar a distintos grupos familiares). Para Fox, algunos grupos de primates
exhiben alianzas y otros exhiben linaje, pero ningún grupo primate contiene
ambos juntos. Por ejemplo, los babuinos hamadryas tienen alianza (que constan
de un solo macho adulto apareándose con varias hembras), pero no linaje. Por el
contrario, algunas especies de monos del Viejo Mundo muestran linaje (distintas
matrilineas que son cohesivas, con rango y que transmiten el rango a las crías)
pero no alianza porque el apareamiento dentro de esos grupos es, básicamente,
promiscuo. El paso distintivamente humano fue, entonces, la combinación de la
descendencia con la alianza de tal manera que el modo de descendencia
determinaría la dirección de las alianzas; en otras palabras, estaríamos de
vuelta a la exogamia. Una vez que la descendencia y la alianza están en su
lugar, los seres humanos son capaces de inventar la exogamia y lograr el
intercambio sistemático de parejas entre los grupos de parientes.
Usando datos de
primates no disponibles para Fox cuando sus escritos, Lars Rodseth, Richard W.
Wrangham, Alisa M. Harrigan y Bárbara B. Smuts (1991) afirmaron que los
babuinos hamadryas muestran en realidad alianza y descendencia, en términos de
Fox, coexistiendo. Estos primates no están únicamente organizados en unidades
polígamas de un solo macho, como describió Fox, sino que por encima de este
nivel, se organizan libremente en clanes y bandas sobre la base de la
descendencia común a través de los machos. Fox (1991) concedió que este sería
un caso de alianza y descendencia en un sistema primate; sin embargo, en su
artículo original (1975) ya había dicho que entre los primates estaba este tipo
de sistema, lo que podría indicar, en su sentido más amplio, que el parentesco
humano no es una construcción puramente cultural, carente de raíces biológicas
y evolutivas. Rodseth y sus colegas demostraron, además, que en los grupos con
alianza y descendencia, las hembras se trasladan periódicamente fuera de sus
familias natales en la madurez. Por tanto, en términos de comportamiento, la
exogamia no es algo exclusivo de los seres humanos. En cuanto a la afinidad,
estos autores puntualizan que algunos primates pueden exhibir una especie de
rudimentario lazo de afinidad desde uno solo de los lados. Si, por ejemplo, una
hembra se dispersa en otro grupo y forma una relación estable de acoplamiento
con un macho de ese grupo, ella podría reconocer a los familiares de su pareja,
sus familiares políticos (in-law). Pero lo contrario no ocurre: su pareja
masculina no reconoce a los familiares natales de la mujer, de la que ella se
desconecta una vez que se dispersa. Así que, estrictamente hablando, lo que es
único para los humanos es el lazo de afinidad bilateral entre los grupos que se
acoplan exogámicamente. Por esto, la línea de la evolución humana necesitaba
adquirir la capacidad de mantener relaciones sociales a lo largo de toda la
vida entre su dispersión masculina y su descendencia femenina. Sólo con esta habilidad
puede la exogamia, verdaderamente, vincular grupos separados de familiares consanguíneos.
Con estos antecedentes,
Chapais comienza su propia construcción de la evolución de la sociedad y del
parentesco humanos. Sigue a Fox en la descomposición de parentesco en
componentes distintos, pero mientras que Fox propuso sólo dos componentes,
Chapais descompone el parentesco humano en doce. Juntos constituyen lo que él
llama "la configuración de la exogamia", que es la estructura
profunda de la sociedad humana. En el espíritu de Lévi-Strauss y Fox, Chapais
contempla la "exogamia", como algo más allá que una mera reproducción
fuera del grupo: "... la exogamia se refiere a los aspectos de unión del
matrimonio y, más concretamente, a la unión entre los grupos, independientemente
de la naturaleza de las entidades que quedan obligadas, sean familias, linajes,
clanes, tribus, naciones u otros" (página 12).
Los 12 componentes de
Chapais incluyen varios que se encuentran entre las diversas especies de
primates: composición de grupos multimacho-multihembra, grupos de familiares
exogámicos, parentesco uterino (reconocimiento de parentesco por y a través de
la madre), la evitación del incesto, y esposas estables para la reproducción.
Otros componentes marcan la "estructura profunda" de la sociedad
humana, pero se producen entre algunos primates en una forma embrionaria o muy
simple, como el parentesco agnaticio (reconocimiento de parentesco hacia y a
través del padre), patrones de residencia post-marital (patrones de filopatría
en primates) y descendencia o filiación (grupos de descendencia o filiación
unilineal). Sólo unos pocos de los doce componentes son exclusivos de los
humanos y no se encuentran en cualquier
forma o modalidad entre los primates: la tribu, el complejo parentesco
hermano-hermana, y el intercambio matrimonial. Chapais afirma, además, que en
términos de regularidades de comportamiento la configuración de la exogamia,
aunque en forma primitiva, puede haber emergido en nuestro linaje ancestral
antes del desarrollo del lenguaje humano. En otras palabras, y en contraste con
las ideas de muchos escritores anteriores, el lenguaje no era necesario para
impulsar la configuración de la exogamia, a pesar de que aquél dio lugar a una
más elaborada e institucionalizada versión de la misma.
El libro de
Chapais traza el orden secuencial más
probable en el que emergieron los componentes de la configuración de la
exogamia en nuestra evolución. Proporciona un análisis paso a paso de cómo,
desde la división Homo-Pan, los homínidos cambiaron desde un vulgar chimpancé
(grupos multimacho-multihembra,
promiscuidad sexual y filopatría macho[2])
hasta la estructura profunda humana del parentesco y la organización social.
Comenzamos, entonces, con lo que llama Chapais el grupo familiar masculino. Con
filopatría masculina, los hombres se quedan en sus grupos natales, mientras que
hembras comúnmente salen y se unen a otros grupos para reproducirse. Esto deja
una estructura agnaticia de familiares varones en los grupos locales, a pesar
de que esta estructura no es reconocida por los miembros del grupo, sino que
permanece latente. El parentesco humano emerge, en parte, con la activación de
esta estructura agnaticia latente.
Crucial para la
secuencia evolutiva de Chapais es el desarrollo de lazos de pareja[3]
(lazos de acoplamiento relativamente estables entre hombres y mujeres, lo que
Fox llamó "alianza") en la línea humana. Lazos de pareja que
produjeron un número de cambios finalmente dirigidos hacia la configuración
exogámica. En efecto, Chapais compara
las consecuencias de este nuevo sistema de apareamiento en la sociedad
homínido con "el efecto de la locomoción bípeda en el uso de la mano"
(p. 27). Entre los cambios promovidos o más desarrollados aún por los lazos de
pareja están la paternidad, o el
reconocimiento entre padre e hijos, y el parentesco agnaticio, o el
reconocimiento de las relaciones a través del padre. Los lazos de apareamiento
también fueron cruciales para el reconocimiento bilateral de los afines, los
parientes políticos o "in law", en un proceso que se basa en las
capacidades cognitivas que ya están presentes en los primates. Chapais, a
continuación, proporciona una fascinante discusión de cómo el reconocimiento
consanguíneo y de afinidad de parentesco podría haber dado lugar a la formación
de "puentes de apaciguamiento” intergrupales. Estos puentes fomentaron las
relaciones pacíficas entre los grupos locales, preparando el escenario para un
intercambio posterior sistemático de parejas que unirían a los afines dentro de
las alianzas.
Haciendo un paralelo
con nuestra evolución física, Chapais sugiere que varios pasos en la secuencia
evolutiva de la sociedad humana trabajaron a través de pre-adaptaciones. Así
como, por ejemplo, la mano que agarra era una pre-adaptación para el uso de la
herramienta, también, elementos de parentesco humano y la organización social
eran pre-adaptaciones para las etapas posteriores de la sociedad humana. Por
ejemplo, la co-alimentación era una pre adaptación para compartir la comida
pasiva dentro de las unidades familiares. El emparejamiento afectivo era una
pre-adaptación para el cuidado paternal de los hijos (y no, en sí, evolucionar
como estrategia de cuidado de los padres). También de manera significativa, el
parentesco uterino, o el reconocimiento de parentesco por y a través de la
madre, una capacidad ampliamente exhibida entre muchas especies de primates de
hoy en día con filopatría femenina, fue una pre- adaptación de parentesco
agnaticio en el grupo de parientes varones. El parentesco uterino entre los
primates es más probable que trabaje a través de un mecanismo de asociación:
una descendencia llega a reconocer y diferenciar a los demás sobre la base de
sus asociaciones con su madre. Esta capacidad estaba, pues, preparada en el
momento en el que el emparejamiento afectivo y la paternidad emergieron,
trabajando como pre-adaptación para el reconocimiento del parentesco a través
del padre. Del mismo modo, las alianzas sociales entre los primates no humanos
eran pre adaptaciones de asociaciones sólidas basadas en el intercambio de
pareja.
Varias de las
alegaciones de Chapais serán controvertidas en el campo de la antropología
biológica o de la evolución; por ejemplo, su afirmación de que el emparejamiento
afectivo (pair-bonding) es anterior, y no se desarrolló como una estrategia
para la inversión paterna en los hijos (Mulder, 2008), así como su afirmación
de que un forma primigenia de la configuración de la exogamia existía antes, y,
por tanto, no es dependiente del lenguaje. Pero dentro de estos campos el
enfoque básico y las orientaciones de
Chapais pueden ser vistos como estándares. En el estudio del parentesco dentro
de la antropología cultural, por el contrario, las implicaciones teóricas del
libro son más profundas y de largo alcance. En efecto, Primeval Kinship
(Parentesco primitivo) puede instigar un cambio largamente esperado desde la
posición del relativismo cultural fuerte que ha dominado los estudios del
parentesco durante casi cuarenta años. Esta posición se deriva en gran parte de
David Schneider (1984), quien afirmaba que el concepto antropológico de
parentesco se basa en las ideas eurocéntricas de la reproducción biológica o
conexiones genealógicas, y que el "parentesco" en otras culturas a
menudo se construye sobre otras bases (residencia, rituales y así
sucesivamente); y que el parentesco, por lo tanto, es una categoría
intercultural (cross-cultural) no válida. Por lo tanto, el
"parentesco" sólo puede ser estudiado y comprendido dentro de cada
cultura por separado, es decir, a través de un marco de relativismo cultural.
Chapais afirma que la falta de ajuste entre el parentesco genealógico y las
categorías de parentesco culturales es irrelevante para la discusión de los
orígenes de parentesco humano. Hay, pues, en contra de Schneider, una verdadera
"unidad genealógica de la humanidad" independientemente de las
diversas ideologías culturales de las relaciones humanas.
En mi opinión,
Schneider y sus seguidores estaban intentando hacer algo más que afirmar que
los conceptos antropológicos de parentesco son a menudo no coincidentes con las
categorías de parentesco culturales; estaban tratando también de eliminar la
biología (especialmente la biología reproductiva humana) del estudio del
parentesco.
En el caso de
Schneider, esta eliminación se necesitaba para mantener la cultura (símbolos y
significados) como un dominio analítico separado (Stone, 2004). No era que la
biología no existiese, pero sí que era irrelevante para el entendimiento del
parentesco dentro de una cultura. Algunos de sus seguidores fueron incluso algo
más lejos al declarar que, no sólo el parentesco, sino también nociones de la
biología reproductiva humana eran, ellas mismas, construcciones culturales y,
por consiguiente, la idea de una biología científica y metacultural es
enormemente irrelevante para nuestro entendimiento del “parentesco” o la vida
social humana (Yanagisako and Collier, 1987). Las nociones de la reproducción
biológica eran, para estos antropólogos,
sólo importantes en términos de cómo habían sido entendidas por la propia gente
local. Es aquí donde veo el trabajo de Chapais como un punto y aparte en los
estudios del parentesco dentro de la antropología cultural.
Mi opinión es que
después de Primeval Kinship será extremadamente dificultoso para cualquiera argumentar
que el parentesco humano (o cualquier asunto de paternidad o matrimonio) es
sólo o puramente una construcción cultural, careciendo de unas raíces
biológicas en nuestro patrimonio primate. Esto reabre la posibilidad de un
estudio científico y comparativo del parentesco que ha estado frenado durante
décadas. Chapais proporciona un camino para entender las variaciones culturales
en el parentesco no como negaciones de la validez de los conceptos
antropológicos o como impedimentos para cualesquiera comparaciones o
generalizaciones, sino como una
estructura profunda de la sociedad humana. Esta innovación desde la
primatología proporciona, por tanto, un camino productivo para integrar la
biología y la cultura en el estudio del parentesco. Aunque esta aproximación
puede ser enfrentada por muchos dentro de la antropología cultural, será
extremadamente refrescante y bienvenida por muchos otros (incluyendo, presumo,
los lectores de este paper).
Chapais sigue a ambos,
a Lévi-Strauss y Fox, en la especificación de que el intercambio de pareja era
una cuestión de ‘hombres intercambiando mujeres’, mujeres convertidas en
objetos de intercambio entre hombres en grupos familiares masculinos. Sobre
este asunto, Lévi-Strauss había declarado que, a lo ancho del mundo, las
mujeres eran ‘la más preciosa posesión’ y, por consiguiente, apropiables como
regalos recíprocos que efectivamente construyen alianzas sociales. Chapais
lleva esto más allá para proporcionar una respuesta creíble desde la teoría
evolucionista a por qué eran las hembras (y no los varones, o ambos, varones y
hembras) quienes eran intercambiadas. Puesto que las hembras, respecto a los
machos, contribuyen en mucho mayor grado al esfuerzo reproductivo o inversión
parental (en el embarazo, nacimiento, lactancia y cuidado de las crías), ellas
son el recurso reproductivo más escaso y valioso; por esta razón, los varones,
para mejorar (o aumentar) sus propios éxitos reproductivos, competirán e
intentarán monopolizar a las mujeres. “Así, el argumento de Lévi-Strauss sobre
el valor prominente de las mujeres para los hombres transculturalemnte puede
casi ser más compatible con la teoría evolucionista, en particular con la
teoría de la selección sexual”. (Chapais, p. 249).
Chapais, sin embargo,
no hace frente a la cuestión crucial: ¿Cómo (por qué mecanismo) consiguieron
los homínidos varones el control seguro sobre sus familiares-mujeres hasta el
punto de convertirlas en sus posesiones y objetos de intercambio, meros peones
en un juego masculino de construcción de alianzas? Él ha hablado de cómo la
combinación de parejas reproductivas, dispersión de mujeres y tolerancia entre
los grupos familiares de matrimonios mixtos son prerrequisitos para el
intercambio de mujeres, pero no ha explicado cómo las mujeres consentían o eran
obligadas a cesar en la dispersión para criar por su cuenta, o cuáles de ellas
habrían sido perfectamente capaces de hacerlo antes de emigrar y reproducirse
fuera, bajo la dirección o al capricho de los varones. R. Fox había
proporcionado una posible respuesta a esta cuestión: las mujeres cedieron a los
hombres el monopolio sobre la misión reproductiva (al menos en la apariencia
externa) porque ellas eran dependientes de los machos para la carne de la caza.
Chapais no incorpora esta idea ni hace uso de ideas de otros, como por ejemplo
Barbara Smuts (1995) o Marvin Harris (1993), acerca del origen evolutivo del
control de los varones sobre las hembras.
El fallo de Chapais al
abordar esta cuestión, aunque especulativo, es sorprendente, teniendo en cuenta
lo meticuloso que es al abordar otras cuestiones relacionadas con los orígenes
sociales de los humanos. Otra cuestión relacionada es: asumiendo que Chapais y
sus predecesores tenían razón en que los varones intercambiaban hembras,
¿significa esto que el nacimiento del parentesco humano, la emergencia completa
de la configuración de la exogamia, fue simultáneo al nacimiento de una forma
distintivamente humana de subordinación de la hembra a los varones? Y si es
así, ¿esto implica que la subordinación de la hembra humana tiene una base
evolutiva, biológica en nuestro patrimonio homínido? Chapais no asume este
problema, pero si su escenario evolutivo conduce a estas implicaciones, muchos
antropólogos quieren verlas expuestas en detalle (y muchos otros lo encontrarán
controvertido, por decir lo mínimo).
Primeval Kinship
presenta argumentos contundentes sobre el origen y el camino evolutivo del
parentesco humano. Reabre viejas cuestiones, largamente abandonadas, sobre el
origen de la sociedad humana y los aborda con una síntesis brillante de datos
recientes sobre los primates. Chapais ha demostrado que la primatología está
ahora posicionada para hacer significativas contribuciones al estudio del
parentesco humano. Este trabajo, sin duda, abrirá amplios debates e inspirará
futuras investigaciones. Disipa eficazmente la opinión de que el parentesco
humano es una construcción puramente cultural o que el parentesco puede
entenderse al margen de nuestra herencia primate.
Reflexiones en torno a la obra:
En definitiva, pretendemos hacer
una recensión de la obra de Chapais, y no es fácil hacerlo a través de un autor
interpuesto; hacerlo, quiero decir, con palabras propias que huelan a reflexión
hecha de primera mano. Ahora comprendo muy bien cuando en alguna otra asignatura
del máster han dicho que es bueno acudir a las fuentes originales. No obstante,
he querido hacer el esfuerzo de traducir, espero que con relativo éxito al
menos, este texto de Linda Stone porque me parece una reflexión importante de
una antropóloga cultural importante. Por otro lado, sus comentarios son bien
claros, en el sentido de que habrá un antes y un después en el estudio del
parentesco (y, en particular, en el estudio de la primatología) tras la
publicación de Primeval Kinship.
Partiendo de esto último, acotaré
algunos de los aspectos más importantes señalados por la antropóloga:
Califica
el libro de Chapais de nuevo y audaz.
Su
originalidad deriva del empleo de un enfoque comparativo trabajado desde el
punto de vista de la primatología, la especialidad del autor.
Libera
a la antropología social y cultural de un problemático pasado en relación a la
evolución social.
Supera
el affair Robin Fox vs. David Schneider (concepción
biosocial del parentesco vs.
concepción cultural del mismo), cuestión principal en este trabajo, tal y como
se decía al principio del mismo, en favor del primero. Así, en contra del
relativismo cultural del concepto de parentesco de Schneider, Chapais no duda
en decantarse por la existencia de una verdadera “unidad genealógica de la
humanidad”.
El
trabajo previo de estudiosos del parentesco como Robin Fox y Claude
Lévi-Strauss es clave, y así lo reconoce el propio Bernard Chapais. Podríamos
decir, de manera parecida a como trabajan las ciencias naturales, que se está
trabajando, también en esta área de las ciencias sociales (y esto no es muy
habitual) a hombros de gigantes.
Particularmente importante es, para el estudio de Chapais, el átomo del parentesco de Lévi-Strauss (el tabú del incesto, el matrimonio y la exogamia recíproca) que permitieron, según el antropólogo francés, la emergencia de la sociedad humana, permitiendo el paso de la naturaleza a la cultura.
La
ahistoricidad estructuralista del trabajo de Lévi-Strauss será parcialmente
corregida por Robin Fox, que descompuso el parentesco humano en sus componentes
esenciales. A su vez, el libro de Chapais comienza desde donde lo dejó Fox y
mejora el trabajo de aquél. Fox fue pionero también en el estudio comparativo
de la sociedad humana con los primates no humanos.
Para
Fox el parentesco humano ha evolucionado con la combinación de dos componentes:
alianza y linaje. Para él, algunos grupos de primates no humanos tienen
alianza, y otros, tienen linaje, pero sólo los humanos disponemos de ambos a la
vez. Estudios posteriores a Fox han dado ejemplos de primates no humanos que
exhiben ambas características; para estos autores el elemento verdaderamente
distintivo del parentesco humano, más allá de disponer de alianza y linaje a la
vez, reside en el lazo de afinidad bilateral entre los grupos que se acoplan
exogámicamente.
Chapais
va más allá de Fox e identifica, no dos, sino doce componentes en los que él
llama la configuración de la exogamia, que constituye la estructura profunda de
la sociedad humana. Sólo
unos pocos de esos doce componentes son exclusivos de los humanos y no se encuentran en cualquier forma o
modalidad entre los primates: la tribu, el complejo parentesco hermano-hermana,
y el intercambio matrimonial. Además, y esto es importante y controvertido para
Linda Stone, la configuración de la exogamia, para Chapais, no necesitó del
lenguaje. Fue anterior a la emergencia del mismo. Otra cuestión controvertida
es la afirmación del primatólogo de que el emparejamiento afectivo es anterior,
y no se desarrolló como una estrategia para la inversión paterna en los hijos.
Linda
Stone opina que “después de Primeval
Kinship será extremadamente dificultoso para cualquiera argumentar que el
parentesco humano es sólo o puramente una construcción cultural, careciendo de
unas raíces biológicas en nuestro patrimonio primate”, y que “Esto reabre la
posibilidad de un estudio científico y comparativo del parentesco que ha estado
frenado durante décadas.” No puedo ahora sino recordar unas breves palabras
escritas en su libro de compilación de textos junto a Robert Parkin (Antropología del parentesco y de la familia,
Ed. Universitaria Ramón Areces, 2008[4]) en referencia al libro de
Robin Fox, Kinship and Marriadge,
Cambridge University Press, 1967): “Aunque ya es antiguo, es un texto que se lee
muy bien y es en general muy fiable, si bien en los primeros capítulos se apoya
demasiado en conceptos biológicos”[5]. Habría que preguntar a
Linda Stone, si, tras la publicación de Primeval
Kinship, seguiría escribiendo ese aunque,
y lo digo porque con esa palabra da la impresión de que un libro de parentesco,
desde su punto de vista, no debiera tener en su contenido un exceso de
biología.
De acuerdo con Robin Fox y Claude Lévi-Strauss, Chapais opina también que el intercambio de pareja era una cuestión de hombres intercambiando mujeres, pero, y aquí está lo que echa en falta Linda Stone en el estudio de Chapais, éste no responde a una pregunta crucial: ¿cómo llegaron los varones homínidos a tener tal control sobre las mujeres hasta el punto de convertirlas en un precioso tesoro objeto de intercambio? Stone encuentra inexplicable que Chapais, tan meticuloso en su estudio, no afronte este asunto. Desde mi punto de vista, muchas obras son trascendentales no sólo por llevar el conocimiento sobre algún asunto más allá que otras, sino, además, por proponer otros objetos de estudio, por abrir nuevos caminos. Este puede ser el caso de este tema que la antropóloga echa de menos en Primeval Kinship. Recordemos que ella escribió en 2000 Kinship and Gender: An Introduction. Quizá pudiera ser ella misma (entre otros estudiosos del género y el parentesco) la que pudiera profundizar allí donde lo dejó Chapais.
Bibliografía.
Aranzadi Martínez, Juan, Introducción y guía al estudio de la
Antropología del Parentesco, Uned-Addenda, 2002.
Aranzadi Martínez, Juan, Introducción histórica a la Antropología del
parentesco, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2005.
Cela Conde, Camilo J. y Ayala
Francisco J., Senderos de la evolución
humana, Alianza Editorial, 2001.
Chapais, Bernard, Primeval Kinship. How pair-Bonding Gave Birth to Human Society,
Harvard University Press, Cambridge-London, 2008.
Lévi-Strauss, Claude, Antropología Estructural, Editorial
Eudeba, 1968.
Ramírez Goicoechea, Eugenia, Antropología biosocial. Biología, cultura y
sociedad, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2013.
Stone, Linda y Parkin, Robert, Antropología del parentesco y de la familia,
Editorial Universitaria Ramón Areces, 2008.
Stone, Linda, Kinship Back on Track: Primatology Unravels the Origin and Evolution of
Human Kinship. A review of Bernard Chapais, Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society, Evolutionary Psychology, Volume 6(4) 2008,
Pp. 557 a 562.
[1] Evolutionary Psychology, Volume 6(4) 2008, Pp.557 a 562.
[3] O
emparejamiento afectivo.
[4] Esta
es la edición española de Kinship and
Family. An Anthropological Reader, 2004.
[5] Estas
palabras las firman Robert Parkin y Linda Stone en abril de 2003, concretamente
en el Prólogo a la edición inglesa de su libro.
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