martes, 27 de enero de 2015

'Primatología del Parentesco': puesta al día del estado de la investigación en esta materia hasta la publicación de 'Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society', de Bernard Chapais, 2008, Harvard University Press, Cambridge (3ª parte).



5)    Análisis de un artículo de Linda Stone, Kinship Back on Track: Primatology Unravels the Originand Evolution of Human Kinship[1]. A review of Bernard Chapais, Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society. Harvard University Press, Cambridge, MA, 2008, 368 pp.



Procedo en este apartado igual que en el anterior: primero, reproduzco la traducción que he realizado desde el artículo original de Linda Stone, y, posteriormente, hago unas reflexiones sobre los aspectos esenciales del mismo. 
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El parentesco de Nuevo en Marcha: La Primatología Desentraña el Origen y Evolución del Parentesco Humano. Una revisión de la obra de Bernard Chapais, Parentesco Primitivo: Cómo el Emparejamiento Afectivo Dio Lugar (o dio a luz) a la Sociedad Humana.


El primatólogo Bernard Chapais ha escrito un libro nuevo y audaz que promete, nada más y nada menos, que la inauguración de la original, de la primera forma de sociedad humana y un recuento de cómo se ha desarrollado a través del tiempo evolutivo. El libro realmente cumple esta promesa, presentando un persuasivo, bien argumentado y lógico escenario evolutivo basado en datos empíricos, y un método comparativo sensato. La clave del trabajo de Chapais es el uso de la lente de la Primatología, la visualización del parentesco humano y la organización social como una variante del orden mayor de los primates. Este enfoque es, definitivamente, filogenético. Chapais afirma que la principal contribución de la Primatología a la antropología social y cultural es la luz que puede arrojar sobre el origen del comportamiento humano. Con el análisis hábil de los ricos datos de primates que ha acumulado durante las últimas décadas, es capaz de descifrar la “estructura profunda” de la organización social humana, mostrando cómo es única y (lo que será todavía más interesante para lectores fuera de la Primatología) cómo no es única cuando es comparada con la organización social y el parentesco de los otros grupos de primates. Este libro libera a la antropología de su problemático pasado con el tema de la evolución social, algo anteriormente denigrado como una futilidad, o, en el mejor de los casos, como pura especulación. El libro también tiene implicaciones para el estudio sociocultural del parentesco y los debates sobre el papel de la biología en el mismo.


El modelo de Chapais tiene su propio pasado evolutivo. Desciende, con modificación, de una línea de antropólogos, especialmente Claude Lévi-Strauss y Robin Fox. El libro se inspira en la visión de Lévi-Strauss de que el origen y la esencia de la sociedad humana estuvieron en la exogamia recíproca, el intercambio sistemático de parejas (cónyuges) entre o dentro de los grupos humanos. Esta idea se siguió de la afirmación de Edward Tylor en el siglo XIX, cuando los primeros seres humanos se enfrentaron a la decisión de casarse fuera o ser asesinados fuera (marry out or be killed out). Para Lévi-Strauss esto constituía el tabú del incesto, que encomendaba la búsqueda de parejas fuera del propio grupo de parientes, estableciendo, así, alianzas potenciales entre grupos basados en lazos de afinidad. Estas alianzas pueden ser perpetuadas en el tiempo a través de exogamia recíproca, garantizada por sí misma a través de reglas de matrimonio entre primos cruzados. Para Lévi-Strauss, el tabú del incesto, el matrimonio y la exogamia recíproca formaban una sola pieza y juntos constituían la emergencia de la sociedad humana, distinguiendo a los humanos de todos los otros animales, y marcando el paso de la naturaleza a la cultura. Chapais conserva de Lévi-Strauss la idea de que la exogamia recíproca es exclusivamente humana y el núcleo esencial de la sociedad humana. La idea de que el tabú del incesto humano, por sí mismo, era necesario para estimular la exogamia fue, hace ya bastante tiempo, descartada cuando, entre otras razones, se entendió que todos los primates no humanos practican la evitación del incesto y que uno o los dos sexos dispersan, tras la madurez, a la pareja dentro de otros grupos.


Dada su ahistoricidad, su posición estructuralista, se echa de menos en las ideas de Lévi-Strauss sobre la exogamia recíproca que hubiera alguna referencia al tiempo, o cualquier recurso a un marco evolutivo. El comienzo de  este esbozo fue llevado a cabo     por el predecesor más inmediato de Chapais, Robin Fox. El libro de Chapais revivirá y mejorará el trabajo de Fox, quien ha sido largamente ignorado durante las últimas tres décadas. Fox (1975,1980) fue un pionero en el estudio de la evolución del parentesco humano y en el uso de datos de primates en este esfuerzo. Su método comparativo anuncia el de Chapais: descompuso el parentesco humano en sus componentes esenciales y explicó en qué medida estos existen, aunque sólo sea de forma rudimentaria, entre los primates no humanos. Esto llevó a Fox a su ingeniosa sugerencia de que el parentesco humano ha evolucionado como una combinación de  dos componentes, “alianza” (vínculos de reproducción relativamente estables) y linaje (línea de descendencia; dando lugar a distintos grupos familiares). Para Fox, algunos grupos de primates exhiben alianzas y otros exhiben linaje, pero ningún grupo primate contiene ambos juntos. Por ejemplo, los babuinos hamadryas tienen alianza (que constan de un solo macho adulto apareándose con varias hembras), pero no linaje. Por el contrario, algunas especies de monos del Viejo Mundo muestran linaje (distintas matrilineas que son cohesivas, con rango y que transmiten el rango a las crías) pero no alianza porque el apareamiento dentro de esos grupos es, básicamente, promiscuo. El paso distintivamente humano fue, entonces, la combinación de la descendencia con la alianza de tal manera que el modo de descendencia determinaría la dirección de las alianzas; en otras palabras, estaríamos de vuelta a la exogamia. Una vez que la descendencia y la alianza están en su lugar, los seres humanos son capaces de inventar la exogamia y lograr el intercambio sistemático de parejas entre los grupos de parientes.


Usando datos de primates no disponibles para Fox cuando sus escritos, Lars Rodseth, Richard W. Wrangham, Alisa M. Harrigan y Bárbara B. Smuts (1991) afirmaron que los babuinos hamadryas muestran en realidad alianza y descendencia, en términos de Fox, coexistiendo. Estos primates no están únicamente organizados en unidades polígamas de un solo macho, como describió Fox, sino que por encima de este nivel, se organizan libremente en clanes y bandas sobre la base de la descendencia común a través de los machos. Fox (1991) concedió que este sería un caso de alianza y descendencia en un sistema primate; sin embargo, en su artículo original (1975) ya había dicho que entre los primates estaba este tipo de sistema, lo que podría indicar, en su sentido más amplio, que el parentesco humano no es una construcción puramente cultural, carente de raíces biológicas y evolutivas. Rodseth y sus colegas demostraron, además, que en los grupos con alianza y descendencia, las hembras se trasladan periódicamente fuera de sus familias natales en la madurez. Por tanto, en términos de comportamiento, la exogamia no es algo exclusivo de los seres humanos. En cuanto a la afinidad, estos autores puntualizan que algunos primates pueden exhibir una especie de rudimentario lazo de afinidad desde uno solo de los lados. Si, por ejemplo, una hembra se dispersa en otro grupo y forma una relación estable de acoplamiento con un macho de ese grupo, ella podría reconocer a los familiares de su pareja, sus familiares políticos (in-law). Pero lo contrario no ocurre: su pareja masculina no reconoce a los familiares natales de la mujer, de la que ella se desconecta una vez que se dispersa. Así que, estrictamente hablando, lo que es único para los humanos es el lazo de afinidad bilateral entre los grupos que se acoplan exogámicamente. Por esto, la línea de la evolución humana necesitaba adquirir la capacidad de mantener relaciones sociales a lo largo de toda la vida entre su dispersión masculina y su descendencia femenina. Sólo con esta habilidad puede la exogamia, verdaderamente, vincular grupos separados de familiares consanguíneos.


Con estos antecedentes, Chapais comienza su propia construcción de la evolución de la sociedad y del parentesco humanos. Sigue a Fox en la descomposición de parentesco en componentes distintos, pero mientras que Fox propuso sólo dos componentes, Chapais descompone el parentesco humano en doce. Juntos constituyen lo que él llama "la configuración de la exogamia", que es la estructura profunda de la sociedad humana. En el espíritu de Lévi-Strauss y Fox, Chapais contempla la "exogamia", como algo más allá que una mera reproducción fuera del grupo: "... la exogamia se refiere a los aspectos de unión del matrimonio y, más concretamente, a la unión entre los grupos, independientemente de la naturaleza de las entidades que quedan obligadas, sean familias, linajes, clanes, tribus, naciones u otros" (página 12).


Los 12 componentes de Chapais incluyen varios que se encuentran entre las diversas especies de primates: composición de grupos multimacho-multihembra, grupos de familiares exogámicos, parentesco uterino (reconocimiento de parentesco por y a través de la madre), la evitación del incesto, y esposas estables para la reproducción. Otros componentes marcan la "estructura profunda" de la sociedad humana, pero se producen entre algunos primates en una forma embrionaria o muy simple, como el parentesco agnaticio (reconocimiento de parentesco hacia y a través del padre), patrones de residencia post-marital (patrones de filopatría en primates) y descendencia o filiación (grupos de descendencia o filiación unilineal). Sólo unos pocos de los doce componentes son exclusivos de los humanos y  no se encuentran en cualquier forma o modalidad entre los primates: la tribu, el complejo parentesco hermano-hermana, y el intercambio matrimonial. Chapais afirma, además, que en términos de regularidades de comportamiento la configuración de la exogamia, aunque en forma primitiva, puede haber emergido en nuestro linaje ancestral antes del desarrollo del lenguaje humano. En otras palabras, y en contraste con las ideas de muchos escritores anteriores, el lenguaje no era necesario para impulsar la configuración de la exogamia, a pesar de que aquél dio lugar a una más elaborada e institucionalizada versión de la misma.


El libro de Chapais  traza el orden secuencial más probable en el que emergieron los componentes de la configuración de la exogamia en nuestra evolución. Proporciona un análisis paso a paso de cómo, desde la división Homo-Pan, los homínidos cambiaron desde un vulgar chimpancé (grupos multimacho-multihembra,  promiscuidad sexual y filopatría macho[2]) hasta la estructura profunda humana del parentesco y la organización social. Comenzamos, entonces, con lo que llama Chapais el grupo familiar masculino. Con filopatría masculina, los hombres se quedan en sus grupos natales, mientras que hembras comúnmente salen y se unen a otros grupos para reproducirse. Esto deja una estructura agnaticia de familiares varones en los grupos locales, a pesar de que esta estructura no es reconocida por los miembros del grupo, sino que permanece latente. El parentesco humano emerge, en parte, con la activación de esta estructura agnaticia latente.


Crucial para la secuencia evolutiva de Chapais es el desarrollo de lazos de pareja[3] (lazos de acoplamiento relativamente estables entre hombres y mujeres, lo que Fox llamó "alianza") en la línea humana. Lazos de pareja que produjeron un número de cambios finalmente dirigidos hacia la configuración exogámica. En efecto, Chapais compara  las consecuencias de este nuevo sistema de apareamiento en la sociedad homínido con "el efecto de la locomoción bípeda en el uso de la mano" (p. 27). Entre los cambios promovidos o más desarrollados aún por los lazos de pareja están la paternidad, o el  reconocimiento entre padre e hijos, y el parentesco agnaticio, o el reconocimiento de las relaciones a través del padre. Los lazos de apareamiento también fueron cruciales para el reconocimiento bilateral de los afines, los parientes políticos o "in law", en un proceso que se basa en las capacidades cognitivas que ya están presentes en los primates. Chapais, a continuación, proporciona una fascinante discusión de cómo el reconocimiento consanguíneo y de afinidad de parentesco podría haber dado lugar a la formación de "puentes de apaciguamiento” intergrupales. Estos puentes fomentaron las relaciones pacíficas entre los grupos locales, preparando el escenario para un intercambio posterior sistemático de parejas que unirían a los afines dentro de las alianzas.

Haciendo un paralelo con nuestra evolución física, Chapais sugiere que varios pasos en la secuencia evolutiva de la sociedad humana trabajaron a través de pre-adaptaciones. Así como, por ejemplo, la mano que agarra era una pre-adaptación para el uso de la herramienta, también, elementos de parentesco humano y la organización social eran pre-adaptaciones para las etapas posteriores de la sociedad humana. Por ejemplo, la co-alimentación era una pre adaptación para compartir la comida pasiva dentro de las unidades familiares. El emparejamiento afectivo era una pre-adaptación para el cuidado paternal de los hijos (y no, en sí, evolucionar como estrategia de cuidado de los padres). También de manera significativa, el parentesco uterino, o el reconocimiento de parentesco por y a través de la madre, una capacidad ampliamente exhibida entre muchas especies de primates de hoy en día con filopatría femenina, fue una pre- adaptación de parentesco agnaticio en el grupo de parientes varones. El parentesco uterino entre los primates es más probable que trabaje a través de un mecanismo de asociación: una descendencia llega a reconocer y diferenciar a los demás sobre la base de sus asociaciones con su madre. Esta capacidad estaba, pues, preparada en el momento en el que el emparejamiento afectivo y la paternidad emergieron, trabajando como pre-adaptación para el reconocimiento del parentesco a través del padre. Del mismo modo, las alianzas sociales entre los primates no humanos eran pre adaptaciones de asociaciones sólidas basadas en el intercambio de pareja.


Varias de las alegaciones de Chapais serán controvertidas en el campo de la antropología biológica o de la evolución; por ejemplo, su afirmación de que el emparejamiento afectivo (pair-bonding) es anterior, y no se desarrolló como una estrategia para la inversión paterna en los hijos (Mulder, 2008), así como su afirmación de que un forma primigenia de la configuración de la exogamia existía antes, y, por tanto, no es dependiente del lenguaje. Pero dentro de estos campos el enfoque básico  y las orientaciones de Chapais pueden ser vistos como estándares. En el estudio del parentesco dentro de la antropología cultural, por el contrario, las implicaciones teóricas del libro son más profundas y de largo alcance. En efecto, Primeval Kinship (Parentesco primitivo) puede instigar un cambio largamente esperado desde la posición del relativismo cultural fuerte que ha dominado los estudios del parentesco durante casi cuarenta años. Esta posición se deriva en gran parte de David Schneider (1984), quien afirmaba que el concepto antropológico de parentesco se basa en las ideas eurocéntricas de la reproducción biológica o conexiones genealógicas, y que el "parentesco" en otras culturas a menudo se construye sobre otras bases (residencia, rituales y así sucesivamente); y que el parentesco, por lo tanto, es una categoría intercultural (cross-cultural) no válida. Por lo tanto, el "parentesco" sólo puede ser estudiado y comprendido dentro de cada cultura por separado, es decir, a través de un marco de relativismo cultural. Chapais afirma que la falta de ajuste entre el parentesco genealógico y las categorías de parentesco culturales es irrelevante para la discusión de los orígenes de parentesco humano. Hay, pues, en contra de Schneider, una verdadera "unidad genealógica de la humanidad" independientemente de las diversas ideologías culturales de las relaciones humanas.


En mi opinión, Schneider y sus seguidores estaban intentando hacer algo más que afirmar que los conceptos antropológicos de parentesco son a menudo no coincidentes con las categorías de parentesco culturales; estaban tratando también de eliminar la biología (especialmente la biología reproductiva humana) del estudio del parentesco.


En el caso de Schneider, esta eliminación se necesitaba para mantener la cultura (símbolos y significados) como un dominio analítico separado (Stone, 2004). No era que la biología no existiese, pero sí que era irrelevante para el entendimiento del parentesco dentro de una cultura. Algunos de sus seguidores fueron incluso algo más lejos al declarar que, no sólo el parentesco, sino también nociones de la biología reproductiva humana eran, ellas mismas, construcciones culturales y, por consiguiente, la idea de una biología científica y metacultural es enormemente irrelevante para nuestro entendimiento del “parentesco” o la vida social humana (Yanagisako and Collier, 1987). Las nociones de la reproducción biológica eran, para estos  antropólogos, sólo importantes en términos de cómo habían sido entendidas por la propia gente local. Es aquí donde veo el trabajo de Chapais como un punto y aparte en los estudios del parentesco dentro de la antropología cultural.


Mi opinión es que después de Primeval Kinship será extremadamente dificultoso para cualquiera argumentar que el parentesco humano (o cualquier asunto de paternidad o matrimonio) es sólo o puramente una construcción cultural, careciendo de unas raíces biológicas en nuestro patrimonio primate. Esto reabre la posibilidad de un estudio científico y comparativo del parentesco que ha estado frenado durante décadas. Chapais proporciona un camino para entender las variaciones culturales en el parentesco no como negaciones de la validez de los conceptos antropológicos o como impedimentos para cualesquiera comparaciones o generalizaciones, sino como una             estructura profunda de la sociedad humana. Esta innovación desde la primatología proporciona, por tanto, un camino productivo para integrar la biología y la cultura en el estudio del parentesco. Aunque esta aproximación puede ser enfrentada por muchos dentro de la antropología cultural, será extremadamente refrescante y bienvenida por muchos otros (incluyendo, presumo, los lectores de este paper).


Chapais sigue a ambos, a Lévi-Strauss y Fox, en la especificación de que el intercambio de pareja era una cuestión de ‘hombres intercambiando mujeres’, mujeres convertidas en objetos de intercambio entre hombres en grupos familiares masculinos. Sobre este asunto, Lévi-Strauss había declarado que, a lo ancho del mundo, las mujeres eran ‘la más preciosa posesión’ y, por consiguiente, apropiables como regalos recíprocos que efectivamente construyen alianzas sociales. Chapais lleva esto más allá para proporcionar una respuesta creíble desde la teoría evolucionista a por qué eran las hembras (y no los varones, o ambos, varones y hembras) quienes eran intercambiadas. Puesto que las hembras, respecto a los machos, contribuyen en mucho mayor grado al esfuerzo reproductivo o inversión parental (en el embarazo, nacimiento, lactancia y cuidado de las crías), ellas son el recurso reproductivo más escaso y valioso; por esta razón, los varones, para mejorar (o aumentar) sus propios éxitos reproductivos, competirán e intentarán monopolizar a las mujeres. “Así, el argumento de Lévi-Strauss sobre el valor prominente de las mujeres para los hombres transculturalemnte puede casi ser más compatible con la teoría evolucionista, en particular con la teoría de la selección sexual”. (Chapais, p. 249).


Chapais, sin embargo, no hace frente a la cuestión crucial: ¿Cómo (por qué mecanismo) consiguieron los homínidos varones el control seguro sobre sus familiares-mujeres hasta el punto de convertirlas en sus posesiones y objetos de intercambio, meros peones en un juego masculino de construcción de alianzas? Él ha hablado de cómo la combinación de parejas reproductivas, dispersión de mujeres y tolerancia entre los grupos familiares de matrimonios mixtos son prerrequisitos para el intercambio de mujeres, pero no ha explicado cómo las mujeres consentían o eran obligadas a cesar en la dispersión para criar por su cuenta, o cuáles de ellas habrían sido perfectamente capaces de hacerlo antes de emigrar y reproducirse fuera, bajo la dirección o al capricho de los varones. R. Fox había proporcionado una posible respuesta a esta cuestión: las mujeres cedieron a los hombres el monopolio sobre la misión reproductiva (al menos en la apariencia externa) porque ellas eran dependientes de los machos para la carne de la caza. Chapais no incorpora esta idea ni hace uso de ideas de otros, como por ejemplo Barbara Smuts (1995) o Marvin Harris (1993), acerca del origen evolutivo del control de los varones sobre las hembras.


El fallo de Chapais al abordar esta cuestión, aunque especulativo, es sorprendente, teniendo en cuenta lo meticuloso que es al abordar otras cuestiones relacionadas con los orígenes sociales de los humanos. Otra cuestión relacionada es: asumiendo que Chapais y sus predecesores tenían razón en que los varones intercambiaban hembras, ¿significa esto que el nacimiento del parentesco humano, la emergencia completa de la configuración de la exogamia, fue simultáneo al nacimiento de una forma distintivamente humana de subordinación de la hembra a los varones? Y si es así, ¿esto implica que la subordinación de la hembra humana tiene una base evolutiva, biológica en nuestro patrimonio homínido? Chapais no asume este problema, pero si su escenario evolutivo conduce a estas implicaciones, muchos antropólogos quieren verlas expuestas en detalle (y muchos otros lo encontrarán controvertido, por decir lo mínimo).


Primeval Kinship presenta argumentos contundentes sobre el origen y el camino evolutivo del parentesco humano. Reabre viejas cuestiones, largamente abandonadas, sobre el origen de la sociedad humana y los aborda con una síntesis brillante de datos recientes sobre los primates. Chapais ha demostrado que la primatología está ahora posicionada para hacer significativas contribuciones al estudio del parentesco humano. Este trabajo, sin duda, abrirá amplios debates e inspirará futuras investigaciones. Disipa eficazmente la opinión de que el parentesco humano es una construcción puramente cultural o que el parentesco puede entenderse al margen de nuestra herencia primate.


Reflexiones en torno a la obra:


En definitiva, pretendemos hacer una recensión de la obra de Chapais, y no es fácil hacerlo a través de un autor interpuesto; hacerlo, quiero decir, con palabras propias que huelan a reflexión hecha de primera mano. Ahora comprendo muy bien cuando en alguna otra asignatura del máster han dicho que es bueno acudir a las fuentes originales. No obstante, he querido hacer el esfuerzo de traducir, espero que con relativo éxito al menos, este texto de Linda Stone porque me parece una reflexión importante de una antropóloga cultural importante. Por otro lado, sus comentarios son bien claros, en el sentido de que habrá un antes y un después en el estudio del parentesco (y, en particular, en el estudio de la primatología) tras la publicación de Primeval Kinship.


Partiendo de esto último, acotaré algunos de los aspectos más importantes señalados por la antropóloga:

Califica el libro de Chapais de nuevo y audaz.
 
Su originalidad deriva del empleo de un enfoque comparativo trabajado desde el punto de vista de la primatología, la especialidad del autor. 

Libera a la antropología social y cultural de un problemático pasado en relación a la evolución social.

Supera el affair Robin Fox vs. David Schneider (concepción biosocial del parentesco vs. concepción cultural del mismo), cuestión principal en este trabajo, tal y como se decía al principio del mismo, en favor del primero. Así, en contra del relativismo cultural del concepto de parentesco de Schneider, Chapais no duda en decantarse por la existencia de una verdadera “unidad genealógica de la humanidad”.

El trabajo previo de estudiosos del parentesco como Robin Fox y Claude Lévi-Strauss es clave, y así lo reconoce el propio Bernard Chapais. Podríamos decir, de manera parecida a como trabajan las ciencias naturales, que se está trabajando, también en esta área de las ciencias sociales (y esto no es muy habitual) a hombros de gigantes.

Particularmente importante es, para el estudio de Chapais, el átomo del parentesco de Lévi-Strauss (el tabú del incesto, el matrimonio y la exogamia recíproca) que permitieron, según el antropólogo francés, la emergencia de la sociedad humana, permitiendo el paso de la naturaleza a la cultura.
La ahistoricidad estructuralista del trabajo de Lévi-Strauss será parcialmente corregida por Robin Fox, que descompuso el parentesco humano en sus componentes esenciales. A su vez, el libro de Chapais comienza desde donde lo dejó Fox y mejora el trabajo de aquél. Fox fue pionero también en el estudio comparativo de la sociedad humana con los primates no humanos.
 
Para Fox el parentesco humano ha evolucionado con la combinación de dos componentes: alianza y linaje. Para él, algunos grupos de primates no humanos tienen alianza, y otros, tienen linaje, pero sólo los humanos disponemos de ambos a la vez. Estudios posteriores a Fox han dado ejemplos de primates no humanos que exhiben ambas características; para estos autores el elemento verdaderamente distintivo del parentesco humano, más allá de disponer de alianza y linaje a la vez, reside en el lazo de afinidad bilateral entre los grupos que se acoplan exogámicamente. 

Chapais va más allá de Fox e identifica, no dos, sino doce componentes en los que él llama la configuración de la exogamia, que constituye la estructura profunda de la sociedad humana. Sólo unos pocos de esos doce componentes son exclusivos de los humanos y  no se encuentran en cualquier forma o modalidad entre los primates: la tribu, el complejo parentesco hermano-hermana, y el intercambio matrimonial. Además, y esto es importante y controvertido para Linda Stone, la configuración de la exogamia, para Chapais, no necesitó del lenguaje. Fue anterior a la emergencia del mismo. Otra cuestión controvertida es la afirmación del primatólogo de que el emparejamiento afectivo es anterior, y no se desarrolló como una estrategia para la inversión paterna en los hijos.

Linda Stone opina que “después de Primeval Kinship será extremadamente dificultoso para cualquiera argumentar que el parentesco humano es sólo o puramente una construcción cultural, careciendo de unas raíces biológicas en nuestro patrimonio primate”, y que “Esto reabre la posibilidad de un estudio científico y comparativo del parentesco que ha estado frenado durante décadas.” No puedo ahora sino recordar unas breves palabras escritas en su libro de compilación de textos junto a Robert Parkin (Antropología del parentesco y de la familia, Ed. Universitaria Ramón Areces, 2008[4]) en referencia al libro de Robin Fox, Kinship and Marriadge, Cambridge University Press, 1967): “Aunque ya es antiguo, es un texto que se lee muy bien y es en general muy fiable, si bien en los primeros capítulos se apoya demasiado en conceptos biológicos”[5]. Habría que preguntar a Linda Stone, si, tras la publicación de Primeval Kinship, seguiría escribiendo ese aunque, y lo digo porque con esa palabra da la impresión de que un libro de parentesco, desde su punto de vista, no debiera tener en su contenido un exceso de biología.

De acuerdo con Robin Fox y Claude Lévi-Strauss, Chapais opina también que el intercambio de pareja era una cuestión de hombres intercambiando mujeres, pero, y aquí está lo que echa en falta Linda Stone en el estudio de Chapais, éste no responde a una pregunta crucial: ¿cómo llegaron los varones homínidos a tener tal control sobre las mujeres hasta el punto de convertirlas en un precioso tesoro objeto de intercambio? Stone encuentra inexplicable que Chapais, tan meticuloso en su estudio, no afronte este asunto. Desde mi punto de vista, muchas obras son trascendentales no sólo por llevar el conocimiento sobre algún asunto más allá que otras, sino, además, por proponer otros objetos de estudio, por abrir nuevos caminos. Este puede ser el caso de este tema que la antropóloga echa de menos en Primeval Kinship. Recordemos que ella escribió en 2000 Kinship and Gender: An Introduction. Quizá pudiera ser ella misma (entre otros estudiosos del género y el parentesco) la que pudiera profundizar allí donde lo dejó Chapais.




Bibliografía.


Aranzadi Martínez, Juan, Introducción y guía al estudio de la Antropología del Parentesco, Uned-Addenda, 2002.

Aranzadi Martínez, Juan, Introducción histórica a la Antropología del parentesco, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2005.

Cela Conde, Camilo J. y Ayala Francisco J., Senderos de la evolución humana, Alianza Editorial, 2001.

Chapais, Bernard, Primeval Kinship. How pair-Bonding Gave Birth to Human Society, Harvard University Press, Cambridge-London, 2008.

Lévi-Strauss, Claude, Antropología Estructural, Editorial Eudeba, 1968.

Ramírez Goicoechea, Eugenia, Antropología biosocial. Biología, cultura y sociedad, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2013.

Stone, Linda y Parkin, Robert, Antropología del parentesco y de la familia, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2008.

Stone, Linda, Kinship Back on Track: Primatology Unravels the Origin and Evolution of Human Kinship. A review of Bernard Chapais, Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society, Evolutionary Psychology, Volume 6(4) 2008, Pp. 557 a 562.





[1] Evolutionary Psychology, Volume 6(4) 2008, Pp.557 a 562.

[2] En zoología, se llama filopatría a la tendencia que presentan muchas especies animales a permanecer en el mismo territorio en que nacieron, o a volver al mismo para reproducirse o nidificar.

[3] O emparejamiento afectivo.

[4] Esta es la edición española de Kinship and Family. An Anthropological Reader, 2004.


[5] Estas palabras las firman Robert Parkin y Linda Stone en abril de 2003, concretamente en el Prólogo a la edición inglesa de su libro.

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