martes, 27 de enero de 2015

'Primatología del Parentesco': puesta al día del estado de la investigación en esta materia hasta la publicación de 'Primeval Kinship: How Pair Bonding Gave Birth to Human Society', de Bernard Chapais, 2008, Harvard University Press, Cambridge (2ª parte).



4)  Análisis de Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth to Human Society, 2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge.


 A continuación reproduzco la traducción que he realizado, desde el original, del prefacio (Preface), así como del capítulo último (Conclusion: Human Society as Contingent). Posteriormente, hago unas reflexiones sobre los aspectos esenciales de esta obra que se promete capital para los estudios contemporáneos de la primatología del parentesco, así como, y esto es lo importante para nosotros, para los estudios del parentesco dentro de la Antropología.
***

Parentesco Primitivo. Cómo el emparejamiento afectivo dio a luz a la sociedad humana.


Prefacio[1].


Las disciplinas científicas tienen una fuerte inclinación hacia la territorialidad;  crecen y prosperan dentro de las fronteras, aunque estas pueden ser relativamente arbitrarias y contingentes históricamente. Como las poblaciones aisladas en islas separadas durante centurias, las especialidades científicas han adquirido diferentes hábitos, creencias, convenciones y dialectos y han llegado a ser, como resultado, apenas capaces de comunicarse con las otras. En algunas ramas, los límites disciplinarios han operado como importantes barreras al avance del conocimiento. Esto es particularmente cierto en las ciencias sociales y del comportamiento, donde la territorialidad intelectual ha sido extremadamente pronunciada, debido a divergencias fundamentales tales como la vieja oposición naturaleza-cultura (nature-culture). La idea de que las escuelas de pensamiento y las disciplinas científicas no pueden retroalimentarse por barreras epistemológicas arrogantes aún permanece muy viva, pero está obligada a convertirse en un vestigio en el largo plazo puesto que está siendo invalidada empíricamente de manera constante. Se están estableciendo cada vez más puentes interdisciplinarios, y los beneficios consiguientes son abundantes. Pero la superación de dos especialidades científicas o dos escuelas de largo recorrido lleva consigo un requisito formidable: primero hay que entender la naturaleza exacta de las discrepancias que causan disensiones. No es posible una articulación interdisciplinar o una reconciliación sin entender por qué distintas disciplinas pueden concebir el mismo problema por los citados medios discrepantes, y aparentemente incongruentes, y sin identificar con precisión los numerosos puntos donde aprieta el zapato. Para lograr este entendimiento, una no tiene más remedio que entrar en el terreo de la otra. Una debe, temporalmente, abandonar sus propios puntos de vista y adoptar los de la otra. La investigación interdisciplinar es básicamente comparativa, al detalle, sobre diferentes maneras de mirar el mismo problema, sobre diferentes conjuntos de datos, distintos métodos y dispares conceptos y teorías. Es también, fundamentalmente, investigación integradora. Las concepciones e investigaciones emanadas de la integración de dos disciplinas son, a menudo, distintas que las de cada especialidad por separado. La investigación interdisciplinar, por tanto, no puede ser un esfuerzo caníbal, dejando de lado las perspectivas de una disciplina y reemplazándolas con las perspectivas de la otra. No puede ser así por una sencilla razón: la investigación en una determinada rama de conocimiento difícilmente puede ser errónea en su totalidad.


Este trabajo es un ensayo de investigación interdisciplinar. Específicamente, es un intento de comparar, articular y unir la primatología del comportamiento y la antropología social en relación al estudio de la estructura profunda y el origen evolutivo de la sociedad humana. Soy primatólogo de formación. Llegué a la antropología como un estudiante, con un objetivo en mente: estudiar los primates como una manera de entender la evolución humana. Pero en retrospectiva, me llevó 25 años de rodeo a través de los estudios de primates antes de abordar mi objetivo inicial. He gastado mucha de mi carrera profesional dirigiendo investigaciones empíricas en los primates no humanos, mucha de ella en el parentesco y sus correlaciones sociales. A lo largo de estos años no he podido encontrar el tiempo de escribir sobre la evolución humana o, mejor dicho, no me sentía preparado para hacerlo, puesto que encontré la tarea formidable y llena de trampas. Es por eso por lo que quise entender los orígenes evolutivos de la sociedad humana, de algunos fenómenos como el parentesco, la descendencia, el matrimonio, la residencia y la familia. Estaba interesado en aspectos de la evolución humana que han dejado apenas alguna marca en los huesos fosilizados de nuestros ancestros o en sus artefactos. Por otra parte, debido a que estos fenómenos están profundamente incrustados en significados simbólicos y son muy variables  a través de las culturas (cross-culturally), la discusión sobre ellos desde una perspectiva evolutiva ha sido, de manera constante, controvertida. Trabajando y enseñando en un departamento de antropología, junto a una mayoría de antropólogos socioculturales, me he ido confrontando diariamente con las dificultades de la comunicación interdisciplinar. Esto me llevó a darme cuenta de que no había una única solución para aquel problema. Me llevó a sumergirme en la otra disciplina e intentar entender su punto de vista. Bien dicho, no tengo entrenamiento como etnógrafo o como etnólogo, y no pretendo llegar a tenerlo. Mi única pretensión es que mi nivel de entendimiento de los conceptos antropológicos sea suficiente para permitirme articular los dos campos un tanto congruentemente. Mi logro será, finalmente, elevado al juicio de los antropólogos socioculturales.


He escrito este libro con dos públicos de la mayor importancia en mente: de un lado, los antropólogos biologistas, primatólogos, paleoantropólogos, psicólogos evolutivos, ecólogos del comportamiento y otros lectores orientados a lo biológico; de otro, los antropólogos socioculturales, sociólogos, arqueólogos y científicos sociales en general. Mi mayor desafía era ofrecer a los lectores de orientación biológica suficiente información de fondo sobre conceptos de antropología sociocultural sin ser excesivamente tedioso y hacer que estos lectores se familiarizaran con ellos, y, recíprocamente, proveer a los científicos sociales de suficiente información sobre el comportamiento primate y la biología evolutiva sin molestar a las audiencias informadas. Mi solución fue poner el foco en los puntos de conexión entre las dos disciplinas, para atenerme a los principios generales, así como concentrarme en los conceptos esenciales.


El presente libro tiene una gran deuda con el trabajo de Claude  Lévi-Strauss y el de Robin Fox, a quienes me gustaría haberlo dedicado sino fuera por la debilidad de la mente humana en favor de los parientes más cercanos. El pionero trabajo de Robin Fox sobre el origen evolutivo del parentesco humano es un modelo de investigación interdisciplinar comparativo. Mucho antes de conocer su trabajo, encontré su clásico libro Kinship and Marriage como una síntesis iluminadora, con su prominente investigación deductiva y su foco consistentemente puesto en principios generales, en un dominio complejo lleno de peculiaridades culturales sobre el parentesco humano. El trabajo de Lévi-Strauss sobre las estructuras elementales del parentesco, en particular su teoría de la alianza matrimonial y el concepto de exogamia recíproca, permanece como una pieza maestra de abstracción teórica en el terreno extraordinariamente intrincado de los datos etnográficos. Sin este trabajo sobre los principios estructurales comunes subyacentes en las sociedades humanas sería dudoso que mi propio análisis comparativo intraespecífico pudiera haber sido posible. Varias personas han leído el manuscrito entero y han hecho numerosos e invaluables comentarios (…)[2]. Mi profunda gratitud va para Robert Crepeau por sus comentarios estimulantes sobre antropología sociocultural que confirmaron mi creencia en que un diálogo real con aquélla materia podía ser altamente productivo.


Conclusión: la Sociedad Humana como Contingente[3].


“El conocimiento sobre la situación presente de los grandes simios”, afirmaba Lévi-Strauss (2000, 494), “nos enseña poco sobre el pasado del hombre, cercano o distante.” Irónicamente, no es sólo que el conocimiento sobre los primates no humanos nos enseña muchas cosas sobre el pasado del hombre, sino que justifica mucho acerca de la percepción de Strauss sobre lo que hace a la sociedad humana única en el mundo animal. Lévi-Strauss descubrió lo que he llamado “estructura profunda” de las sociedades humanas abstrayendo su más pequeño denominador común, el átomo del parentesco, una estructura que él describía como “la más elemental forma de parentesco que puede existir”, una “unidad primitiva e irreducible”, a partir de la que “todos los sistemas de parentesco son construidos.” El átomo del parentesco descansa sobre cuatro términos (hermano, hermana, marido de la hermana, e hijo de la hermana) que, juntos, encarnan el intercambio de hermanas y, por lo tanto, la exogamia recíproca. Para explicar el carácter universal del intercambio de hembras, Lévi-Strauss postuló la necesidad de los hombres de construir alianzas con otros hombres. Para lograr ese objetivo primario, podrían hacer uso de las estructuras mentales que les predisponen a mantener relaciones basadas en la reciprocidad, que podría exigirles su más preciada posesión: sus hijas y hermanas. Los tres aspectos tomados juntos (la necesidad de alianza, una propensión a la reciprocidad y el control por parte de los hombres de sus parientes femeninos), fácilmente producen el intercambio de hembras (a menos que, por supuesto, los padres se sientan atraídos sexualmente por las hijas, o los hermanos por las hermanas). Debido a que Lévi-Strauss creía en el carácter natural del incesto, tuvo que suplementar sus argumentos con un impedimento al incesto: con el fin de intercambiar a sus hermanas, los hombres primero tenían que renunciar a casarse con ellas. El tabú del incesto es, así, inherente al intercambio de hembras en el esquema de Lévi-Strauss; es una parte integral en el átomo del parentesco mismo y se erige como la piedra angular de la sociedad humana.


Habiendo identificado la unidad más pequeña de todos los sistemas de parentesco, Lévi-Strauss trató de identificar sus orígenes. Pero el análisis comparativo de las sociedades humanas difícilmente puede ir más allá una vez se haya identificado el átomo del parentesco o cualquier otra estructura como el mínimo común denominador de aquélla. Más allá de ese denominador (o debajo de él) subyace el terreno del proceso mental y las explicaciones psicológicas[4]. Lévi-Strauss aludió a algunas de las estructuras mentales universales subyacentes a la exogamia recíproca, a saber, las propiedades constituyentes de la reciprocidad y la naturaleza sintética del regalo. Pero no consideró la posibilidad de que algunos otros aspectos de la exogamia recíproca pudieran tener sus propios fundamentos biológicos (biological underpinnins) e historia evolutiva. Reducir las estructuras mentales universales de la exogamia recíproca a la dimensión de reciprocidad, le llevó a afirmar que el cerebro humano había generado muchos de los fenómenos desde cero. Lévi-Strauss dejó de lado la posibilidad de que la mente humana evolucionada pudiera imponer una rica variedad de limitaciones que afectan a cómo los seres humanos generan su entorno social y reaccionan a él. En ausencia de tales restricciones, la sociedad humana sólo podría ser la creación de la cultura.


El análisis comparativo de las sociedades de primates humanos y no humanos revela que una porción sustancial de la configuración de la exogamia existía en forma de regularidades de comportamiento mucho antes de que los seres humanos pudieran hacer uso de la capacidad simbólica de comunicarse mediante relaciones sociales y normas de conducta institucionalizadas. La tabla 20.1[5] resume la historia evolutiva de la exogamia recíproca. Leyendo por columnas, la Fase I proporciona las características principales de la sociedad homínida inmediatamente después de la escisión Pan-Homo. Comparada con otras sociedades de primates, especialmente con la sociedad humana, el grupo de parientes ancestrales masculinos fue una sociedad con mínimo parentesco o, más apropiadamente, una sociedad con una estructura de parentesco agnaticia[6] latente. La evolución del emparejamiento afectivo, que marcó el inicio de la Fase II, reveló la profunda y estructural transformación del ancestral grupo familiar de varones. A partir de ahora, los grupos de homínidos estuvieron compuestos por varias familias biparentales incrustadas en una red genealógica de un grupo amplio que exhibieron patrilocalidad primitiva, hermandades fuertes y comportamiento exogámico, así como los requisitos estructurales básicos de los grupos de descendencia patrilineal. Sin embargo, en esta etapa, el grupo local era todavía la entidad social organizada más grande. Niveles grupales superiores de organización social estaban ausentes. Pero gracias al reconocimiento de la paternidad y su correlato, el parentesco agnaticio, las hembras emparejadas afectivamente podían, ahora, actuar como constructoras de paz entre su pariente natal y su “marido”[7]. La pacificación intergrupal coincidió con el desarrollo de las hermandades de afinidad y marcó el inicio de la Fase III. Esto sentó las bases para el complejo parentesco hermano-hermana, las primeras reglas de la exogamia (o limitaciones de parentesco en las uniones matrimoniales) y la diversificación de los patrones de residencia postmarital. Es decir, la Fase III vio el surgimiento de la tribu pre-lingüística cuya existencia hasta ese momento se había manifestado simplemente como un estado de mutua tolerancia entre los grupos de “matrimonios mixtos”[8].


Así, la tabla 20.1 corrobora la afirmación de que la estructura profunda de la sociedad humana resultó, básicamente, de la integración del emparejamiento afectivo con el ancestral grupo de parientes masculinos, una afirmación personificada en la siguiente “ecuación”: grupo de parientes masculinos + emparejamiento afectivo à configuración de la exogamia. La clave de la estructura profunda de la sociedad humana descansa en las amplias repercusiones del emparejamiento afectivo en el ancestral grupo de parientes masculinos. En ese momento, la sociedad de los homínidos entró en un proceso evolutivo desbocado, en el cual se desplegaron, al modo de bola de nieve,  algunos de los aspectos más importantes de la exogamia. Este razonamiento encaja bastante bien con lo que sabemos sobre el funcionamiento de la evolución biológica en general. La evolución es, fundamentalmente, un proceso de integración acumulativa: nuevas combinaciones de características ordinarias de material viejo originan sistemas con nuevas propiedades (propiedades emergentes) que, a su vez, promueven, aún más, el cambio evolutivo. Antes puse el ejemplo de la locomoción bípeda que, tras la fusión con las adaptaciones mayores de la mano, dio lugar a una gama totalmente nueva de situaciones en las que la mano podía ser usada. De manera parecida, he argumentado aquí (1) que la división sexual del trabajo era el subproducto fortuito del bipedismo (recolección) combinado con el emparejamiento afectivo (una táctica de vigilancia de la pareja) y una preferencia masculina por la caza, como en el chimpancé; (2) que la monogamia generalizada fue el resultado de la poligamia generalizada combinada con el (nacimiento y) auge de la tecnología, lo que igualó el poder competitivo de los hombres; (3) que las estructuras de parentesco uterinas para todo el grupo fueron un correlato de la localización de la mujer y los afectos madre-hija para toda la vida; (4) que las estructuras de parentesco agnaticio fueron obligadas a emerger de la conjunción de las capacidades de reconocimiento familiar, de la localización masculina, del emparejamiento afectivo (reconocimiento de la paternidad), y de los afectos padre-hijo más extendidos; (5) que los patrones de exogamia familiar y residencia postmarital fueron el resultado de la fusión del emparejamiento afectivo con la dispersión del grupo familiar; (6) que las redes de parentesco bilateral aparecieron tan pronto como los procesos de reconocimiento de parientes uterinos se combinaron con el reconocimiento de la paternidad de manera constante (emparejamiento afectivo) y el nivel de organización de tribu; (7) que el reconocimiento bilateral de los afines emanó de la concurrencia del parentesco consanguíneo, el emparejamiento afectivo y la pacificación intergrupal; y (8) que los aspectos estructurales más básicos de la descendencia unilineal (filiación) eran propiedades emergentes de los grupos que combinan sexo parcial disperso, matrifiliación (o patrifiliación), y entidades socialmente transmisibles (como el estatus social, por ejemplo). Todos estos casos pueden servir para ilustrar el proceso de parsimonia que rige el cambio evolutivo. La idea de que rasgos nuevos no tienen por qué ser el producto de presiones selectivas específicas ha sido reconocida hace tiempo. Sin embargo, una característica recurrente y llamativa de los escenarios de la evolución de los homínidos es la facilidad con la que se recurre a las presiones selectivas hipotéticas para explicar un solo rasgo, como si todos los rasgos, necesariamente, se originaran como adaptaciones biológicas. Los ejemplos enumerados anteriormente proporcionan varios contraejemplos.


Los mismos también sirven para ejemplificar otro principio evolutivo. Cualquier rasgo complejo, anatómico o de comportamiento, es el resultado de una secuencia filogenética cuyos pasos constituyentes no tienen, obviamente, nada que ver, inicialmente, con el resultado final. La evolución es fundamentalmente contingente y oportunista. Para ilustrar más este punto, la tabla 20.2 describe la construcción “acumulativa” del intercambio de hembras, el proceso central de la exogamia recíproca, sobre las tres fases descritas en la tabla 20.1. Cada fase aportó una parte de los elementos constitutivos de las hermandades de afinidad, pero cada paso evolucionó por razones totalmente desvinculadas del resultado final: un contexto social propicio para el intercambio de mujeres. En la Fase I, el vínculo hermano-hermana, uno de los dos vínculos constituyentes de la unidad elemental de la exogamia, ya estaba presente. Por otra parte, hermanos y hermanas fueron a parar a grupos locales distintos. La Fase II aportó el otro vínculo constituyente de la unidad elemental de la exogamia: el emparejamiento afectivo. Además, añadió fuerza a los vínculos hermano-hermana y a las hermandades. Si alguno de estos pasos no se hubiera materializado, alguno de los prerrequisitos evolutivos del intercambio de hembras podría no haber tenido lugar y la exogamia recíproca es probable que no se hubiera desarrollado. Por la Fase III, los homínidos habían llegado a una etapa en la que el intercambio de hembras entre grupos de parientes masculinos estaba “en el aire”. El lenguaje, además de otras habilidades cognitivas, podría haber hecho, eventualmente, el resto.


En el esquema de Lévi-Strauss el átomo del parentesco y su correlato, el tabú del incesto, encarnaron la “transición de la naturaleza a la cultura”. Pero el átomo del parentesco no es un constructo cultural. Está compuesto por tres vínculos básicos que tienen profundas raíces evolutivas: un vínculo de parentesco, un vínculo sexual y un vínculo parental. Esta estructura básica del parentesco es una parte integral de la ‘naturaleza humana’ (human nature), junto con características tales como la locomoción bípeda, el lenguaje y la moralidad. Pero el átomo del parentesco no existe como una estructura mental innata; es una respuesta facultativa. No obstante, es el resultado natural de una combinación de características que tienen, ellas mismas, bases biológicas. El átomo del parentesco emergió cuando la evolución de la tribu provocó una conexión estructural entre el vínculo hermano-hermana y el vínculo afectivo (pair-bond) a través de la mediación de la hermana/esposa. Cada elemento constituyente del átomo del parentesco (reproducción fuera del grupo familiar, evitación del incesto, reconocimiento y  favoritismo familiar, y emparejamiento afectivo) tiene un fundamento biológico. Es por eso que los seres humanos son conducidos naturalmente a formar relaciones con sus parientes políticos y a forjar lazos sociales más allá de su grupo local, dando lugar a entidades sociales supra grupales en el proceso. Chimpancés, gorilas y macacos no están guiados a hacerlo así. Incluso si ellos tienen alguno de los prerrequisitos necesarios, carecen de varios otros. En consecuencia, una vida social limitada a las fronteras del grupo local es parte de su naturaleza biológica. En los humanos, el nivel tribal de organización es natural. La vida tribal y la exogamia son resultados inevitables de nuestra herencia evolutiva.


El átomo del parentesco (o su pariente cercano, lo que yo he llamado el átomo de la exogamia) es, quizás, la innovación más grande de la humanidad en el ámbito social. Marca la peculiaridad de la estructura social profunda de la sociedad humana. Encarna la esencia misma de la “unidad genealógica de la humanidad”, cuya existencia ha sido negada por tantos. Permanece junto a los miles de otras estructuras de parentesco de otras especies, y se sitúa en filiación con ellos (como el pie humano de Schultz entre otros pies de primates). Si el grupo de parientes varones promiscuos es la estructura paradigmática de la sociedad chimpancé, el átomo del parentesco es la estructura paradigmática de la sociedad humana. Esta estructura de parentesco arquetípica iba a engendrar miles de variantes culturales, cuya diversidad ha desafiado a los antropólogos sociales hasta hoy, casi anulando su propia unidad.


Reflexiones en torno a la obra:


Quizás sea bueno comenzar hablando sobre la relevancia que algunos profesionales otorgan a Primeval Kinship dentro de la antropología en general, y de la primatología en particular, para lo que podemos reproducir las citas de algunos de ellos que aparecen en la contraportada del libro.


Son las siguientes:


“Chapais ha escrito un atrevido nuevo libro que promete nada menos que revelar la primerísima forma de sociedad humana y un repaso de cómo se desarrolló en el tiempo evolutivo. El libro, en efecto, cumple esta promesa. Mi opinión es que, después de Primeval Kinship, será extremadamente difícil para cualquiera argumentar que el parentesco humano es pura o solamente una construcción cultural.”

Linda Stone, Evolutionary Psychology


“Chapais posee una brillante mente analítica combinada con una aptitud para la exposición lúcida. Recoge el hilo de un argumento sobre el parentesco primate y los orígenes humanos que había sido abandonado en antropología y nos ofrece nada menos que una nueva e impresionante teoría de los orígenes sociales. Este es el libro más importante en antropología de las últimas décadas.”

Robin Fox, Rutgers University


“Este libro es digno de ser un volumen de referencia, especialmente para estudiantes serios de antropología, primatología y de la evolución de la reproducción humana.”

Alan Dixson, Victoria University, New Zealand


“Bernard Chapais ofrece un poderoso y controvertido nuevo relato de los orígenes homínidos... Refrescante... Él aborrece las narraciones evolutivas sin fundamento y los análisis  socioculturales para apoyar su cuestión. La tesis de Chapais nos urge a considerar muy cuidadosamente por qué los humanos somos tan diferentes.”

Monique Borgerhoff Mulder, Nature


Como es normal, tenemos que pensar que en una contraportada de una obra no se van a poner opiniones negativas; pero, no obstante, hemos de valorar las anteriores puesto que son de prestigiosos y contrastados profesionales de nuestra disciplina, como Robin Fox o Linda Stone, o el propio Alan Dixson de la School of Biological Sciences de la Victoria University of Wellington de Nueva Zelanda; de los dos primeros ya hemos hablado en las páginas precedentes, y por situar al tercero, podemos citar alguno de sus artículos relacionados con la línea de investigación que aquí nos ofrece Chapais: Primate Sexuality: Comparative Studies of the Prosimians, Monkeys, Apes, and Humans, 2nd Edition, 2013 (cuya publicación original fue en 1998). Por su parte, Monique Borgerhoff Mulder pertenece al departamento de antropología de la Universidad de California, y podemos citar, a modo de ejemplo, alguna de sus más recientes publicaciones: Why an Ape with Complex Cumulative Culture Dominates the World: Different Views, en Evolutionary Anthropology (2013) 22:34-39. Por lo tanto, no son ningunos neófitos en el campo de estudio que estamos analizando, por lo que sus elogios hacia Bernard Chapais pienso que han de ser juzgados en su justo valor.


Chapais, en el prefacio a su libro, hace una encendida defensa de la investigación interdisciplinar superando lo que él llama barreras epistemológicas impermeables (impervious epistemological barriers). Nos trae esto a la memoria, inevitablemente, el enfrentamiento enconado Robin Fox vs. David Schneider (concepción bio-social vs. construcción cultural del parentesco humano). El muy ambicioso objetivo de esta obra también lo deja claro el autor en el prefacio: se trata, ni más ni menos, de un intento de comparar, articular y unir la primatología del comportamiento y la antropología social en relación al estudio de la estructura profunda y el origen evolutivo de la sociedad humana. (“…it is an attempt to compare, articulate, and unite behavioral primatology and social anthropology in relation to the study of human society’s deep structure and evolutionary origins.”)


Sobre cuestiones de método y epistemología, es necesario decir unas palabras que considero importantes:


Por un lado, me sorprende la humildad del autor cuando dice que si ha logrado o no sus objetivos al escribir el libro (epistemológicos, de tender puentes entre diversas disciplinas enfrentadas, y de investigación sobre la identificación de las causas de los orígenes sociales de los humanos) es una cuestión que tendrán que dilucidar los antropólogos socioculturales. Así pues, no es cuestión baladí en su esfuerzo el tratar de conciliar a dos grupos de profesionales tan dispares como son: de una parte,  antropólogos biosociales, psicólogos evolutivos, y ecólogos del comportamiento, y, de otra, antropólogos socioculturales, sociólogos, arqueólogos y científicos sociales en general. Recordemos que la discusión Robin Fox vs. David Schneider (concepción biosocial del parentesco vs. concepción cultural del mismo) daba pie al presente trabajo.


Por otro, dice Chapais que no es etnógrafo, ni pretende convertirse en uno de ellos. Al respecto, me pregunto si podemos llegar a pensar que el antropólogo de sillón o de gabinete puede recuperar el prestigio perdido, hace tiempo, en antropología. Si esto pudiera ser así, si en este caso concreto surge este libro de la mera investigación bibliográfica sin trabajo de campo directo, ¿es esto conveniente?[9]

Para Chapais, el trabajo previo de Lévi-Strauss es clave para su Primeval Kinship. El antropólogo francés había identificado la más pequeña unidad de todos los sistemas de parentesco. En cuanto a su origen, lo otorgó al tabú del incesto, que consideró inherente al intercambio de hembras, y como la piedra angular de la sociedad humana. Para él, la exogamia recíproca encuentra su fundamento en estructuras mentales universales que el cerebro construyó desde cero; en definitiva, para Lévi-Strauss la sociedad humana sólo pudo ser creada por la cultura. Y aquí es donde Chapais no está de acuerdo y da otra explicación: para él, una parte importante de la configuración de la exogamia existía en forma de regularidades de comportamiento “mucho antes de que los seres humanos pudieran hacer uso de la capacidad simbólica de comunicarse mediante relaciones sociales y normas de conducta institucionalizadas”[10]. Es, por tanto, anterior al lenguaje.


Aquí está la gran divergencia entre Claude Lévi-Strauss y Bernard Chapais. Para el primero, la prohibición del incesto no es sino el reverso de una moneda, en la que la otra cara es el principio de exogamia, y, además, dicha prohibición constituye el paso de la naturaleza a la cultura, cual si se diera un salto; además, esa emergencia de la cultura se produce junto a la aparición del lenguaje de doble articulación. No es así para Chapais; por un lado sí que acepta, con Lévi-Strauss, que la exogamia recíproca es la estructura elemental de las sociedades humanas; pero, en primer lugar, considera que no es preciso que se dé la existencia del lenguaje; y, segundo y más importante, esa estructura elemental se descompone en diferentes bloques, y lo hace aplicando el principio de la teoría de la evolución de la descomposición filogenética (en base a la cual, los evolucionistas han articulado la explicación de cómo ha evolucionado cada órgano, como, por ejemplo, el pie, o la mano, comparando entre diferentes especies para que en virtud de la posesión de tales o cuales rasgos, situarlos dentro de una escala evolutiva[11]). Aplica, por tanto, el principio de la descomposición filogenética a la exogamia recíproca comparando las estructuras de parentesco entre diferentes sociedades de primates, especialmente entre aquellas más cercanas a nosotros, como gorilas, chimpancés (en sus variedades de chimpancé común y bonobo o chimpancé pigmeo), fundamentalmente. El profesor Juan Aranzadi opina que el libro de Chapais es como Lévi-Strauss más Darwin. En el vídeo que ha colgado en la plataforma educativa nos viene a decir algo así como que Chapais recoge la concepción general teórica del parentesco de Lévi-Strauss (la teoría de la alianza)[12], la da por válida y la contrasta con otro corpus etnográfico, las sociedades de chimpancés y algún otro grupo de primates como acabamos de decir; pero, lejos de hacer un análisis comparativo sincrónico y estructural, como hace Lévi-Strauss, lo hace diacrónico y evolutivo.


Todo esto lo podemos encontrar en los capítulos segundo (The exogamy configuration decomposed) y tercero (The exogamy configuration reconstructed) de Primeval Kinship; ambos capítulos constituyen, podríamos denominar, el núcleo duro de toda la tesis de Chapais. En el capítulo dos toma la estructura elemental de Lévi-Strauss, la exogamia recíproca y la descompone en bloques. Y en el capítulo 3  reconfigura esa estructura elemental estudiando cómo se reconstruyen esos bloques a lo largo de la historia actuando sobre ellos la evolución, de manera gradual. La clave está en que Chapais analiza algo que no hizo (en su quietud estructural, ahistórica) Lévi-Strauss, y que no es sino pensar en qué permite catalizar esto, llegando a la conclusión que no es otra cosa que el emparejamiento recíproco, estable y continuo; emparejamiento que no tiene que ser necesariamente monogámico, sino que puede serlo poligínico y/o poliándrico[13].


Chapais resume la historia evolutiva de la exogamia recíproca homínida dividiéndola en tres fases, iniciándose la primera justo después de la escisión Pan-Homo. En la fase I no hay sino una sociedad con una estructura de parentesco agnaticia latente; en la fase II asistimos a la evolución del emparejamiento afectivo; el grupo local era todavía la entidad social organizada más grande, no había niveles superiores de organización social, pero gracias al parentesco agnaticio (y, por tanto, al reconocimiento de la paternidad), las hembras emparejadas afectivamente ahora podían actuar como puentes de paz entre sus parientes natales y su pareja o “marido”, provocando una pacificación intergrupal que marca el inicio de la fase III, en la que surge la tribu pre-lingüística que hasta ese momento se había manifestado nada más que como un estado de mutua tolerancia entre grupos de matrimonios mixtos.


De este modo, llega Chapais a lo que él llama la ecuación de la estructura profunda de la sociedad humana, como resultante de la integración del emparejamiento afectivo con el grupo ancestral de parientes masculinos:


emparejamiento afectivo + grupo de parientes masculinos = configuración de la exogamia,


razonamiento que encaja bastante bien, según el autor, con la manera en que sabemos que funciona la evolución biológica como un proceso de integración acumulativa que va dando lugar a emergencias de manera muy parsimoniosa.


En todo este proceso, me llama bastante la atención la referencia que Chapais hace a la diferenciación sexual del trabajo como subproducto fortuito del bipedismo (recolección) combinado con el emparejamiento afectivo (táctica de vigilancia de la pareja) y una preferencia masculina por la caza. Sin duda que también esta afirmación puede abrir nuevos campos de estudio en la antropología de género.


Bernard Chapais también analiza pormenorizadamente cómo se produjo el proceso central de la exogamia recíproca como construcción acumulativa de pasos que evolucionaron por razones totalmente desvinculadas del resultado final, pasos que se produjeron de manera contingente y oportunista tal y como sabemos que, fundamentalmente, funciona la evolución.


En definitiva, y en contra de las ideas de Claude Lévi-Strauss sobre el átomo del parentesco (y su correlato el tabú del incesto) como constructo cultural, y, por tanto, como elemento clave en la transición de la naturaleza a la cultura, Chapais llega a la conclusión de que esto no es así: no es una construcción cultural, ni existe como una estructura mental innata, sino que tiene su origen en tres vínculos básicos con profundas raíces biológicas: de parentesco, sexual y parental, que junto con características como la locomoción bípeda, el lenguaje y la moralidad son parte integral de la naturaleza humana.


Tal es así que para Chapais, y a modo de conclusión, “La vida tribal y la exogamia son resultados inevitables de nuestra herencia evolutiva. (…)El átomo del parentesco (o su pariente cercano, lo que yo he llamado el átomo de la exogamia) es, quizás, la innovación más grande de la humanidad en el ámbito social. Marca la peculiaridad de la estructura social profunda de la sociedad humana. Encarna la esencia misma de la ‘unidad genealógica de la humanidad’, cuya existencia ha sido negada por tantos.”[14]





[1] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth to Human Society, 2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, Pp. xi a xv.
[2] Ítem. p. xiii y xiv (No traduzco parte de este párrafo en el que el autor da las gracias a diversos colegas).
[3] Ítem, Pp. 301 a 308.
[4] Desde mi punto de vista, aquí está el verdadero añadido de Bernard Chapais a las explicaciones de Lévi-Strauss.
[5] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth to Human Society, 2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, Pp. 304 y 305.
[6] De varón a varón.
[7] Harían de pegamento social, si se me permite la expresión.
[8] “Intermarrying” groups.
[9] Evidentemente que esto no habrá sido así. Chapais es primatólogo y seguro que los datos obtenidos sobre comportamiento primate no humano los ha obtenido mediante duro trabajo de campo. Es sólo que la manera en que dice que no es etnógrafo ni pretende serlo me llama la atención.
[10] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth to Human Society, 2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, p. 302.
[11] Las relaciones de parentesco evolutivo son conocidas como relaciones filogenéticas, dichas relaciones se pueden intuir a partir del registro fósil (Arsuaga, 2002: 144). El análisis filogenético reconstruye estas relaciones basándose en la genealogía (principio filogenético) y en la similitud o divergencia de formas (principio fenético), contemplando también las discontinuidades, la zona adaptativa, el grado evolutivo y el número de especies. Finalmente, la historia evolutiva resultante de este análisis se representa forma de árbol filogenético (Turbón, 2005: 38).
[12] Cuyo contenido podemos encontrar en el apartado 3.4. La concepción general del parentesco de Lévi-Strauss, del capítulo 8. Los “átomos” o “células” del parentesco: tres perspectivas clásicas sobre los sistemas de parentesco, de la obra de Juan Aranzadi, Introducción histórica a la Antropología del parentesco, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2005.
[13] A este nivel de explicación del libro de Chapais, nos recomienda el profesor Aranzadi que comparemos los gráficos de la página 695 de su libro, el nombrado en la nota al pie anterior (Figura 8.3.1.3. Principio de reciprocidad y matrimonio entre primos cruzados), con el gráfico de la página 69 (capítulo 2) de Primeval Kinship (The components of the brother-sister kinship complex).
[14] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth to Human Society, 2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, p. 308.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página.