4) Análisis de Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth to Human
Society, 2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge.
A continuación reproduzco la traducción que he realizado,
desde el original, del prefacio (Preface),
así como del capítulo último (Conclusion:
Human Society as Contingent). Posteriormente, hago unas reflexiones sobre los
aspectos esenciales de esta obra que se promete capital para los estudios
contemporáneos de la primatología del parentesco, así como, y esto es lo
importante para nosotros, para los estudios del parentesco dentro de la
Antropología.
***
***
Parentesco Primitivo. Cómo el emparejamiento afectivo dio a
luz a la sociedad humana.
Prefacio[1].
Las disciplinas
científicas tienen una fuerte inclinación hacia la territorialidad; crecen y prosperan dentro de las fronteras,
aunque estas pueden ser relativamente arbitrarias y contingentes
históricamente. Como las poblaciones aisladas en islas separadas durante
centurias, las especialidades científicas han adquirido diferentes hábitos,
creencias, convenciones y dialectos y han llegado a ser, como resultado, apenas
capaces de comunicarse con las otras. En algunas ramas, los límites
disciplinarios han operado como importantes barreras al avance del conocimiento.
Esto es particularmente cierto en las ciencias sociales y del comportamiento,
donde la territorialidad intelectual ha sido extremadamente pronunciada, debido
a divergencias fundamentales tales como la vieja oposición naturaleza-cultura
(nature-culture). La idea de que las escuelas de pensamiento y las disciplinas
científicas no pueden retroalimentarse por barreras epistemológicas arrogantes
aún permanece muy viva, pero está obligada a convertirse en un vestigio en el
largo plazo puesto que está siendo invalidada empíricamente de manera
constante. Se están estableciendo cada vez más puentes interdisciplinarios, y
los beneficios consiguientes son abundantes. Pero la superación de dos
especialidades científicas o dos escuelas de largo recorrido lleva consigo un
requisito formidable: primero hay que entender la naturaleza exacta de las
discrepancias que causan disensiones. No es posible una articulación interdisciplinar
o una reconciliación sin entender por qué distintas disciplinas pueden concebir
el mismo problema por los citados medios discrepantes, y aparentemente
incongruentes, y sin identificar con precisión los numerosos puntos donde
aprieta el zapato. Para lograr este entendimiento, una no tiene más remedio que
entrar en el terreo de la otra. Una debe, temporalmente, abandonar sus propios
puntos de vista y adoptar los de la otra. La investigación interdisciplinar es
básicamente comparativa, al detalle, sobre diferentes maneras de mirar el mismo
problema, sobre diferentes conjuntos de datos, distintos métodos y dispares
conceptos y teorías. Es también, fundamentalmente, investigación integradora.
Las concepciones e investigaciones emanadas de la integración de dos
disciplinas son, a menudo, distintas que las de cada especialidad por separado.
La investigación interdisciplinar, por tanto, no puede ser un esfuerzo caníbal,
dejando de lado las perspectivas de una disciplina y reemplazándolas con las
perspectivas de la otra. No puede ser así por una sencilla razón: la
investigación en una determinada rama de conocimiento difícilmente puede ser
errónea en su totalidad.
Este trabajo es un
ensayo de investigación interdisciplinar. Específicamente, es un intento de
comparar, articular y unir la primatología del comportamiento y la antropología
social en relación al estudio de la estructura profunda y el origen evolutivo
de la sociedad humana. Soy primatólogo de formación. Llegué a la antropología
como un estudiante, con un objetivo en mente: estudiar los primates como una
manera de entender la evolución humana. Pero en retrospectiva, me llevó 25 años
de rodeo a través de los estudios de primates antes de abordar mi objetivo
inicial. He gastado mucha de mi carrera profesional dirigiendo investigaciones
empíricas en los primates no humanos, mucha de ella en el parentesco y sus
correlaciones sociales. A lo largo de estos años no he podido encontrar el
tiempo de escribir sobre la evolución humana o, mejor dicho, no me sentía
preparado para hacerlo, puesto que encontré la tarea formidable y llena de
trampas. Es por eso por lo que quise entender los orígenes evolutivos de la
sociedad humana, de algunos fenómenos como el parentesco, la descendencia, el
matrimonio, la residencia y la familia. Estaba interesado en aspectos de la evolución
humana que han dejado apenas alguna marca en los huesos fosilizados de nuestros
ancestros o en sus artefactos. Por otra parte, debido a que estos fenómenos
están profundamente incrustados en significados simbólicos y son muy
variables a través de las culturas
(cross-culturally), la discusión sobre ellos desde una perspectiva evolutiva ha
sido, de manera constante, controvertida. Trabajando y enseñando en un
departamento de antropología, junto a una mayoría de antropólogos
socioculturales, me he ido confrontando diariamente con las dificultades de la
comunicación interdisciplinar. Esto me llevó a darme cuenta de que no había una
única solución para aquel problema. Me llevó a sumergirme en la otra disciplina
e intentar entender su punto de vista. Bien dicho, no tengo entrenamiento como
etnógrafo o como etnólogo, y no pretendo llegar a tenerlo. Mi única pretensión
es que mi nivel de entendimiento de los conceptos antropológicos sea suficiente
para permitirme articular los dos campos un tanto congruentemente. Mi logro
será, finalmente, elevado al juicio de los antropólogos socioculturales.
He escrito este libro
con dos públicos de la mayor importancia en mente: de un lado, los antropólogos
biologistas, primatólogos, paleoantropólogos, psicólogos evolutivos, ecólogos
del comportamiento y otros lectores orientados a lo biológico; de otro, los
antropólogos socioculturales, sociólogos, arqueólogos y científicos sociales en
general. Mi mayor desafía era ofrecer a los lectores de orientación biológica
suficiente información de fondo sobre conceptos de antropología sociocultural
sin ser excesivamente tedioso y hacer que estos lectores se familiarizaran con
ellos, y, recíprocamente, proveer a los científicos sociales de suficiente
información sobre el comportamiento primate y la biología evolutiva sin
molestar a las audiencias informadas. Mi solución fue poner el foco en los
puntos de conexión entre las dos disciplinas, para atenerme a los principios
generales, así como concentrarme en los conceptos esenciales.
El presente libro tiene
una gran deuda con el trabajo de Claude
Lévi-Strauss y el de Robin Fox, a quienes me gustaría haberlo dedicado
sino fuera por la debilidad de la mente humana en favor de los parientes más
cercanos. El pionero trabajo de Robin Fox sobre el origen evolutivo del
parentesco humano es un modelo de investigación interdisciplinar comparativo.
Mucho antes de conocer su trabajo, encontré su clásico libro Kinship and
Marriage como una síntesis iluminadora, con su prominente investigación deductiva
y su foco consistentemente puesto en principios generales, en un dominio
complejo lleno de peculiaridades culturales sobre el parentesco humano. El
trabajo de Lévi-Strauss sobre las estructuras elementales del parentesco, en
particular su teoría de la alianza matrimonial y el concepto de exogamia
recíproca, permanece como una pieza maestra de abstracción teórica en el
terreno extraordinariamente intrincado de los datos etnográficos. Sin este
trabajo sobre los principios estructurales comunes subyacentes en las
sociedades humanas sería dudoso que mi propio análisis comparativo
intraespecífico pudiera haber sido posible. Varias personas han leído el
manuscrito entero y han hecho numerosos e invaluables comentarios (…)[2].
Mi profunda gratitud va para Robert Crepeau por sus comentarios estimulantes
sobre antropología sociocultural que confirmaron mi creencia en que un diálogo
real con aquélla materia podía ser altamente productivo.
Conclusión: la Sociedad Humana como Contingente[3].
“El conocimiento sobre
la situación presente de los grandes simios”, afirmaba Lévi-Strauss (2000,
494), “nos enseña poco sobre el pasado del hombre, cercano o distante.”
Irónicamente, no es sólo que el conocimiento sobre los primates no humanos nos
enseña muchas cosas sobre el pasado del hombre, sino que justifica mucho acerca
de la percepción de Strauss sobre lo que hace a la sociedad humana única en el
mundo animal. Lévi-Strauss descubrió lo que he llamado “estructura profunda” de
las sociedades humanas abstrayendo su más pequeño denominador común, el átomo
del parentesco, una estructura que él describía como “la más elemental forma de
parentesco que puede existir”, una “unidad primitiva e irreducible”, a partir
de la que “todos los sistemas de parentesco son construidos.” El átomo del parentesco
descansa sobre cuatro términos (hermano, hermana, marido de la hermana, e hijo
de la hermana) que, juntos, encarnan el intercambio de hermanas y, por lo
tanto, la exogamia recíproca. Para explicar el carácter universal del intercambio
de hembras, Lévi-Strauss postuló la necesidad de los hombres de construir
alianzas con otros hombres. Para lograr ese objetivo primario, podrían hacer
uso de las estructuras mentales que les predisponen a mantener relaciones
basadas en la reciprocidad, que podría exigirles su más preciada posesión: sus
hijas y hermanas. Los tres aspectos tomados juntos (la necesidad de alianza,
una propensión a la reciprocidad y el control por parte de los hombres de sus
parientes femeninos), fácilmente producen el intercambio de hembras (a menos
que, por supuesto, los padres se sientan atraídos sexualmente por las hijas, o
los hermanos por las hermanas). Debido a que Lévi-Strauss creía en el carácter
natural del incesto, tuvo que suplementar sus argumentos con un impedimento al
incesto: con el fin de intercambiar a sus hermanas, los hombres primero tenían
que renunciar a casarse con ellas. El tabú del incesto es, así, inherente al
intercambio de hembras en el esquema de Lévi-Strauss; es una parte integral en
el átomo del parentesco mismo y se erige como la piedra angular de la sociedad
humana.
Habiendo identificado
la unidad más pequeña de todos los sistemas de parentesco, Lévi-Strauss trató
de identificar sus orígenes. Pero el análisis comparativo de las sociedades
humanas difícilmente puede ir más allá una vez se haya identificado el átomo
del parentesco o cualquier otra estructura como el mínimo común denominador de
aquélla. Más allá de ese denominador (o debajo de él) subyace el terreno del
proceso mental y las explicaciones psicológicas[4].
Lévi-Strauss aludió a algunas de las estructuras mentales universales
subyacentes a la exogamia recíproca, a saber, las propiedades constituyentes de
la reciprocidad y la naturaleza sintética del regalo. Pero no consideró la
posibilidad de que algunos otros aspectos de la exogamia recíproca pudieran
tener sus propios fundamentos biológicos (biological underpinnins) e historia
evolutiva. Reducir las estructuras mentales universales de la exogamia
recíproca a la dimensión de reciprocidad, le llevó a afirmar que el cerebro
humano había generado muchos de los fenómenos desde cero. Lévi-Strauss dejó de
lado la posibilidad de que la mente humana evolucionada pudiera imponer una
rica variedad de limitaciones que afectan a cómo los seres humanos generan su entorno
social y reaccionan a él. En ausencia de tales restricciones, la sociedad
humana sólo podría ser la creación de la cultura.
El análisis comparativo
de las sociedades de primates humanos y no humanos revela que una porción
sustancial de la configuración de la exogamia existía en forma de regularidades
de comportamiento mucho antes de que los seres humanos pudieran hacer uso de la
capacidad simbólica de comunicarse mediante relaciones sociales y normas de
conducta institucionalizadas. La tabla 20.1[5]
resume la historia evolutiva de la exogamia recíproca. Leyendo por columnas, la
Fase I proporciona las características principales de la sociedad homínida
inmediatamente después de la escisión Pan-Homo. Comparada con otras sociedades
de primates, especialmente con la sociedad humana, el grupo de parientes
ancestrales masculinos fue una sociedad con mínimo parentesco o, más
apropiadamente, una sociedad con una estructura de parentesco agnaticia[6]
latente. La evolución del emparejamiento afectivo, que marcó el inicio de la
Fase II, reveló la profunda y estructural transformación del ancestral grupo
familiar de varones. A partir de ahora, los grupos de homínidos estuvieron
compuestos por varias familias biparentales incrustadas en una red genealógica
de un grupo amplio que exhibieron patrilocalidad primitiva, hermandades fuertes
y comportamiento exogámico, así como los requisitos estructurales básicos de
los grupos de descendencia patrilineal. Sin embargo, en esta etapa, el grupo
local era todavía la entidad social organizada más grande. Niveles grupales
superiores de organización social estaban ausentes. Pero gracias al
reconocimiento de la paternidad y su correlato, el parentesco agnaticio, las
hembras emparejadas afectivamente podían, ahora, actuar como constructoras de
paz entre su pariente natal y su “marido”[7].
La pacificación intergrupal coincidió con el desarrollo de las hermandades de
afinidad y marcó el inicio de la Fase III. Esto sentó las bases para el
complejo parentesco hermano-hermana, las primeras reglas de la exogamia (o
limitaciones de parentesco en las uniones matrimoniales) y la diversificación
de los patrones de residencia postmarital. Es decir, la Fase III vio el
surgimiento de la tribu pre-lingüística cuya existencia hasta ese momento se
había manifestado simplemente como un estado de mutua tolerancia entre los
grupos de “matrimonios mixtos”[8].
Así, la tabla 20.1
corrobora la afirmación de que la estructura profunda de la sociedad humana
resultó, básicamente, de la integración del emparejamiento afectivo con el
ancestral grupo de parientes masculinos, una afirmación personificada en la
siguiente “ecuación”: grupo de parientes masculinos + emparejamiento afectivo à configuración de la exogamia. La clave de la estructura profunda de la
sociedad humana descansa en las amplias repercusiones del emparejamiento
afectivo en el ancestral grupo de parientes masculinos. En ese momento, la
sociedad de los homínidos entró en un proceso evolutivo desbocado, en el cual
se desplegaron, al modo de bola de nieve,
algunos de los aspectos más importantes de la exogamia. Este razonamiento
encaja bastante bien con lo que sabemos sobre el funcionamiento de la evolución
biológica en general. La evolución es, fundamentalmente, un proceso de
integración acumulativa: nuevas combinaciones de características ordinarias de
material viejo originan sistemas con nuevas propiedades (propiedades
emergentes) que, a su vez, promueven, aún más, el cambio evolutivo. Antes puse
el ejemplo de la locomoción bípeda que, tras la fusión con las adaptaciones
mayores de la mano, dio lugar a una gama totalmente nueva de situaciones en las
que la mano podía ser usada. De manera parecida, he argumentado aquí (1) que la
división sexual del trabajo era el subproducto fortuito del bipedismo
(recolección) combinado con el emparejamiento afectivo (una táctica de
vigilancia de la pareja) y una preferencia masculina por la caza, como en el
chimpancé; (2) que la monogamia generalizada fue el resultado de la poligamia
generalizada combinada con el (nacimiento y) auge de la tecnología, lo que
igualó el poder competitivo de los hombres; (3) que las estructuras de
parentesco uterinas para todo el grupo fueron un correlato de la localización
de la mujer y los afectos madre-hija para toda la vida; (4) que las estructuras
de parentesco agnaticio fueron obligadas a emerger de la conjunción de las
capacidades de reconocimiento familiar, de la localización masculina, del
emparejamiento afectivo (reconocimiento de la paternidad), y de los afectos
padre-hijo más extendidos; (5) que los patrones de exogamia familiar y
residencia postmarital fueron el resultado de la fusión del emparejamiento
afectivo con la dispersión del grupo familiar; (6) que las redes de parentesco
bilateral aparecieron tan pronto como los procesos de reconocimiento de
parientes uterinos se combinaron con el reconocimiento de la paternidad de
manera constante (emparejamiento afectivo) y el nivel de organización de tribu;
(7) que el reconocimiento bilateral de los afines emanó de la concurrencia del
parentesco consanguíneo, el emparejamiento afectivo y la pacificación
intergrupal; y (8) que los aspectos estructurales más básicos de la
descendencia unilineal (filiación) eran propiedades emergentes de los grupos
que combinan sexo parcial disperso, matrifiliación (o patrifiliación), y
entidades socialmente transmisibles (como el estatus social, por ejemplo). Todos
estos casos pueden servir para ilustrar el proceso de parsimonia que rige el
cambio evolutivo. La idea de que rasgos nuevos no tienen por qué ser el producto
de presiones selectivas específicas ha sido reconocida hace tiempo. Sin
embargo, una característica recurrente y llamativa de los escenarios de la
evolución de los homínidos es la facilidad con la que se recurre a las presiones
selectivas hipotéticas para explicar un solo rasgo, como si todos los rasgos,
necesariamente, se originaran como adaptaciones biológicas. Los ejemplos
enumerados anteriormente proporcionan varios contraejemplos.
Los mismos también
sirven para ejemplificar otro principio evolutivo. Cualquier rasgo complejo,
anatómico o de comportamiento, es el resultado de una secuencia filogenética
cuyos pasos constituyentes no tienen, obviamente, nada que ver, inicialmente,
con el resultado final. La evolución es fundamentalmente contingente y
oportunista. Para ilustrar más este punto, la tabla 20.2 describe la
construcción “acumulativa” del intercambio de hembras, el proceso central de la
exogamia recíproca, sobre las tres fases descritas en la tabla 20.1. Cada fase
aportó una parte de los elementos constitutivos de las hermandades de afinidad,
pero cada paso evolucionó por razones totalmente desvinculadas del resultado
final: un contexto social propicio para el intercambio de mujeres. En la Fase
I, el vínculo hermano-hermana, uno de los dos vínculos constituyentes de la
unidad elemental de la exogamia, ya estaba presente. Por otra parte, hermanos y
hermanas fueron a parar a grupos locales distintos. La Fase II aportó el otro
vínculo constituyente de la unidad elemental de la exogamia: el emparejamiento
afectivo. Además, añadió fuerza a los vínculos hermano-hermana y a las
hermandades. Si alguno de estos pasos no se hubiera materializado, alguno de
los prerrequisitos evolutivos del intercambio de hembras podría no haber tenido
lugar y la exogamia recíproca es probable que no se hubiera desarrollado. Por
la Fase III, los homínidos habían llegado a una etapa en la que el intercambio
de hembras entre grupos de parientes masculinos estaba “en el aire”. El
lenguaje, además de otras habilidades cognitivas, podría haber hecho,
eventualmente, el resto.
En el esquema de
Lévi-Strauss el átomo del parentesco y su correlato, el tabú del incesto,
encarnaron la “transición de la naturaleza a la cultura”. Pero el átomo del
parentesco no es un constructo cultural. Está compuesto por tres vínculos
básicos que tienen profundas raíces evolutivas: un vínculo de parentesco, un vínculo
sexual y un vínculo parental. Esta estructura básica del parentesco es una
parte integral de la ‘naturaleza humana’ (human nature), junto con
características tales como la locomoción bípeda, el lenguaje y la moralidad.
Pero el átomo del parentesco no existe como una estructura mental innata; es
una respuesta facultativa. No obstante, es el resultado natural de una
combinación de características que tienen, ellas mismas, bases biológicas. El átomo
del parentesco emergió cuando la evolución de la tribu provocó una conexión
estructural entre el vínculo hermano-hermana y el vínculo afectivo (pair-bond)
a través de la mediación de la hermana/esposa. Cada elemento constituyente del
átomo del parentesco (reproducción fuera del grupo familiar, evitación del incesto,
reconocimiento y favoritismo familiar, y
emparejamiento afectivo) tiene un fundamento biológico. Es por eso que los
seres humanos son conducidos naturalmente a formar relaciones con sus parientes
políticos y a forjar lazos sociales más allá de su grupo local, dando lugar a
entidades sociales supra grupales en el proceso. Chimpancés, gorilas y macacos
no están guiados a hacerlo así. Incluso si ellos tienen alguno de los
prerrequisitos necesarios, carecen de varios otros. En consecuencia, una vida
social limitada a las fronteras del grupo local es parte de su naturaleza
biológica. En los humanos, el nivel tribal de organización es natural. La vida
tribal y la exogamia son resultados inevitables de nuestra herencia evolutiva.
El átomo del parentesco
(o su pariente cercano, lo que yo he llamado el átomo de la exogamia) es,
quizás, la innovación más grande de la humanidad en el ámbito social. Marca la
peculiaridad de la estructura social profunda de la sociedad humana. Encarna la
esencia misma de la “unidad genealógica de la humanidad”, cuya existencia ha
sido negada por tantos. Permanece junto a los miles de otras estructuras de
parentesco de otras especies, y se sitúa en filiación con ellos (como el pie
humano de Schultz entre otros pies de primates). Si el grupo de parientes
varones promiscuos es la estructura paradigmática de la sociedad chimpancé, el
átomo del parentesco es la estructura paradigmática de la sociedad humana. Esta
estructura de parentesco arquetípica iba a engendrar miles de variantes
culturales, cuya diversidad ha desafiado a los antropólogos sociales hasta hoy,
casi anulando su propia unidad.
Reflexiones en torno a la obra:
Quizás sea bueno comenzar hablando sobre la relevancia que
algunos profesionales otorgan a Primeval
Kinship dentro de la antropología en general, y de la primatología en
particular, para lo que podemos reproducir las citas de algunos de ellos que
aparecen en la contraportada del libro.
Son las siguientes:
“Chapais ha escrito un atrevido nuevo libro que promete nada
menos que revelar la primerísima forma de sociedad humana y un repaso de cómo
se desarrolló en el tiempo evolutivo. El libro, en efecto, cumple esta promesa.
Mi opinión es que, después de Primeval Kinship, será extremadamente
difícil para cualquiera argumentar que el parentesco humano es pura o solamente
una construcción cultural.”
Linda Stone, Evolutionary Psychology
“Chapais posee una brillante mente analítica combinada con
una aptitud para la exposición lúcida. Recoge el hilo de un argumento sobre el
parentesco primate y los orígenes humanos que había sido abandonado en
antropología y nos ofrece nada menos que una nueva e impresionante teoría de los
orígenes sociales. Este es el libro más importante en antropología de las
últimas décadas.”
Robin Fox, Rutgers University
“Este libro es digno de ser un volumen de referencia,
especialmente para estudiantes serios de antropología, primatología y de la evolución
de la reproducción humana.”
Alan Dixson,
Victoria University, New Zealand
“Bernard Chapais ofrece un poderoso y controvertido nuevo
relato de los orígenes homínidos... Refrescante... Él aborrece las narraciones
evolutivas sin fundamento y los análisis
socioculturales para apoyar su cuestión. La tesis de Chapais nos urge a
considerar muy cuidadosamente por qué los humanos somos tan diferentes.”
Monique Borgerhoff Mulder, Nature
Como es normal, tenemos que pensar que en una contraportada
de una obra no se van a poner opiniones negativas; pero, no obstante, hemos de
valorar las anteriores puesto que son de prestigiosos y contrastados
profesionales de nuestra disciplina, como Robin Fox o Linda Stone, o el propio
Alan Dixson de la School of Biological Sciences
de la Victoria University of Wellington de Nueva Zelanda; de los dos
primeros ya hemos hablado en las páginas precedentes, y por situar al tercero,
podemos citar alguno de sus artículos relacionados con la línea de
investigación que aquí nos ofrece Chapais: Primate
Sexuality: Comparative Studies of the Prosimians, Monkeys, Apes, and Humans,
2nd Edition, 2013 (cuya publicación original fue en 1998). Por su parte, Monique
Borgerhoff Mulder pertenece al departamento de antropología de la Universidad de
California, y podemos citar, a modo de ejemplo, alguna de sus más recientes
publicaciones: Why an Ape with Complex Cumulative
Culture Dominates the World: Different Views, en Evolutionary Anthropology (2013) 22:34-39. Por lo tanto, no son
ningunos neófitos en el campo de estudio que estamos analizando, por lo que sus
elogios hacia Bernard Chapais pienso que han de ser juzgados en su justo valor.
Chapais, en el prefacio a su libro, hace una encendida
defensa de la investigación interdisciplinar superando lo que él llama barreras
epistemológicas impermeables (impervious
epistemological barriers). Nos trae esto a la memoria, inevitablemente, el
enfrentamiento enconado Robin Fox vs.
David Schneider (concepción bio-social vs.
construcción cultural del parentesco humano). El muy ambicioso objetivo de esta
obra también lo deja claro el autor en el prefacio: se trata, ni más ni menos,
de un intento de comparar, articular y unir la primatología del comportamiento
y la antropología social en relación al estudio de la estructura profunda y el
origen evolutivo de la sociedad humana. (“…it is an attempt to compare, articulate, and
unite behavioral primatology and social anthropology in relation to the study
of human society’s deep structure and evolutionary origins.”)
Sobre cuestiones de método y epistemología, es necesario decir
unas palabras que considero importantes:
Por un lado, me sorprende la humildad del autor cuando dice
que si ha logrado o no sus objetivos al escribir el libro (epistemológicos, de
tender puentes entre diversas disciplinas enfrentadas, y de investigación sobre
la identificación de las causas de los orígenes sociales de los humanos) es una
cuestión que tendrán que dilucidar los antropólogos socioculturales. Así pues,
no es cuestión baladí en su esfuerzo el tratar de conciliar a dos grupos de
profesionales tan dispares como son: de una parte, antropólogos biosociales, psicólogos
evolutivos, y ecólogos del comportamiento, y, de otra, antropólogos
socioculturales, sociólogos, arqueólogos y científicos sociales en general.
Recordemos que la discusión Robin Fox vs.
David Schneider (concepción biosocial del parentesco vs. concepción cultural del mismo) daba pie al presente trabajo.
Por otro, dice Chapais que no es etnógrafo, ni pretende
convertirse en uno de ellos. Al respecto, me pregunto si podemos llegar a
pensar que el antropólogo de sillón o de gabinete puede recuperar el prestigio
perdido, hace tiempo, en antropología. Si esto pudiera ser así, si en este caso
concreto surge este libro de la mera investigación bibliográfica sin trabajo de
campo directo, ¿es esto conveniente?[9]
Para Chapais, el trabajo previo de Lévi-Strauss es clave para
su Primeval Kinship. El antropólogo francés había identificado la más pequeña
unidad de todos los sistemas de parentesco. En cuanto a su origen, lo otorgó al
tabú del incesto, que consideró inherente al intercambio de hembras, y como la
piedra angular de la sociedad humana. Para él, la exogamia recíproca encuentra
su fundamento en estructuras mentales universales que el cerebro construyó
desde cero; en definitiva, para Lévi-Strauss la sociedad humana sólo pudo ser
creada por la cultura. Y aquí es donde Chapais no está de acuerdo y da otra
explicación: para él, una parte importante de la configuración de la exogamia
existía en forma de regularidades de comportamiento “mucho antes de que los
seres humanos pudieran hacer uso de la capacidad simbólica de comunicarse
mediante relaciones sociales y normas de conducta institucionalizadas”[10]. Es, por tanto, anterior al lenguaje.
Aquí está la gran divergencia entre Claude Lévi-Strauss y
Bernard Chapais. Para el primero, la prohibición del incesto no es sino el
reverso de una moneda, en la que la otra cara es el principio de exogamia, y,
además, dicha prohibición constituye el paso de la naturaleza a la cultura,
cual si se diera un salto; además, esa emergencia de la cultura se produce
junto a la aparición del lenguaje de doble articulación. No es así para
Chapais; por un lado sí que acepta, con Lévi-Strauss, que la exogamia recíproca
es la estructura elemental de las sociedades humanas; pero, en primer lugar,
considera que no es preciso que se dé la existencia del lenguaje; y, segundo y
más importante, esa estructura elemental se descompone en diferentes bloques, y
lo hace aplicando el principio de la teoría de la evolución de la
descomposición filogenética (en base a la cual, los evolucionistas han
articulado la explicación de cómo ha evolucionado cada órgano, como, por
ejemplo, el pie, o la mano, comparando entre diferentes especies para que en
virtud de la posesión de tales o cuales rasgos, situarlos dentro de una escala
evolutiva[11]).
Aplica, por tanto, el principio de la descomposición filogenética a la exogamia
recíproca comparando las estructuras de parentesco entre diferentes sociedades
de primates, especialmente entre aquellas más cercanas a nosotros, como gorilas,
chimpancés (en sus variedades de chimpancé común y bonobo o chimpancé pigmeo),
fundamentalmente. El profesor Juan Aranzadi opina que el libro de Chapais es
como Lévi-Strauss más Darwin. En el vídeo que ha colgado en la plataforma
educativa nos viene a decir algo así como que Chapais recoge la concepción
general teórica del parentesco de Lévi-Strauss (la teoría de la alianza)[12], la da por válida y la
contrasta con otro corpus etnográfico, las sociedades de chimpancés y algún
otro grupo de primates como acabamos de decir; pero, lejos de hacer un análisis
comparativo sincrónico y estructural, como hace Lévi-Strauss, lo hace
diacrónico y evolutivo.
Todo esto lo podemos encontrar en los capítulos segundo (The exogamy configuration decomposed) y
tercero (The exogamy configuration
reconstructed) de Primeval Kinship; ambos
capítulos constituyen, podríamos denominar, el núcleo duro de toda la tesis de
Chapais. En el capítulo dos toma la estructura elemental de Lévi-Strauss, la
exogamia recíproca y la descompone en bloques. Y en el capítulo 3 reconfigura esa estructura elemental
estudiando cómo se reconstruyen esos bloques a lo largo de la historia actuando
sobre ellos la evolución, de manera gradual. La clave está en que Chapais
analiza algo que no hizo (en su quietud estructural, ahistórica) Lévi-Strauss,
y que no es sino pensar en qué permite catalizar esto, llegando a la conclusión
que no es otra cosa que el emparejamiento recíproco, estable y continuo;
emparejamiento que no tiene que ser necesariamente monogámico, sino que puede
serlo poligínico y/o poliándrico[13].
Chapais resume la historia evolutiva de la exogamia recíproca
homínida dividiéndola en tres fases, iniciándose la primera justo después de la
escisión Pan-Homo. En la fase I no hay sino una sociedad con una estructura de
parentesco agnaticia latente; en la fase II asistimos a la evolución del
emparejamiento afectivo; el grupo local era todavía la entidad social
organizada más grande, no había niveles superiores de organización social, pero
gracias al parentesco agnaticio (y, por tanto, al reconocimiento de la
paternidad), las hembras emparejadas afectivamente ahora podían actuar como
puentes de paz entre sus parientes natales y su pareja o “marido”, provocando
una pacificación intergrupal que marca el inicio de la fase III, en la que
surge la tribu pre-lingüística que hasta ese momento se había manifestado nada
más que como un estado de mutua tolerancia entre grupos de matrimonios mixtos.
De este modo, llega Chapais a lo que él llama la ecuación de
la estructura profunda de la sociedad humana, como resultante de la integración
del emparejamiento afectivo con el grupo ancestral de parientes masculinos:
emparejamiento
afectivo + grupo de parientes masculinos =
configuración de la exogamia,
razonamiento que encaja bastante bien, según el autor, con la
manera en que sabemos que funciona la evolución biológica como un proceso de
integración acumulativa que va dando lugar a emergencias de manera muy
parsimoniosa.
En todo este proceso, me llama bastante la atención la
referencia que Chapais hace a la diferenciación sexual del trabajo como
subproducto fortuito del bipedismo (recolección) combinado con el
emparejamiento afectivo (táctica de vigilancia de la pareja) y una preferencia
masculina por la caza. Sin duda que también esta afirmación puede abrir nuevos
campos de estudio en la antropología de género.
Bernard Chapais también analiza pormenorizadamente cómo se
produjo el proceso central de la exogamia recíproca como construcción
acumulativa de pasos que evolucionaron por razones totalmente desvinculadas del
resultado final, pasos que se produjeron de manera contingente y oportunista
tal y como sabemos que, fundamentalmente, funciona la evolución.
En definitiva, y en contra de las ideas de Claude
Lévi-Strauss sobre el átomo del parentesco (y su correlato el tabú del incesto)
como constructo cultural, y, por tanto, como elemento clave en la transición de
la naturaleza a la cultura, Chapais llega a la conclusión de que esto no es
así: no es una construcción cultural, ni existe como una estructura mental
innata, sino que tiene su origen en tres vínculos básicos con profundas raíces
biológicas: de parentesco, sexual y parental, que junto con características
como la locomoción bípeda, el lenguaje y la moralidad son parte integral de la
naturaleza humana.
Tal es así que para Chapais, y a modo de conclusión, “La vida
tribal y la exogamia son resultados inevitables de nuestra herencia evolutiva.
(…)El átomo del parentesco (o su pariente cercano, lo que yo he llamado el
átomo de la exogamia) es, quizás, la innovación más grande de la humanidad en
el ámbito social. Marca la peculiaridad de la estructura social profunda de la
sociedad humana. Encarna la esencia misma de la ‘unidad genealógica de la
humanidad’, cuya existencia ha sido negada por tantos.”[14]
[1] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth
to Human Society,
2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, Pp. xi a xv.
[2] Ítem. p. xiii y xiv (No traduzco parte de este
párrafo en el que el autor da las gracias a diversos colegas).
[3] Ítem, Pp. 301 a 308.
[4] Desde
mi punto de vista, aquí está el verdadero añadido de Bernard Chapais a las
explicaciones de Lévi-Strauss.
[5] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth
to Human Society,
2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, Pp. 304 y 305.
[6] De
varón a varón.
[7] Harían
de pegamento social, si se me permite la expresión.
[8] “Intermarrying” groups.
[9] Evidentemente
que esto no habrá sido así. Chapais es primatólogo y seguro que los datos
obtenidos sobre comportamiento primate no humano los ha obtenido mediante duro
trabajo de campo. Es sólo que la manera en que dice que no es etnógrafo ni
pretende serlo me llama la atención.
[10] Primeval Kinship. How
Pair-Bonding Gave Birth to Human Society, 2008, de Bernard Chapais,
Harvard University Press, Cambridge, p. 302.
[11] Las relaciones de parentesco evolutivo son conocidas como
relaciones filogenéticas, dichas relaciones se pueden intuir a partir del
registro fósil (Arsuaga, 2002: 144). El análisis filogenético reconstruye estas
relaciones basándose en la genealogía (principio filogenético) y en la
similitud o divergencia de formas (principio fenético), contemplando también
las discontinuidades, la zona adaptativa, el grado evolutivo y el número de
especies. Finalmente, la historia evolutiva resultante de este análisis se
representa forma de árbol filogenético (Turbón, 2005: 38).
[12] Cuyo contenido podemos
encontrar en el apartado 3.4. La concepción general del parentesco de Lévi-Strauss, del capítulo
8. Los “átomos” o “células” del
parentesco: tres perspectivas clásicas sobre los sistemas de parentesco, de
la obra de Juan Aranzadi, Introducción
histórica a la Antropología del parentesco, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2005.
[13] A este
nivel de explicación del libro de Chapais, nos recomienda el profesor Aranzadi
que comparemos los gráficos de la página 695 de su libro, el nombrado en la
nota al pie anterior (Figura 8.3.1.3. Principio
de reciprocidad y matrimonio entre primos cruzados), con el gráfico de la
página 69 (capítulo 2) de Primeval
Kinship (The components of the
brother-sister kinship complex).
[14] Primeval Kinship. How Pair-Bonding Gave Birth
to Human Society,
2008, de Bernard Chapais, Harvard University Press, Cambridge, p. 308.
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