Blurred Genres: The Refiguration of Social Though[1]. (Clifford Geertz, 1980)
En este texto se encuentra la propuesta básica del interpretativismo de Geertz: colocar el texto como piedra angular del trabajo del antropólogo, y la opinión (afirmación ya hecha antes en The Interpretation of Cultures) de que la tarea principal de esta disciplina es la escritura. Percibo, si se me permite, una especie de grito desesperado de Geertz otorgando a lo que él llama la "nueva filología" la responsabilidad de la salvación de una etnografía en crisis, integrando el estudio sobre "cómo se construyen los textos (cómo lo dicho es recuperado a través de la enunciación) en el estudio de los fenómenos sociales".
Para Geertz se está produciendo una redefinición (o reconfiguración) en el pensamiento social, y está ocurriendo desde tres puntos de vista: desde el juego (teoría de juegos, es decir, describiendo la conducta humana con la analogía del jugador y el oponente); desde el drama (Víctor Turner y los ritos, es decir, haciéndolo desde la analogía del actor y la audiencia); y desde el texto
[2] (haciéndolo desde la analogía del escritor y el lector). En esa descripción de la conducta humana, el propósito del autor es reivindicar las ventajas que el punto de vista del texto (el interpretativo) tiene sobre los otros dos, así como poner de manifiesto lo desenfocado que aquél ha estado en su uso, lo que ha hecho que esas ventajas no se hayan puesto de manifiesto, al menos hasta la fecha de escritura del artículo.
El autor llega a afirmar que la "vida es un texto" (considera la etnografía como un texto etnográfico), cuestión que no deja de ser sorprendente. Para el antropólogo que tenga gusto por escribir, la concepción interpretativista y su insistencia en trabajar el texto etnográfico debe ser todo un acicate.
Hay autores, dentro de la corriente antropológica que podríamos denominar Teoría y crítica antropológica del mundo contemporáneo, que opinan que asistimos en los últimos años a "un giro hacia lo reflexivo, cultural, literario y etnográfico" (Nuevas tendencias en la antropología contemporánea, Fernado Monge, 2005), en un contexto de géneros que se van difuminado en las ciencias sociales como ya vaticinó el propio Geertz en 1980, cuestión que parece estar muy presente en la conciencia colectiva de muchos antropólogos
Recordemos que lo que estoy señalando nos remite a otra obra del autor, la ya mencionada The Interpretation of Cultures (Geertz, 1973), que se escribió en un contexto histórico de la ciencia antropológica de máximo cuestionamiento de la misma en cuanto a objetos de estudio y métodos de análisis. en aquel momento se pensó que había que reinventar, repensar (y algún qeu otro "re-algo") la disciplina. Recordemos la existencia de otros textos como Reinventing Anthropology (D.H. Hymes, 1972) y, aun antes, Rethinking Anthropology (E. R. Leach, 1961).
Al respecto se me ocurre recordar una anécdota que me ocurrió preparando un pequeño proyecto de investigación etnográfica viable para la asignatura Etnografía y técnicas de investigación etnográfica. Proponía investigar cómo la preocupación por el proceso de enseñanza aprendizaje por parte de los profesores respecto de sus alumnos de educación secundaria puede extenderse, de manera paralela al oficial y formal, a un contexto como el siguiente: un grupo de profesores viajando dentro de un coche que debe recorrer 70 kilómetros hasta llegar al lugar de trabajo y en el que viajan un mínimo de 2 y un máximo de 5, en función del horario particular de cada uno de ellos. Además, el investigador social, es decir, yo mismo, formaba parte de este grupo de profesores que se desplazaba a diario. Me proponía investigar, a la manera de observador participante, dentro del propio vehículo. Posteriormente, el otro campo de trabajo sería el propio centro de enseñanza (un instituto de educación secundaria). Pues bien, la mayoría de los días íbamos comentando, entre otras cosas y preferentemente, algún aspecto relacionado con nuestra tarea diaria. Al comentar a mis compañeros mi deseo de documentar por escrito, y con el permiso de todos ellos, todo lo comentado relacionado con el trabajo en el espacio tan reducido del automóvil, la primera reacción fue de cierto resquemor, que pude superar tras una prolija explicación del motivo de mi investigación etnográfica: que se trataba de una parte de la evaluación de una asignatura de la Uned que estaba cursando, que los nombres que en ella pudieran aparecer serían inventados, y que únicamente me proponía documentar por escrito lo que tuviera que ver con nuestra labor como profesores de secundaria. Pretendía yo, en palabras del propio Clifford Geertz y sin saberlo aún, analizar “cómo se construyen los textos (cómo lo dicho es recuperado a partir de la enunciación) en el estudio de los fenómenos sociales”. Me resultó bastante curioso constatar cómo en esa tarea de recuperar lo dicho a partir de la enunciación todas las alertas y cautelas de mis compañeros se pusieron, si bien es cierto que únicamente al principio, en marcha.
Parece que las siguientes palabras de Geertz, también del texto que estamos analizando, se podrían aplicar aquí como un guante: “Cuando hablamos, nuestras frases se volatilizan como sucesos al igual que cualquier otra conducta; a menos que lo que digamos sea inscrito en escritura (o mediante algún otro proceso de registro), es tan evanescente como lo que hacemos. Si así se lo inscribe, por supuesto que –como la juventud de Dorian Gray− pasa de todas maneras; pero por lo menos su significado –lo dicho, no el decir− permanece hasta cierto punto y durante un tiempo”. Ya Paul Ricoeur, de nuevo en cita de Geertz, señaló la importancia del concepto de “inscripción”: la fijación del significado.
[1] American Scholar, vol. 49, Nº2, 1980, págs. 165-179.
[2] Término “peligrosamente desenfocado”, en palabras del propio Geertz.